El desafío independentista
La última confesión de Pujol: «¿En qué momento me equivoqué?»
Critica el radicalismo de sus sucesores y acusa a Mas de no haber liderado una relación con Madrid
Critica el radicalismo de sus sucesores y acusa a Mas de no haber liderado una relación con Madrid.
Anciano, decaído, próximo a cumplir los noventa años, el gran patriarca de la saga, Jordi Pujol i Soley, el hombre que gobernó Cataluña durante casi treinta años con un poder absoluto, sigue recibiendo a dirigentes antiguos de CiU, empresarios y escritores que en su día le veneraban. Una de sus últimas reuniones, según ha sabido este periódico, tuvo lugar en un restaurante del Pirineo, cercano a su casa de Queralbs, dónde el ex presidente de La Generalitat se refugia. «Muy tocado por el asunto judicial de sus hijos y desolado por lo que ve». En efecto, según fuentes de la familia, Pujol atraviesa un momento delicado, algo sorpresivo, ante lo que sucede en Cataluña. «¿En qué momento me equivoqué,?», le preguntó a un grupo de empresarios en este encuentro. «President, no lo dude, en la elección de su sucesor, Artur Mas». Esta fue la contundente respuesta de sus interlocutores, que acusaron directamente a Mas de ser el primer causante del conflicto catalán ahora, en palabras del propio Pujol, en un callejón de muy difícil salida.
Los asistentes a esta comida, propiciada por el ex presidente y a la que también asistieron antiguos altos cargos de CIU, no tienen duda: «A Pujol no le gusta lo que ve y tampoco lo entiende». Él se define como un hombre de Estado, que negoció siempre muy hábilmente con los presidentes Felipe González y José María Aznar. «Tiraba de la cuerda, pero sabía hasta dónde para sacar rédito», aseguran estas fuentes, que observan al ex presidente muy desolado. Al calvario judicial de la familia, los procesos de sus hijos, se unen ahora unos problemas de salud de su esposa, Marta Ferrusola. La poderosa «Dona», la mujer que manejó todos los hilos de Cataluña, no pasa hoy por un buen momento aquejada de algunos problemas neurológicos. En el entorno de la familia la discreción es total, pero nadie niega que sobre el clan más poderoso que un día lo fue todo en Cataluña los vientos no soplan nada favorables. «Mal pagados», asegura el propio Pujol en sus últimas reuniones como una premonición de su inocencia frente a tanta corrupción monetaria imputada en los tribunales.
Según quienes le visitan en estos días, Pujol no acaba de entender el radicalismo de sus sucesores y está profundamente desencantado con Artur Mas. El «hereu» que sustituyó a su hijo Oriol, el delfín llamado a los grandes destinos que se quedó en el camino por su imputación en el caso de las ITV, aparece hoy como su gran fracaso. «¿Me equivoqué?», insiste el patriarca en su pregunta. Sí, desde luego. Mas no quiso, o tal vez ni siquiera supo, liderar una relación con Madrid que Pujol y sus hombres en el Congreso, en especial Miquel Roca y Josep Antoni Durán Lleida, siempre bordaron. «De ser un lobby influyente a una algarada callejera». Esta fue la reflexión del hombre anciano, triste pero aún con buena cabeza, que les trasladó a los empresarios con los que mantuvo el encuentro. Muchos de ellos no ocultaron sus críticas hacia Mas, a quien acusan de ser el primer cómplice del conflicto.
Pero Mas no se achanta y ha prodigado en los últimos días sus apariciones en Barcelona en diferentes foros socio empresariales. Su inhabilitación acaba en febrero del próximo año y, según fuentes de su entorno, baraja la posibilidad de volver a liderar el PDeCAT, dado que Puigdemont es un fugitivo eurodiputado y a Torra se le da por amortizado. El actual Govern de la Generalitat está roto y la situación de Torra es insostenible. Así es el unánime análisis de políticos y empresarios catalanes ante el auge del conflicto. Todos los sectores políticos y empresariales coinciden en que la crisis es muy seria y que ERC, el gran socio de gobierno, forzará la salida de Torra y una convocatoria de elecciones autonómicas, tras las generales, el gran balance que todos esperan. Medios soberanistas reiteran que Puigdemont sigue moviendo los hilos, maneja a Torra como un títere y tiene también a su lado al ex presidente Artur Mas. El motivo es, según ha sabido este periódico, la mediación que Puigdemont hizo ante la ANC para que pagara la elevada fianza impuesta a Mas por su inhabilitación y el embargo de su casa barcelonesa. Algo que Mas le suplicó en su día viajando a Waterloo y que «El Puchi» aceptó realizar.
Las mismas fuentes subrayan que un sector de la ANC se negaba a pagar esa elevada fianza, pero que finalmente accedieron por las presiones de Puigdemont. Por ello, ambos mantendrían ahora un pacto que pasa por la rehabilitación política de Mas en la política catalana, una vez se levante su pausa judicial en febrero. En los últimos días, se le ha visto en todos los foros empresariales importantes, y, según dirigentes presenciales, «está altivo y con muchas ganas de volver». Fuentes del PDeCAT así lo admiten, aunque vaticinan «un polvorín» y una previsible escisión liderada por Marta Pascal y antiguos diputados de CiU, en virtud de los resultados del 10-N. Lo cierto es que tanto tiempo después, los dos ex presidentes se ven poco y mantienen roles distintos: Jordi Pujol decaído y desolado. Artur Mas, engreído y con ganas de marcha. Así se escribe la historia.
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