Investigación científica

«La investigación se centra en mejorar los cultivos de células madre»

Entrevista con Oscar Gris, oftalmólogo del Departamento de Córnea, Catarata y Cirugía Refractiva del Instituto de Microcirugía Ocular (IMO).

Oscar Gris
Oscar Grislarazon

Entrevista con Oscar Gris, oftalmólogo del Departamento de Córnea, Catarata y Cirugía Refractiva del Instituto de Microcirugía Ocular (IMO).

-¿Es habitual el trasplante de córnea? ¿en qué casos es aconsejable o apropiado?

-La córnea sería como la ventana del ojo y para que el paciente tenga una buena visión, esa ventana tiene que ser transparente y regular. Si se altera la córnea y pierde la transparencia, entonces se pierde la visión. en esos casos, si es una inflamación y podemos tratarla con medicamentos, pues es reversible, pero en ocasiones esa lesión no es reversible y entonces hay que hacer un trasplante de la córnea. A veces, no se pierde la transparencia pero se pierde la regularidad y hay casos en los que hay que hacer trasplante. Hay que cambiar la córnea cuando se altera su regularidad o transparencia irreversiblemente.

– ¿ Son comunes los trasplantes de córnea?

–Se hacen bastantes. Nosotros hacemos unos 200 trasplantes al año, con lo que no es una cirugía tan rara, y los resultados son muy buenos. Hace unos 10 o 15 años lo que hacíamos era cambiar a los pacientes que necesitan un trasplante la córnea completa, pero en los últimos años se están perfeccionando técnicas parciales de trasplante, que consiste en cambiar solo las capas alteradas.

–¿Qué beneficios tiene?

-Al trasplantar solo una parte de la córnea, la cirugía es menos agresiva, la recuperación es más rápida y el riesgo de rechazo es menor también. Es decir que son técnicas más seguras que permiten una recuperación más rápida. Lo que pasa es que también son técnicas quirúrgicamente más laboriosas que tiene una curva de aprendizaje mayor.

–Pero no siempre se puede hacer una trasplante de córnea sin haber realizado antes un tratamiento previo

–La córnea tiene varias capas: el epitelio, que son las células de la superficie; por debajo hay una capa que sería el 95% del espesor de la córnea, que se llama estroma; y en la cara interna hay una capa de células que se llama endotelio y según la que se lesione, se cambia una capa u otra. Cuando se lesiona el estroma, hacemos un transplante solo del estroma; si se afecta el endotelio, lo que cambiamos es esa capa de células y el resto de la córnea se mantiene; cuando se afecta el epitelio, no es necesario hacer un trasplante de córnea, porque el epitelio crece desde la periferia de la córnea en un anillo al rededor de la córnea, que se llama limbo, desde el que crecen las células madre para cubrir la córnea. Si un paciente tiene un problema en esas células madre y tú le cambias la córnea, no consigues nada, porque las células que volverán a crecer en esa córnea están alteradas igual. Así, lo que hay que hacer en una primera fase es trasplantar esas células y cuando vemos que están creciendo bien encima de la córnea y funcionan, hacemos el trasplante de córnea para eliminar las opacidades de debajo.

–¿Es común el trasplante de limbo?

–La gran mayoría de pacientes solo necesitan trasplante de córnea y un 5% necesitan trasplante de limbo porque en la mayoría de enfermedades de la córnea las células madre no están alteradas. ¿Cuándo se afectan esas células? Puede ser por enfermedades congénitas, por accidentes por productos químicos, por cirugías, inflamaciones crónicas, el uso de lentes de contacto...

–¿Y ese trasplante es de células madre propias o de un donante?

-Cuando tienes una insuficiencia de las células madre del epitelio de la córnea, que se afectan de manera irreversible, hay que trasplantar células madre. Entonces, las células madre que trasplantamos a un paciente pueden ser de dos orígenes: si el paciente tiene un ojo lesionado pero el otro está bien, se pueden trasplantar células del ojo sano al ojo afectado; pero el paciente que tiene los dos ojos afectados, hay que trasplantar de otra persona o de un cadáver. Si las células son tuyas, no las rechazas; si son de otra persona, hay que tomar un tratamiento para evitar el rechazo. En un trasplante de córnea no se necesitan esas medicaciones, pero en uno de células madre sí.

–¿Qué probabilidades hay de que fracase el trasplante?

–Depende del grado de afectación. Cuando un paciente tiene una afectación de las células madre pero la superficie del ojo no está muy inflamada, las posibilidades de éxito son mayores y cuando pones células del propia paciente las posibilidades también son mayores porque no hay rechazo. En cambio, si la superficie ocular está muy destruida, aunque tú trasplantes células, el tejido que recibe esas células está en mal estado y la posibilidad de que esas células empiecen a funcionar bien es menor también.

–Pero además hay que llevar a cabo un tratamiento inmunodepresor antes de trasplantar

–Ese es necesario siempre que las células madre que trasplantamos no son de ese paciente y en algunas enfermedades, que se llaman autoinmunes, que la propia enfermedad produce una inflamación que destruye el tejido del paciente. Se trata de una medicación que se suele retirar un año después de la cirugía.

–¿Qué supone para la oftalmología la técnica con células madre?

-Aún está en desarrollo. Hace 20 años empezamos a trasplantar células madre a través del limbo pero ahora no a todos los pacientes les trasplantamos ese anillo del limbo, sino que trasplantamos células que han sido cultivadas en el laboratorio. Coges un pequeño fragmento del limbo bueno, en un banco de tejido esas células se ponen a cultivar y cuando tienes muchas células las trasplantas al ojo. La ventaja es que no tienes riesgo para el ojo dondante y no hay riesgo de rechazo. Cuando hay una afectación de los dos ojos, eso no lo podemos hacer, y en esos casos trasplantamos el limbo entero de un donante. La investigación va por aquí: intentar mejorar esos cultivos celulares para que las células que trasplantemos sean todas células madre. También se está investigando la posibilidad de extraer células madre del propio paciente no del ojo, sino por ejemplo de la mucosa bucal o el tejido de la grasa, células que puedan tener capacidad de diferenciarse hacia células madre de la córnea.