Literatura

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Madre no hay más que una, ¿por suerte?

De Stephen King a Verity Bargate, la maternidad más cruel y traumática ha conseguido grandes obras maestras literarias

Julianne Moore en el «remake» de «Carrie»
Julianne Moore en el «remake» de «Carrie»larazon

De Stephen King a Verity Bargate, la maternidad más cruel y traumática ha conseguido grandes obras maestras literarias.

Los sagartios aseguraban que el amor no era más que la respuesta emocional ante la severidad o el cariño de una madre. Si creemos que el amor es el motor de todas las cosas, y como decían los sagartinos, el motor del amor es la madre, entonces la madre tiene que ser el motor de todas las cosas. Los sagartianos eran un pueblo muy sabio. No es extraño, por tanto, que su figura sea una de las más explotadas de la historia de la literatura. Y claro que hay ejemplos de grandes madres coraje en la ficción, pero lo cierto es que la madre abusiva, cruel y traumática da para novelas tan espeluznantes como geniales.

La útlima madre absorbente que ha llegado a las librerías es la reedición por parte de Alba Editorial de «No, mamá, no», de la inglesa Verity Bargate. Auténtica obra de terror realista, la obra se inicia con esta frase, lo que deja claro que nada bueno puede pasar a partir de aquí: «Lo que más me sorprendió cuando me enseñaron a mi segundo hijo y lo cogí en brazos fue la total ausencia de sentimientos. Ni amor. Ni cólera. Nada».

En una primera y estremecedora primera persona, esta crónica de la temible depresión post parto nos presenta a Jodie, una mujer que se siente incapaz de querer a sus hijos como merecerían serlo, revirtiendo el poco amor que ella sintió de su madre. Cae así en una espiral que la hundirá cada vez un poquito más abajo hasta un complejo desenlace.

La depresión post parto tiene otra obra maestra en su regazo, el clásico «El papel pintado amarillo» (Contraseña), de Charlotte Perkins. Historia corta de tintes autobiográficos, Perkins explica su depresión tras el parto de su hija Katherine y cómo su psiquiatra le recomendó reposo absoluto y nula actividad intelectual. De ahí el «papel pintado amarillo» del título, lo único que parecía tener derecho a mirar todo el día. Gran icono feminista, el libro es una crítica de la sumisión femenina a la clásica percepción del hombre de lo que tiene que ser una mujer. Perkins, cuando escapó de su matrimonio y su psiquiatra y dejó libre su gran capacidad creativa se convirtió en una excelente madre, pero eso es otro libro.

Estos dos primeros ejemplos no nigan que existan auténticas madres villanas. Solo hay que pensar en «Carrie», de Stephen King. La madre de la trastornada adolescente es una fundamentalista religiosa que cree que su hija es fruto del pecado y la trata en consecuencia. Ejemplo claro de que la madre es el motor de todas las cosas, será su crueldad contra la niña lo que provocará su incapacidad de relacionarse con sus semejantes y dará pie a abrir sus tendencias homicidas. Si tu madre cree que eres un pecado, sólo en el pecado puedes ser.

Otra horrible madre es Corrine, de «Flores en el ático», de V. C. Adrews. Como la madrastra de «Hansel y gretel» que obliga a su marido a dejarlos solos en el bosque para que mueran y no sean más una carga, aquí su incapacidad de mantenerlos cuando queda viuda, y la posibilidad de heredar una fortuna si se prueba que no tiene hijos, la llevará a encerrarlos en el ático e intentar envenenarlos. Por suerte el ansia de venganza de un hijo repudiado por su madre es la fuerza más terrible y certera que existe. Que se lo digan a Carrie.

La literatura infantil también ha indagado en la figura de la «mala» madre, como en la genial «Matilda». La niñac on poderes telequinéticos, como Carrie, no la tomará con sangre contra el mundo porque encontrará una madre alternativa, amante y desprendida, su profesora. Si no hay sustituto, hay desequilibrio y psicosis, como en «Psicosis», vamos. El genial libro de Roald Dahl muestra que la madre no es una figura biológica, sino una figura de proximidad. El reverso de esta historia es «Coraline», de Neil Gaiman. No desees una madre de cuento, sino sólo una madre que te quiera, o el cuento puede ser de terror.

Los ejemplos son infinitos, de «Medea», de Eurípides, y el sacrificio de sus dos hijos para fastidiar al padre, a «Madame Bovary», de Flaubert, «Mientras agonizo», de Faulkner o «Tenemos que hablar de Kevin», de Lionel Shriver, otro ejemplo de que la madre es el motor de todas las cosas.

Charles Dickens, Angela Carter, John Kennedy Toole, los escritores siempre han tenido conflictos con sus mamás

Los escritores no suelen tener mucha suerte con sus madres, aunque por supuesto no es imperativo tener una madre cruel para ser creativo. Charles Dickens tenía una horrible relación con su madre. Para ser justos, no la tenía mejor con su padre. El caso es que en sus célebres libros no hay prácticamente ningún caso de madre biológica cariñosa y entregada a sus hijos. Le era imposible escribir algo que tenía la sensación en casa momento que era mentira.

Otro ejemplo es el malogrado John Kennedy Toole. Su madre, con delirios de grandeza, le echaba en cara sus propios fracasos, y siempre le menospreció hasta el delito, asegurándole que había sido el mayor error de su vida. El autor de “La conjura de los necios” acabó por suicidarse. La ironía de la historia es que fue la insistencia de la madre la que consiguió que el libro se publicase póstumamente, dando a esa madre el momento de celebridad que siempre había deseado.

Las escritoras no tienen mejor suerte, como Angela Carter, que sufrió abusos e intimidación por parte de su madre y marcó para siempre su visión de la maternidad. Sólo hay que leer su revisión de los cuentos de hadas para ver su descrédito. Otro ejemplo de madres pesadilla es la de Jeanette Winterson que en «¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?» habla de su difícil relación con su madrastra, aunque en este caso sin odio o animadversión. Odio y animadversión tenía el hijo de P. L. Travers, autora de «Mary Poppins», al menos según su hermano gemelo. Ella sólo adoptó a uno y cuando se conocieron, su odio por la madre explotó.

Muchos tienen madres suicidas, como Kurt Vonnegut, que vio como su familia perdía todo su dinero y posición durante la gran Depresión, y ella optaba por quitarse la vida.