Literatura
Paseos por la Barcelona de Machado
La capital catalana fue el hogar del poeta antes de marchar al exilio. Aquí llego el autor de «Soledades» en abril de 1938
La capital catalana fue el hogar del poeta antes de marchar al exilio. Aquí llego el autor de «Soledades» en abril de 1938
Solemos asociar el nombre de Antonio Machado a ciudades como Sevilla, Soria, Segovia o Madrid. Pero el poeta está también vinculado a Barcelona, la última ciudad en la que vivió. Probablemente la capital catalana no ha sido muy justa con el autor de «Campos de Castilla» porque poco es lo que queda de su paso, pero sí se puede hacer una pequeña ruta por algunos de los rincones vinculados a uno de los hitos de la poesía española de todos los tiempos. El ochenta aniversario de su muerte puede ser una buena excusa para pasear por la Barcelona de Machado.
En abril de 1938, la guerra continuaba mostrando su peor cara. Unos meses antes, el poeta, acompañado de su madre Ana Ruiz, su hermano José, su cuñada Matea y sus tres sobrinas, había dejado Madrid para pasar a vivir en Rocafort, cerca de Valencia. Un tarde de abril de ese 1938, la última que pasó en Rocafort, Machado recibió un telegrama en el que se le anunciaba que a la mañana siguiente se pondría un coche a su disposición para ser trasladado a la capital catalana. No se podía perder tiempo; Valencia ya no era un lugar seguro para los simpatizantes de la Segunda República, como lo demostraba el ataque de las tropas franquistas.
Unos días antes de salir de Valencia, Machado había empezado a colaborar con el diario «La Vanguardia». El 27 de marzo de 1938 se había publicado el primero de los muchos artículos que publicaría en ese medio. Junto a su texto titulado «Notas inactuales, a la manera de Juan de Mairena», el periódico barcelonés añadía una nota editorial con la que se quiso dar la bienvenida a tan ilustre firma: «Don Antonio Machado, el más glorioso de los poetas españoles contemporáneos, inicia con el presente artículo su colaboración en "La Vanguardia", que con ella se honra altísimamente. Bastarían estas líneas para el taludo ritual; pero, además de un gran escritor, entra con don Antonio en nuestra casa uno de los ejemplos máximos de dignidad que la tragedia española ha ofrecido. Don Antonio, cargado de años, de laureles y de achaques, ha renunciado a su derecho al descanso, y mantiene vivo, juvenil y heroico el espíritu liberal que informó su vida y su obra, y, sobreponiéndose a si mismo, su pluma mantiene la gallardía y la gracia poética de sus mejores horas. Con don Antonio Machado nos llegan un escritor y un hombre. Bien venidos ambos».
Por todo ello, nuestra ruta debe empezar por la que fue durante años sede de este periódico, en los números 28 y 30 de la céntrica calle Pelai. Hoy es un hotel y en su interior no queda nada de la sede de un periódico. Pero fue aquí donde llegaron los artículos que Machado escribió para la que fue su sección «Desde el mirador de la guerra», posteriormente llamada «Desde el mirador de la contienda». ¿Machado vino alguna vez hasta las oficinas de «La Vanguardia» para entregar sus artículos? Es posible, aunque el poeta llegó con mala salud a Barcelona, primeros síntomas del cercano final.
Su primer hogar aquí, a instancias del Ministerio de Instrucción Pública, fue un hotel. Para ello debemos acercarnos hasta el Hotel Majestic. En la recepción, una placa –colocada a instancias de la Sociedad Cultural Andaluza Almenara– recuerda desde 1989 el paso de Machado por este establecimiento, al igual que una suite que lleva su nombre y que está decorada con algunas imágenes y libros suyos. Pero el Majestic no fue del agrado de Antonio Machado, como lo recuerda su hermano José. «En este odioso ambiente de hotel, tan poco propicio a su amada soledad, pasó un mes. Allí, como en un andén de estación, pasaban, se cruzaban toda clase de personas conocidas y desconocidas, sospechosas. Baja al hall solamente en las horas de las comidas y algunas noches permanecía en él un rato más, para tomar café, cuando los amigos iban a visitarle. Pero en general se quedaba en sus habitaciones pensando y trabajando».
Sin embargo, el Majestic le dio la oportunidad de coincidir con su amigo el también poeta León Felipe que lo acompañó en sus paseos por las escaleras de un hotel donde ya no funcionaban los ascensores. Aquí también conoció al novelista estadounidense Waldo Frank, «con el que solía conversar algunas noches en la no muy larga estancia de éste en Barcelona», en palabras de José.
Durante la Guerra Civil, el gobierno republicano instaló en la capital catalana la sede de sus ministerios. Fue aquí en esta avenida donde estuvo el Ministerio de Instrucción Pública y Sanidad, donde Antonio Machado fue recibido, a su llegada a Barcelona, por el subsecretario de Estado, Wenceslao Roces y el ministro Segundo Blanco González. En otro ministerio, el de Estado, también en la Diagonal. Se reencontró Machado con Alfonso Sancho Saez, quien fuera alumno suyo en Madrid, así como con el ministro Álvarez del Vayo.
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