Caso Pujol

El regreso del «caso Pujol» envenena la investidura del president

El número uno de la CUP en el Parlament, Antonio Baños, junto a la número dos, Anna Gabriel
El número uno de la CUP en el Parlament, Antonio Baños, junto a la número dos, Anna Gabriellarazon

Los antisistema aplazan al domingo su decisión sobre si apoyan al líder de CDC.

Si algo se hartó de repetir la CUP durante la campaña electoral es que Artur Mas era una figura asociada a los recortes y a la corrupción y que, por tanto, su investidura no era una buena idea. La reciente imputación de la familia Pujol por una estrategia coordinada y destinada a blanquear dinero no hace más que reforzar aquellos argumentos que todavía hoy abanderan sectores destacados de la CUP, decididos a tumbar a Mas como presidente de la Generalitat por sus vínculos con el clan Pujol y con las corruptelas que salpican a Convergència.

Las malas prácticas de CDC han estado presentes de forma continua en las conversaciones de la CUP, que ayer se concedió una última prórroga para determinar el futuro político de Mas, quien vive pendiente de la formación anticapitalista desde hace más de tres meses. Será el domingo, finalmente, el día en que se sepa si hay investidura de Mas o, por el contrario, la legislatura concluye por la vía de urgencia con unas nuevas elecciones. Los antisistema preveían tomar una decisión sobre la investidura de Mas el pasado domingo en una asamblea en Sabadell (Barcelona), pero el debate interno se zanjó con un insólito empate y la CUP se emplazó a resolver la situación en un consejo político este sábado. Sin embargo, la diaicultad de las estructuras territoriales del partido para reunirse esta semana han obligado a la formación a posponer hasta el domingo el desenlace.

Rechazo o aval precario

Los 70 integrantes del consejo político de la CUP deberán decidir este domingo entre dos únicas opciones: aceptar o rechazar a Mas. La aceptación pondría fin a un culebrón que ha desbordado por completo el guión de la política convencional y se traduciría en una votación en el Parlament que mostraría la precariedad del proyecto de Junts pel Sí, ya que los diez diputados de la CUP no votarían a Mas a favor y en bloque, sino que únicamente le prestarían dos votos para posibilitar su investidura. De esta forma, considera el partido anticapitalista, podría reflejarse «la apuesta de la CUP por la independencia y un proceso constituyente y popular», pero también «la oposición a la continuidad de las políticas de recortes y privatizaciones».

La intención de la CUP, en todo caso, es que su consejo político sea capaz de alcanzar una solución consensuada para superar la enorme fractura que se visualizó en su asamblea. Pero lo cierto es que las posiciones en la formación anticapitalista parecen irreconciliables y se da por hecho que no habrá más remedio que votar. «En el caso de que no sea posible buscar una salida consensuada sólo podrá ser aprobada una propuesta que obtenga la mayoría absoluta de los votos del consejo político y del grupo parlamentario», explicó la CUP en un comunicado.

El procedimiento para decantar la decisión consistirá en contar los votos favorables de cada una de las propuestas presentadas; después los votos en contra; y finalmente las abstenciones. Será aprobada aquella propuesta que obtenga la mayoría absoluta de los votos. En caso de que más de una propuesta obtenga la mayoría absoluta de los votos, se pasará a una nueva ronda de votación hasta que salga aprobado un solo documento. Entre cada ronda de votación se abrirá un turno de debate. Establecen un máximo de 3 rondas.

Convergència ha renunciado a realizar más ofertas a la CUP para posibilitar la investidura y un sector ya se da por satisfecho. Toni Infante, uno de los principales portavoces de la organización Poble Lliure –de la CUP–, afirmó, en declaraciones a Rac 1, que «si la CUP no inviste a Artur Mas se cargará el proceso» y advirtió que «las alternativas» a rechazar la investidura «son infinitamente peores».