Crítica

Kaufmann triunfa en el Liceu

El tenor debutó el pasado viernes en el coliseo con la ópera escenificada con «Andrea Chénier»

El tenor junto a la soprano Sondra Radvanovsky, en un momento del obra que cosechó quince minutos de aplausos en su estreno del pasado viernes
El tenor junto a la soprano Sondra Radvanovsky, en un momento del obra que cosechó quince minutos de aplausos en su estreno del pasado vierneslarazon

El tenor alemán Jonas Kaufmann, una de las estrellas del firmamento lírico actual, junto a la soprano norteamericana Sondra Radvanovsky y el barítono malagueño Carlos Álvarez, revolucionaron el pasado viernes el Gran Teatro del Liceu.

El tenor alemán Jonas Kaufmann, una de las estrellas del firmamento lírico actual, junto a la soprano norteamericana Sondra Radvanovsky y el barítono malagueño Carlos Álvarez, revolucionaron el pasado viernes el Gran Teatro del Liceu con sus memorables interpretaciones en la ópera «Andrea Chénier».

Al finalizar la obra de Umberto Giordano, durante diez largos minutos estuvo el público ovacionando al trío, junto al resto del elenco y la Orquesta y el Coro del teatro barcelonés, todavía conservando en la retina el apoteósico último acto, abrazados Kaufmann y Radvanovsky, en sus roles de Andrea y Maddalena, antes de llegar al cadalso, donde les espera la guillotina.

Tampoco nadie había olvidado el momentazo del aria «Nemico della patria», en el tercer acto, magistralmente interpretado por Álvarez, en su rol de Gérard, con el respetable pidiendo bises, y el del aria «La mamma morta», de Sondra, que se estrenaba en el papel y que no había coincidido antes con Kaufmann, que acabó con lágrimas en los ojos y el público con las manos rojas de tanto aplaudir.

Tardó, pero finalmente debutó la noche del viernes en el coso de la Rambla, en una ópera escenificada, el aclamado tenor bávaro, que ya en el primer acto fue más que aplaudido con el famoso «Improvviso», y posteriormente volvió a recibir la aquiescencia de los espectadores en otras intervenciones inolvidables.

Hasta ahora el tenor había estado en el Liceu en un par de ocasiones, aunque con la Missa Solemnis de Beethoven y luego en el ciclo de lieder Winterreise de Schubert, pero no se le había podido seguir al frente de una producción como esta de «Andrea Chénier».

Hace unos días dejó claro que quería haber estrenado antes en España, ya fuera en el Real o en el Liceu, en un rol así porque se lo habían pedido muchas veces, pero antes de aterrizar en uno de estos dos coliseos creía que tenía que actuar en los cinco o seis teatros «fundamentales» del mundo para cantantes de ópera y «desgraciadamente» ninguno es español.

La producción de «Andrea Chénier» en la que ayer participó, y en la que volverá a estar los días 12 y 15 de marzo, fue estrenada en el año 2015 en Londres y dirigida por David McVicar, aunque en Barcelona quien se ha encargado de la reposición ha sido la francesa Marie Lambert. Se trata de un montaje del Covent Garden, el National Centre for the Performing Arts de Pekín y el San Francisco Opera.

Pasaban unos minutos de las 20.00 horas cuando arrancó esta obra, exponente del verismo, que transmite la lucha por la libertad y el amor, bajo la batuta del israelí Pinchas Steinberg, una espectacular escenografía de Robert Jones y un vestuario de Jenny Tiramani, que reproduce con exactitud el de los días del Terror, justo después de la revolución francesa de 1789.

La obra, que se ha dedicado a la memoria de la recientemente fallecida Carmen Mateu de Suqué, relata lo que ocurre entre el poeta Andrea Chénier y el sirviente Carlo Gérard, ambos atraídos por la noble Maddalena de Coigny, quien lo ha perdido todo a consecuencia de la revolución y acabará recibiendo la protección de Chénier, lo que provocará la envidia de Gérard, convertido en poderoso funcionario. Con ritmo muy cinematográfico, esta exigente obra, de la que el mismo Giordano cuando vio los primeros ensayos dijo: «Dios mío, qué he escrito», resulta un reto para todos los que participan en ella.