Literatura

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La Navidad empieza cuando el reno se ríe

El sentido del humor se cuela en los tradicionales cuentos de estas fiestas, de los políticamente correctos de James Finn Garner al cáustico Ralf König

La revista «New Yorker» siempre ha buscado el lado satírico y absurdo de las Navidades, como el genial ilustrador francés Sampé, del que Norma acaba de editar «Sampé en Nueva York»
La revista «New Yorker» siempre ha buscado el lado satírico y absurdo de las Navidades, como el genial ilustrador francés Sampé, del que Norma acaba de editar «Sampé en Nueva York»larazon

El sentido del humor se cuela en los tradicionales cuentos de estas fiestas, de los políticamente correctos de James Finn Garner al cáustico Ralf König.

«No, no lo quiero, no me gusta, yo quería uno de “My little Pony”», gritó Camila, una niña de siete años con las ideas claras y mucho ímpetu para que todo se diese a su manera. Tiró sin miramientos el calendario de adviento que acababa de darle su padre a la basura y puso esa cara de «hummm» tan bonita y botina y odiosa a un tiempo. Sonó a infierno, a tormenta, a encantamiento diabólico, a «boooom» y todas las esperanzas y bueaventuras echas añicos. «Si quieres tirar a la basura todas las Navidades, allá tú, pero quiero que entiendas esto, los 24 días que quedan para Navidad están encerrados aquí dentro, así que tú verás lo qué quieres hacer. Yo al menos no los tiraría a la basura», gritó enigmático su padre y la dejó sola para que decidiera qué hacer.

En un principio, lo dejó en la basura. Testaruda y abicharrada, comenzó a jugar con su hermano pequeño, Pablo, que no entendía cuál era el problema. Cuando un niño de cuatro años no entiende un problema es que no hay problema en absoluto. Cuando lo entiende, es que el mundo es muy, muy triste. «Lo entiendes, Pablo», le preguntó su hermana, pero éste ya no sabía a lo que se refería.

A la mañana siguiente, con su calendario de adviento todavía en la basura, la niña se levantó y sientiéndose culpable, fue a la cama de sus padres a pedirles perdón, dispuesta a aceptar aquel calendario y tomar su primera chocolatina. Su profesora siempre les decía que más valía pájaro en mano que ciento volando, pero como a ella le daban un poco de asco los pájaros, sobre todo esas sucias y desgarbadas palomas, siempre pensó que lo mejor era que volaran, que volaran lejos. Pero si se tenía que conformar con ese horrible calendario, lo haría, jolines.

Sin embargo, cuando llegó al cuarto de sus padres, vio que no había nadie. Empezó a llamarlos, pero no contestaban. Volvió al cuarto que compartía con su hermano para preguntarle si él sabía algo, pero no, tampoco estaba allí. Empezó a gritar, a llorar, a buscar en los cajones, sin ni siquiera entender por qué iban a estar ellos en los cajones. Al final, recordó que el teléfono de su madre estaba apuntado en la nevera y la llamó. Cruzó los dedos para que contestara. «¿Qué pasa, cariño, dónde estas?» dijo su madre y la niña soltó un suspiro de alibio. «¿Dónde estáis vosotros?», preguntó ella. «Oh, no, Camila, no me digas que dejaste ayer el calendario de adviento en la basura?», le preguntó y la niña empezó a sentir un pequeño vértigo que hizo que todo empezase a tambalease bajo sus pies.

«Maldita sea, Camila», gritó entonces su padre, que acababa de coger el teléfono, y le contó que acababa de tirar a la basura los 24 días de diciembre y que ella estaba ahora en el día de Nochebuena, mientras su hermano y sus padres continuaban en el día 1 de diciembre. La niña se puso a llorar, porque se imaginó que si vivía 24 días por delante de su familia, ésta nunca la alcanzaría otra vez y tendría que pasar las navidades sola. «Tranquila, el año que viene tiraremos nosotros el calendario a la basura y te alcanzaremos», le dijo su madre. «¡Tengo que estar sola un año!», exclamó asustada Camila y volvió a ponerse a llorar.

La Navidad tiene estas cosas, ocurren milagros, pero a veces sólo son didácticos, no literales y esto atempera el shock. Cuando la niña estaba a punto de perder un ojo por la sal concentrada de miedo y dolor de sus lágrimas, oyó cómo se abría la puerta de su casa y entraban su padre, su madre y su hermano. Ella corrió a abrazarlos y a perdirles perdón. «Te perdonamos, tonta», dijo Pablo, su hermano, que no entendía nada, pero le parecía divertido, y juntos abrieron la primera ventana de sus calendarios.

La Navidad es todo un género literario, de los célebres cuentos de Charles Dickens a los hermanos Grimm o E.T.A. Hoffmann, del que ahora se ha hecho una nueva adaptación muy libre de su clásico «El Cascanueces y el rey de los ratones». No hay autor que no se haya acercado en un momento u otro al género y en la mayoría de los casos el humor tiene un protagonismo central. Todo el mundo sabe que la Navidad no empieza hasta que el reno no se ríe. ¿Y cuando se ríe el reno?. Cuando le explican algunas de estas historias.

