Estreno teatral
Oscar Wilde era un fan del «indie pop»
El TNC acoge la obra «La importància de ser Frank», adaptación con canciones de Paula Bonet de la clásica comedia del dramaturgo inglés
Carol Ferrol se disfrazó de príncipe Carlos y se presentó en la fiesta afirmando que su madre estaba a punto de llegar. El disfraz era perfecto, no había forma de descubrir el engaño.
Carol Ferrol se disfrazó de príncipe Carlos y se presentó en la fiesta afirmando que su madre estaba a punto de llegar. El disfraz era perfecto, no había forma de descubrir el engaño. Al verlo, los ojos de Mercedes Vilanova, su mejor amiga, se quedaron en blanco. No podía creer que el príncipe Carlos estuviese allí.
Ella misma había procurado disfrazarse con minuciosidad. No sabía qué hacía allí el mismísimo príncipe Carlos, pero no pensaba dejar que le robase el protagonismo. Mercedes iba vestida de la madre del príncipe y el parecido era primoroso. La chica fue a la puerta de entrada y se acercó corriendo al príncipe. «Qué haces aquí, no te había dicho que no te movieses de palacio».
Carol no supo qué contestar, sorprendida, pero no podía descubrir el engaño, necesitaba ser el príncipe un poco más. «Mamá, cómo has llegado tan pronto. Papá te esperaba en casa», dijo nerviosa y dio dos besos a su falsa madre.
En ese momento, a Simón Carrasco se le cayó la copa al suelo y el estruendo hizo que todos se giraran. Tanto a Carol como a Mercedes también se les cayó la copa al verlo a él. Simón iba disfrazado precisamente del Rey Nemrod II, el padre del príncipe Carlos y el parecido era asombroso. Se presentó ante aquellas dos personas con miedo a que descubriesen su mascarada, pero no podía permitir que le robasen el protagonismo. «Qué broma es esta, ¡por qué no me habéis esperado!», excalmó y ante su sorpresa, los otros dos empezaron a disculparse con la cabeza gacha. «Vaya, a ver si no voy a ser el rey de verdad», pensó.
Wallace Stevens, que iba disfrazado del Papa Gregorio XV, se acercó al grupo y tiró su propia copa al suelo creyendo que era una costumbre de la realeza. Todo el apartamento estaba mirando a aquellos cuatro y cuando el verdadero príncipe Carlos entró por la puerta, todos tiraron su copas al suelo. «Carol, sé que eres tú, te quiero», dijo Carol al auténtico príncipe Carlos, que reconoció en seguida esa voz y se besó a sí mismo hasta que el rey y la reina, con los ojos llorosos, decidieron darse una nueva oportunidad. Cuando Mercedes se enteró que aquel hombre no era el rey, respiró aliviada.
Una fábula moderna
Si Oscar Wilde hubiese conocido a la pobre Carol Ferrol, podría haber firmado una estupenda comedia de enredo. Él le pondría su toque cínico y perverso con el que reírse de todas las costumbres e hipocresías del momento, y el resultado podría ser algo tan brillante como «La importancia de llamarse Ernesto», su gran obra maestra sobre la libertad y la posibilidad de convertirse en lo que uno quiera ser.
El Teatre Nacional de Catalunya (TNC) acoge hasta el 10 de junio el montaje «La importància de ser Frank», adaptación modernizado de David Selvas y Cristina Genebat del clásico, que cuenta como gran novedad que las cartas que en el original presentan el texto son aquí canciones.
Miki Esparbé es John Worthing, David Verdaguer es Algernon y Laura Conejero Lady Bracknell, en un elenco que cuenta también con Paula Jornet, conocida artísticamente como la cantautora Pavvla, que aquí no sólo interpreta a Cecily, sino que compone y canta siete canciones que ayudan a avanzar la acción. «No son canciones tipo musical de Broadway, pero sí que explican la acción. Algunas tienen letras mías y otras tienen las mismas palabras de Wilde. Podríamos describir el estilo como pop rock, incluso indie», señaló la actriz y cantante
para Selvas, la obra no deja de ser «una fábula en torno al tema de la libertad» y por eso no lo sitúa en ningún momento histórico, sino en algo indeterminado donde la historia coge toda su fuerza. «Lo único que quería es no hacer de ingleses, pues quedaría falso e impostado. Aquí todos los personajes tienen espíritu mediterráneo y contemporáneo. Entendemos así de donde surgen todas las réplicas geniales. Aquí la gente se enfada, se toca», sentenció Selvas.
El montaje es. así, a un tiempo «fiel y libre del original», pero claramente identificable, que Selvas ha comparado con las películas de Wes Andersen o la misma «La la land» en esa sensación de que estamos observando algo poético y lejano de lo real, pero al mismo tiempo reconocible. «Alfonso Sastre ya escribió en 1990 una adaptación del texto en versión musical. Al verlo, nos sentmos muy respaldados. La obra no deja de reivindicar la imaginación y la belleza», dijo.
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