Arte, Cultura y Espectáculos
La última mirada del Picasso grabador
El museo barcelonés del genio expone la extraordinaria serie gráfica «156» con la que cerró su camino artístico como grabador
Hasta el final de su vida Pablo Picasso estuvo en activo, tanto es así que se dice que horas antes de morir estuvo dando algunas pinceladas a una tela, «Femme nue couchée et tête», que se convirtió en su último cuadro. Pero es que en la recta final de su vida, el genio malagueñodemostró una productividad asombrosa. La obra gráfica fue uno de esos campos en los que demostró ese torrente de creatividad. El Museo Picasso de Barcelona presenta estos días, bajo el comisariado de Claustre Rafart, una exposición en la que podemos ver la serie «156», un conjunto de grabados realizados entre 1968 y 1972, el trabajo con el que Picasso dio el punto y final a su renovadora mirada hacia el grabado.
Presentados por primera vez en la histórica Galerie Louise Leiris de París en 1973 –todavía en vida de Picasso–, las piezas que se pueden ver en la capital catalana forman parte de los fondos del museo desde que fueran donadas en 1980 por los herederos del artista. Realizados en la casa-taller de Notre-Dame-de-Vie, en Mougins, el pintor contó con la colaboración de los impresores Aldo y Piero Crommelynck, fundamentales en aquellos años, hasta el punto que el segundo aparece retratado en uno de los grabados. fue entre el 24 de octubre de 1968 y el 25 de marzo de 1972 que quiso hacer directamente en la plancha uno de sus últimos saludos desde el ruedo plástico que supo hacer propio durante décadas hasta ser el gran titán del siglo XX.
Rafart explicó esta semana, durante la presentación de la muestra, que el conjunto demuestra «el dominio de la técnica» por parte de un Picasso que hizo de la mujer desnuda «el tema dominante» de «156». «Es la serie de la citación porque se refiere a sus antepasados, a los coetáneos, a él mismo como artista, a “Las señoritas de Aviñón”, a la “Suite Vollard” o a pintores que admira como Rembrandt, Goya, Manet o Degas».
En estas composiciones, Picasso nos permite contemplar algunas de las obsesiones de su periodo creativo final. En este sentido, nos encontramos con numerosas variantes del tema del artista y la modelo, algo que puede verse como un trasunto del propio artista y su relación –pictórica y afectiva– con las mujeres que se acercaron a sus óleos y dibujos.
La suite se titula «156», pero en Barcelona solamente podremos ver 155 porque la que se conserva en el museo no posee la plancha número 7. Hay una explicación. De esa pequeña aguatinta, solamente se llegaron a realizar tres pruebas, pero nunca se editó. Para complicarlo mucho más, tampoco se ha podido localizar la plancha de cobre. Otro misterio.
El conjunto tiene mucho de inventario visual del maestro, un catálogo de lo que ha ofrecido a lo largo de años de producción artística. Y lo hace desde sus orígenes, como lo acredita la aparición de su propio padre, el mañagueño José Ruiz Blasco, en la suite. Pero si su progenitor representa un tipo de pintura académica y decimonónica, totalmente rechazada por Picasso, en contraposición «156» también acoge temas que admira de otros. Es el caso de las majas goyescas, una escultura de Matisse o una de las bañistas de Ingres que tanto le gustaban. También nos queda el envidiable trazo de un genio que con el buril plasma su mejor despedida.
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