Quaderns Crema acaba de editar el libro «Contes de Nadal políticamente correctes... per unes festes lluminoses», del escritor y sátiro James Finn Garner. Después de su antológico «Cuentos infantiles políticamente correctos», ahora regresa con la misma fórmula para convertir a Papa Noel en un hombre moderno de bien o quitarle todo el óxido a Scroodge y las barbaridades que esos fantasmas le hacen pasar abusando del pobre anciano. De nuevo, una hilarante manera de burlarse de esa exasperada necesidad de vivir bajo los códigos de lo «políticamente correcto».

Más imaginación, más ternura, y el mismo número de risas tiene «Espíritu de la Navidad», de la infalible Connie Willis. la autora de «Tránsito» o «El libro de juicio final», que en esta antología de sus mejores historias sobre lo que ocurre durante estas fechas nos presenta fiestas de empresa ridículas, amigos invisibles de masiado literales, o lo malas para la salud que pueden ser las películas de Navidad.

Otro especialista en el género del relato, David Sedaris, en «Oh, Blanca Navidad», nos explica su experiencia como elfo o la horrible posibilidad de que ni siquiera te den este trabajo. O cómo llevar hasta las últimas consecuencias eso de que lo importante en estas fechas es dar. Esta recolección de sus mejores relatos sobre la Navidad son una delicia para leer en alto en los grandes almacenes y demostrar lo que realmente importa en Navidad.

El mundo del cómic no es ajeno al género, por supuestoLa editorial Norma acaba de publicar «Santa Claus Junior», del enfant terrible de la ilustración europea Ralf König. En este caso nos explica la historia de Ute, una mujer harta de toda la pantomima que rodea estas fechas y decide que no piensa celebrar absolutamente nada, sólo esperar a que se acaben las fiestas. Sin embargo, recebirá la inesperada visita de un enamoradizo miembro de la familia Claus que la obligará a replantearse su decisión. El sardónico artista se vuelve tierno para su mejor historia en mucho tiempo.

Del mundo ilustrado nos llega la vigésima relectura de uno de los clásicos de la Navidad, «El Grinch», del gran mago Dr. Seuss. Los cines vuelven a tener una adaptación animada del personaje, pero lo mejor es leer a los niños, o que lo lean ellos, que ya son mayores, el original, «¡Cómo el grinch robó la Navidad!», gran homenaje a todos los cascarrabias del mundo que, por muchas razones que tengan para ser como son, siempre pueden buscar nuevas estrategias para no ser el malo.

Más exagerado y violento, pero a ratos histéricamente divertido, dentro del humor negro, muy negro, es el regreso del gran Grant Morrison. «Happy» se llama su nueva creación, la historia de un asesino a sueldo que una navidades se tropieza con un caballito enano y azul que responde al nombre de Happy y que le ayudará a sobrevivir en un mundo donde hay asesinos de niños que se disfrazan de Papa Noel. Tan extático e hiperbólico como siempre, Morrison demuestra que también hay un lado marciano en la Navidad, tan marciano que «Happy» ya es una serie de televisión. ¡En qué mundos vivimos! ¡¡En los mejores!! ¡¡¡Feliz Navidad!!!

Aunque el clásico de los clásicos dentro de las historias de Navidad llenas de humor es «El regalo de los Reyes Magos», de O. Henry, o lo que el amor es capaz de hacer que la Navidad ni siquiera puede. Esta historia nos presenta a un matrimonio pobre que decide en secreto buscar el mejor regalo de Navidad para cada uno. Ella le regalará una cadena de platino para su hermoso reloj, lo único de valor que posee. Él le regalará un elegante y hermoso peine de marfil para que pueda peinarse su envidiada y preciosa cabellera. Sin embargo, cuando se dan los regalos, él descubrirá que su mujer tuvo que vender sus cabellos para comprarle la cadena, mientras que él tuvo que vender su reloj para poder comprar el peine. Y quien no se ría y llore a un tiempo con esta historia es que no tiene corazón. Al menos los renos siempre se ríen y lloran y comienza la Navidad.

Mil ejemplos en cada casa

A partir de aquí, los ejemplos son múltiples. De «Tres Nadals», de Quim Monzó a «los doce terrores de Navidad», de John Updike, el genial «Es Nadal, Charli Brown», de Charles Schultz; la poco valorada Janet Evanovich y su mejor personaje femenino en «Visiones de Sugar Plums»; el otro lado de Dickens en la recientemente adaptada al cine «El señor Dickens y su cuento», de Samantha Silva; esa delicia que es «El ángel más tonto del mundo», de Christopher Moore o el lado más bizarro de «¡Qué bello es vivir!». La lista es infinita y sigue con los tres cuentos que Truman Capote dedicó a estas fechas o «El hombre delgado», de Dashiell Hammett. Cuando Camila abrió la ventana del 2 de diciembre de su calendario, en vez de una chocolatina, le saltó toda una biblioteca que le destrozó los pies. «¡Papaaaá!», gritó.

Hitos

«Contes de Nadal políticament correctes», de James Finn Garner

Sátira de nuestros viciados tiempos bajo la fórmula iniciada con «Cuentos infantiles políticamente correctos».

«Santa Claus Junior», de Ralf König

Revisión de lo importante que es celebrar la Navidad por los motivos correctos, no simplemente porque toca.

«¡Cómo el Grinch robó la Navidad!», del Dr. Seuss.

Siempre hay que regresar a los clásicos y éste difinitivamente lo es.