Literatura

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«El realismo mágico es una definición paternalista venida desde occidente»

El escritor indonesio Eka Kurniawan publica «La belleza es una herida», (Lumen) novela que mezcla las historias de fantasmas con una crónica épica del siglo XX en Indonesia.

Eka Kurniawan
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El escritor indonesio Eka Kurniawan publica «La belleza es una herida», (Lumen) novela que mezcla las historias de fantasmas con una crónica épica del siglo XX en Indonesia.

La preeminencia de un canon occidental literario hace que todo se defina a partir de allí. Existe ese centro privilegiado, esa punta del iceberg de escritores blancos y atemperados, serios y con grandes conocimientos históricos y sociales. Ahí reside la élite. Todo lo que se aleja de ese Camelot tiene que definirse como otra cosa, tiene que marcarse con fuego para ser visible, puesto que ese es el grial a reverenciar y defender, y no hay mejor manera que menospreciar o, mucho mejor, tratar con paternalismo a lo que se aleja de tu zona de confort.

Uno de los términos más paternalistas del último medio siglo de crítica literaria es el de realismo mágico. Entre su definición más aceptada nos encontramos con el movimiento estético que busca mostrar lo extraño e irreal como algo cotidiano y normalizado, algo que define al 80 por ciento de la literatura fantástica y al 50 por ciento toda la novelística contemporánea. ¿Por qué entonces no hay una unanimidad global en determinarlos todos como realismo mágico? Es simple, es una consideración racial, de desviación del centro. Nadie duda de Gabriel García Márquez como el gran genio del realismo mágico, pero nadie habla de William Faulkner de esa manera. Y está claro que Salman Rushdie estaría dentro de esa tradición, pero por Dios, Kafka no, nunca. Ha de ser columbiano o de origen indio o al menos japonés, como Murakami, sino el término realismo mágico queda fuera de significado.

Por lo tanto, el realismo mágico es simplemente una categorización racista, un folklore con el que el centro, ese elitista Camelot, da visibilidad como anécdota a lo diferente. Todo esto demuestra simplemente que la identidad nunca se define por lo que uno es, sino más bien por lo que uno no es en comparación. Los independentistas catalanes no lo saben. Son lo que son porque no son españoles. Cuando no lo sean de hecho y tengan que definirse por ellos mismos serán otra cosa por completo que todavía no conocen. Quizá no les guste. Quizá les guste más. Al menos sus novelas pasarán a ser categorizadas inmediatamente como realistas mágicas, lo quieran o no. Viva el folclore y la sensualidad.

El último gran autor en otorgarle el sambenito de realista mágico es el indonesio Eka Kurniawan, para muchos el futuro primer Nobel de las literaturas del sudeste asiático dentro de unos años. La editorial Lumen acaba de publicar “La belleza es una herida” (Més Llibres en catalán), una genial mezcla entre historia de fantasmas y novela épica sobre la historia de Indonesia. Dewi Ayu, una célebre prostituta vuelve de entre los muertos 20 años después de su fallecimiento en busca de recuperar una especie de paz espiritual. Empezará a narrar toda su vida, que es lo mismo como narrar todo el siglo XX de la convulsa historia de Indonesia. “La verdad es que me molesta un poco que me consideren realismo mágico, pero lo acepto. Es, por supuesto, algo paternalista, algo que otros autores se pueden ahorrar, pero bueno. Lo único que he intentado hacer yo es dejar por escrito toda la tradición oral de mi país y mezclarla con conceptos literarios modernos”, asegura Kurniawan en entrevista a LA RAZÓN.

El realismo mágico, además, se basa en la determinación de un centro nuclear, (lo real), en el que orbitan diferentes satélites (lo mágico). La misma estructura, por tanto, que hace del realismo mágico un satélite del canon (lo real). Una normalización o civilización de lo mágico, un horror. Borges, quién se negó siempre a que le echasen dentro de ese charco, siempre negó el concepto de realismo como género posible en la literatura. Por tanto, el realismo mágico no es literario.