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El «botellón» resurge en Gràcia
La supresión de la pérgola en la plaza del Sol no evita que la gente se siente a beber
No es la imagen de hace diez años cuando los botellones y otros episodios de «incivismo» aceleraron el relevo del alcalde Joan Clos por el concejal de seguridad en el Ayuntamiento de Barcelona, Jordi Hereu. La guerra entre vecinos y juerguistas acabó en 2005 con una polémica ordenanza de civismo que Ada Colau ya avisó en campaña que revisará, porque «no tiene sentido multar a un niño por jugar a pelota en la calle». Las multas de entre 30 a 1.500 euros por beber en la calle en envases de vídrio o latas, así como por perturbar la convivencia, han frenado el «botellón». En las plazas de La Vila de Gràcia, Revolució o John Lennon, el «botellón» ha sido prácticamente erradicado. Pero en las plazas de la Virreina, Diamant y, sobre todo, del Sol, el epicentro de las juergas callejeras de hace diez años, resurge. Y eso que hace un año retiraron la pérgola para evitar, precisamente, que a alguien le sedujera la idea de sentarse a beber a cobijo.
Estas imágenes de la plaza del Sol son del pasado jueves, pero desde que empezó el verano es fácil contar cada noche a un centenar de personas sentadas en el centro y en las escaleras que hay en los aledaños bebiendo, principalmente, «cerveza/beer» que ofrecen con desparpajo los vendedores ambulantes, entre uno y dos euros la lata, dependiendo de la demanda y de si están frías o no.
La venta ambulante también está penada con multas de 500 euros, pero como sucede con el «top manta» el vendedor de cerveza suele ser el último peldaño de una red organizada. El año pasado se pusieron 75.000 multas por venta ambulante y 37.000 por beber en la calle. Aunque según el grupo municipal popular, solo se cobran un 21 por ciento.
Además de las multas, el anterior equipo de gobierno desplegó un operativo de 25 agentes cívicos en las zonas más turísticas de la ciudad como en la Barceloneta, que entre otras cosas explican que está prohibido beber en la calle con la intención de conciliar ocio y reposo. Se los bautizó como «los ángeles de Trias», una suerte de «polis buenos» que no ponen multas y que se suman a los promotores cívicos de distrito.
Pero tanto los agentes cívicos como el operativo de 60 agentes de la Guardia Urbana para combatir la venta ambulante de cervezas son insuficientes en verano. Los vecinos de Gràcia, que las han visto de todos los colores, soportan con relativa paciencia el doble problema que genera el «botellón» del Sol: el ruido y el rastro de suciedad que dejan los más incívicos. La limpieza de las plazas ayuda a aguar la fiesta pronto. Cubos de agua fría, algún «¿por qué no te callas?» y alguna pancarta son por ahora los únicos gestos de protesta.
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