Política

Víctor Fernández

«Lo peor para un periodista es que al ver su nombre se sepa que dirá en el artículo»

Bajo el título «La mirada lúcida» (Anagrama), Albert Lladó nos propone una mirada hacia su oficio: el de contar cosas o, lo que es lo mismo, el periodismo

En este pequeño gran ensayo, su autor nos invita a abordar los retos de este oficio con un artículo olvidado de un joven Albert Camus como guía de excepción
En este pequeño gran ensayo, su autor nos invita a abordar los retos de este oficio con un artículo olvidado de un joven Albert Camus como guía de excepciónlarazon

Bajo el título «La mirada lúcida» (Anagrama), Albert Lladó nos propone una mirada hacia su oficio: el de contar cosas o, lo que es lo mismo, el periodismo.

Bajo el título «La mirada lúcida» (Anagrama), Albert Lladó nos propone una mirada hacia su oficio: el de contar cosas o, lo que es lo mismo, el periodismo. En este pequeño gran ensayo, su autor nos invita a abordar los retos de este oficio con un artículo olvidado de un joven Albert Camus como guía de excepción.

–¿A quién se dirige en su libro: al periodismo novato, al veterano, al que trabaja en redes sociales o en papel?

–Tiene la voluntad de no solo dirigirse a periodistas porque creo que esa mirada lúcida que reivindico o pregunta cuál es nos afecta a todos, al ciudadano en general. Pero, evidentemente, tendrá un interés mayor para el periodista, para todos los periodistas, especialmente para aquellos que como yo –que es un diálogo conmigo mismo– nos vemos afectados por la inercia en algún momento, una de las grandes trampas que impiden mirar lúcidamente.

–¿Cómo ve el estado de salud del periodismo de hoy?

–El libro y mi perspectiva no es nada catastrófica. Para nada. Creo que están saliendo modelos alternativos. Creo que los grandes medios se están dando cuenta que imitar a los medios virales era un error. Los medios generalistas, que en sus digitales habían imitado esas estrategias, se han dado cuenta que era un error. Así que no se trata de pesimismo u optimismo sino de reflexionar porque nos dedicamos al periodismo y no a otra profesión. Esa reflexión será cada vez más necesaria. A partir de ahí, habrá cambios significativos. Uno de ellos es el entender que el periodismo no se puede medir por el CPM, un criterio de tarifas de publicidad que es simplemente cuantitativo. Los anunciantes preguntaban a los medios cuántos CPM tienen, pero todos sabemos que es mucho más importante que un artículo de media alguien lo esté leyendo un minuto que 0,1 segundos. son criterios que poco a poco se irán estableciendo y eso transformará también la forma de hacer periodismo «on-line». Y eso no está lejos.

–Para realizar ese discurso usa a Albert Camus como guía.

– Sí. Creo que tiene una actualidad muy sorprendente. Es un texto que había quedado absolutamente olvidado y una colaboradora de «Le Monde», hace pocos años, lo descubrió en un archivo y lo publicó en ese periódico. Es un texto de 1939 donde dibuja los cuatro puntos cardinales de lo que él considera como el periodismo libre: lucidez, desobediencia, ironía y obstinación. Tomo esos cuatro puntos cardinales y lo que me pregunto es que quieren decir aquí. Creo que son un mecanismo que nos puede ayudar muchísimo hoy. Hay que preguntarse qué es la lucidez, algo que no tiene que ver con ser brillante sino que es otra cosa: es, por ejemplo, no caer en el culto a la fatalidad o el culto al odio. Por otro lado, la ironía, la necesidad de una cierta distancia, no caer en cierta literalidad. Tengo la teoría que el periodismo es un género literario que puede construir metáforas o imágenes, así como puntos de giro, algo que se puede hacer desde la ironía socrática, es decir, desde cierta distancia. La ironía es una señal de respeto hacia el lector y cuando se escribe desde la ironía implica el uso de un código, sobreentendiendo que el otro lo captará, compartiendo un universo de significados.

–Camus habla también de la obstinación.

–El periodismo es una profesión liberal, en el sentido de que somos periodistas las 24 horas del día. Eso tiene que ver la obstinación de intentar explicar la realidad a través de un elemento tan vulnerable como es la palabra, que a la vez es nuestra herramienta y a la vez nos encarcela. Las palabras están siempre connotadas y hay que quitarle esas capas.

–Otro punto que reivindica el escritor francés es la desobediencia.

–Muchas veces la desobediencia quiere decir no a las presiones del poder. Reivindico en el siglo XXI la desobediencia contra uno mismo, contra los propios prejuicios. Lo más triste que le puede pasar a un periodista es que cuando vean su nombre piensen lo que va a decir en el artículo. Hay que intentar desobedecer a los propios prejuicios. Creo que era Rousseau quien decía que prefería ser un hombre de paradojas que de prejuicios. Hay que habitar la paradoja.

–¿Cómo ve la relación entre el periodismo de papel y el digital? ¿El papel es un dinosauro?

–No, para nada es un dinosauro. El papel ha de ser un objeto de placer. En esto, el mundo editorial lo ha entendido muy bien. Si quieres seguir trabajando con un soporte como el papel, debes hacer que resulte placentero. Hoy, por ejemplo, de forma muy extraña, la gente vuelve a leer revistas, algo que no pasaba de manera tan asidua desde los 90. Creo que convivirán perfectamente el papel y el digital. Tienen roles distintos y ya veremos cómo evolucionan. Igual que convivieron la radio y la televisión, cada uno encontrará su manera de llegar al lector. Es difícil pensar que el papel, de aquí a 20 años, aparezca cada día como lo ha hecho durante dos siglos. Es posible que se convierta en un semanario con artículos de fondo. Eso no es una mala noticia. Un buen semanario, un buen suplemento, es un placer absoluto. No veo el fin del papel como algún gurú pronostica.

–¿Por qué el periodismo es una forma de resistencia?

–Porque hay una guerra de lenguaje en la que vivimos. Tanto la publicidad de mercado como la propaganda política intentan imponer un relato constantemente. El periodismo debe volver a nombrar el mundo.

«La mirada lúcida»

Albert Lladó, Anagrama.

96 págs.,

8,90 eur.