Danza

El Japón flamenco de Eva Yerbabuena

El Mercat de les Flors acoge «Cuentos de azúcar», unión de la fiebre flamenca con la serenidad japonesa

La bailaora y coreógrafa Eva Yerbabuena
La bailaora y coreógrafa Eva Yerbabuenalarazon

El Mercat de les Flors acoge «Cuentos de azúcar», unión de la fiebre flamenca con la serenidad japonesa.

«Cuando mi abuela veía posarse cerca de casa a una lechuza, no tardaba en santiguarse porque creía que era señal de mal fario, que algo malo le iba a pasar a un ser querido», explica la bailaora y coreógrafa Eva Yerbabuena. Nacida en Frankfurt, debido al exilio forzado de sus padres granadinos en busca de trabajo, pronto volvió a sus raíces andaluzas para vivir con sus abuelos, personas humildes, analfabetas, que le enseñaron a través del amor a mirar el mundo a través de sus símbolos, de sus movimientos secretos, de la profundidad que encierra la sencillez. «Allí recogíamos patatas, aceitunas y en verano vivíamos cerca de una fábrica de azúcar. Aún recuerdo ver una película pelando y chupando una caña de azúcar como si fuera una piruleta», comenta.

Muchos años después, consagrada como una de las grandes bailaoras y coreógrafas del mundo del flamenco, estrenaba el espectáculo «Apariencias». El mismo día del estreno recibía una misteriosa caja, en cuyo interior se encontraba un disco con canciones populares japonesas de la isla de Amami, de mano de la voz de Anna Sato. El impacto que recibió fue como un rapto, un estremecimiento que le llevó muy lejos de su propio cuerpo, pero para llegar a un lugar que por alguna extraña manera le era familiar. «Era una música de una profundidad increíble, que no se parecía en nada a lo que había escuchado antes, pero que era como si me permitiese viajar en una máquina del tiempo a un momento y un país que me eran muy familiares, como si ya hubiese estado allí», asegura la coreógrafa.

En seguida decidió que quería hacer un montaje con esas canciones y la voz suprema de Anna Sato. Viajó a la isla de Amami y mientras iba estudiando y entendiendo las idiosincracias de ese nuevo lugar, vio que la sensación de volver a casa era brutal. Allí la principal industria también era el azúcar, allí la superstición también era importante, temiendo a los pájaros negros tanto como su abuela temía a las lechuzas. Era como vivir en el reverso de un universo paralelo.

A pesar de que Sato no hablaba ni español ni inglés ni nada que no fuese japonés, con la ayuda de uno de sus percusionistas, un joven de apenas 21 años que había vivido toda su vida en Japón, pudo romper toda incomunicación y empezaron a idear un montaje que mostrase este efecto espejo de dos culturas en realidad antagónicas, pero parecidas hasta el delirio. «Ha sido todo un reto. Desde luego no me gusta la palabra fusión, porque aquí no intentamos convertir los cantos de Sato en flamenco, ni a la inversa, sino enfrentar los dos mundos y ver el reflejo que provocan», comenta Yerbabuena.

Dos días únicos

El Mercat de les Flors acoge hoy y mañana este espectacular «Cuento de Azúcar», donde Yerbabuena bailará una docena de canciones, la mitad con Sato como protagonista y la otra mitad de flamenco puro. Se podrán oir, de esta manera, desde nanas japonesas, cantos de una niña que pregunta dónde está su madre, mientras sus abuelos la consuelan diciendo que está trabajando y dándole un pañuelo que conserva su olor; a historias del folklore propio, como la historia de una hermosa esclava, maltratada y violada por su amo, que decide quitarse la vida para que su auténtico amor, un músico, no sufra por ella. Reencarnada en una serpiente de la isla, morderá a su antiguo amo y su mujer, consiguiendo su ansiada venganza. «También se hablan de un espíritu que vive en los árboles y que sólo sale para sorprender a las personas que hacen algo malo. Todo me resultaba fascinante y he querido escenificar lo que he vivido», señala Yerbabuena.

En una puesta en escena sencilla, donde predomina el negro en un juego de contrastes de mate y brillo, la bailaora se adentra en un círculo. «Todas mis otras coreografías no podían ser más verticales, pero aquí todo gira alrededor de un círculo, es increíble», señala.