Cataluña

Duran dejará la comisión bilateral en manos de Joana Ortega en breve

Duran, junto a Ortega, tras una reunión del comité de dirección de Unió Democràtica
Duran, junto a Ortega, tras una reunión del comité de dirección de Unió Democràticalarazon

Aunque las relaciones entre Artur Mas y Josep Antoni Duran Lleida son fluidas en apariencia, existe un conjunto de grietas difíciles de reparar. Comparten objetivo –la celebración de la consulta–, pero a partir de aquí las diferencias y los matices son notables. Incluso, en algunos momentos, han sido estridentes y han hecho mella en la buena sintonía de Convergència i Unió. Una de las últimas rupturas públicas fue la presentación, en octubre, por parte del conseller de la Presidència, Francesc Homs, de una lista de agravios del Gobierno con Cataluña que, de facto, censuraba al presidente de la parte catalana de la comisión bilateral Estado-Generalitat, es decir, a Duran Lleida. El líder democristiano se molestó, y mucho. En noviembre, se mostró dispuesto a dejar este cargo siempre que ERC no pidiera su dimisión y que su sustituto fuera una persona del Govern. No pensaba en Homs precisamente, puesto que sus relaciones son inexistentes. En pocos días, Duran anunciará públicamente que abandona la presidencia de la comisión bilateral. Ya se lo ha comunicado a Artur Mas y a la interesada, Joana Ortega, vicepresidenta del Govern.

Duran fue nombrado presidente de la comisión bilateral –también de las comisiones de Infraestructuras, Transferencias y Asuntos Económicos y Fiscales– por Mas tras la primera reunión del ejecutivo, el 11 de enero de 2011. Se anunció el nombramiento a bombo y platillo. Duran se convertía en el hombre de Mas en Madrid, su «alter ego». Incluso el entonces nuevo portavoz, Francesc Homs, resaltaba su importancia confirmando que Duran se «incorporaría a las reuniones de gobierno de forma puntual».

Pero la bilateral permanece encallada desde que comenzó la legislatura. El líder de Unió promovió su convocatoria para favorecer el diálogo, pero el Gobierno expresó sus recelos temiendo que el único interés de la parte catalana era gesticular con los desacuerdos e incrementar la tensión. Luego, el Gobierno se ofreció a reunir a este organismo después de haber cosechado resultados fructíferos en comisiones homólogas con otros gobiernos autonómicos como el de Aragón. Pero entonces fue la Generalitat quien rechazó acudir a una cita que veía como «un farol» porque no había temas que desarrollar.

«Asuntos de calado»

Sin embargo, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz, aseguró a mediados de noviembre que existían «asuntos de calado» para convocar la bilateral, en alusión a asuntos como el traspaso de infraestructuras. El Gobierno puntualizó que la reunión debía tener el espíritu de colaborar en la gestión del día y no convertirse en un campo de batalla con la consulta de por medio, pero la cita fue imposible de concretar y todo quedó como un cruce de declaraciones entre ambas partes.

Para entonces, Duran ya tenía claro que quería abandonar este organismo que, hasta la fecha, se ha mostrado perfecamente inane. El líder de Unió consideró «más lógico» que la presidiera un miembro del Govern porque «los conflictos a resolver son más del día a día» del Ejecutivo catalán.

El momento de la retirada de Duran Lleida de la presidencia de la comisión bilateral ha llegado. Los primeros satisfechos son ERC e ICV, cuyas relaciones con la dirección de Unió nunca están exentas de momentos calamitosos. Ambos pidieron la cabeza del líder democristiano por no ceñirse a los mandatos del Parlament. Su adiós coincide en un escenario preelectoral, con las europeas a la vuelta de la esquina. El líder democristiano sabe que del resultado de esta contienda –hasta ahora de segunda división– dependen muchas cosas. Incluso el futuro de Mas.

El interrogante es ver ahora cómo actúa Ortega, a quien voces nacionalistas sitúan últimamente más cerca del presidente de la Generalitat que no del líder de su partido, Unió Democràtica.