París
Los maestros de la pantomima
No es por desacreditar las palabras, pero hay veces que no hacen ninguna falta. La prueba está en la legendaria compañía suiza Mummenschanz, auténticos renovadores del lenguaje teatral, capaces de cautivar al público en completo silencio, con las únicas armas de unas máscaras, juegos de luces, mimo y mucha imaginación. Su influencia ha sido máxima y sus recursos escénicos han sido imitados por todo el mundo. Ahora cumplen 40 años y han querido celebrarlo por todo lo alto.
El Barts Teatre acoge hasta el próximo 29 de septiembre «Els músics del silenci», montaje con que Mummenschanz han querido rescatar los mejores números de su carrera. Manos gigantes, esculturas llenas de color, ojos que lloran papel higiénico, máscaras de todo tipo, hombres que sólo son tubos que se alargan y contraen, todo es posible para estos artistas que juraron no aburrirse y, sobre todo, no aburrir nunca, y lo consiguieron con creces. «Desde el principio quisimos contar historias cotidianas, que el público se sintiese muy identificado, y que sintiese el impulso de saltar al escenario y jugar con nosotros como si fueran niños pequeños», aseguró ayer Floriana Frassetto, uno de los tres miembros fundadores de esta compañía que nació en París, se instaló en Suiza, se hizo mundialmente famosa en Estados Unidos, como un Cirque du Soleil, y que luego no ha dejado de dar vueltas al globo. «Cuando empezamos, estábamos convencidos de que íbamos a revolucionar el mundo. Trabajábamos mucho en la calle, en pequeños teatros, hasta que nos Marchamos a Estados Unidos yallí todo explotó. Parecía que éramos Colón y habíamos descubierto un continente nuevo», afirmó Frassetto.
Tres épocas diferentes
El espectáculo está dividido en tres partes. Cada una incluye diferentes números de los tres grandes montajes que les otorgaron fama mundial. Sin apenas pausas, la pantomima se convierte en una coreografía emocional, basada en la manipulación de objetos cotidianos. Sólo necesitan un movimiento del cuerpo para desatar la imaginación del público. «Empezamos a experimentar con una combinación de baile, pantomima y teatro y nos tropezamos con un lenguaje nuevo, un idioma hecho a partir de objetos de la vida cotidiana. El único ruido que se escucha durante el montaje es la respiración y la risa del público. Ellos marcan el ritmo», aseguró Frassetto, que tras 40 años, todavía tiene mucho que decir.
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