Arte, Cultura y Espectáculos

Política, mejor reír que llorar

La sátira en torno al poder vuelve a resurgir con fuerza a través de novelas modernas y clásicas

Política, mejor reír que llorar
Política, mejor reír que llorarlarazon

Un político es un señor lleno de amor por sus semejantes, dispuesto al escarnio y la injuria por su vocación de servicio. Tanto es así, que muchos los describen como los defensores del espíritu de Papa Noel durante todo el año. Dar, dar, dar, ese es su leitmotiv. Luego vienen los humoristas y los desprestigian y la sociedad se vuelve en su contra. Estos escritorzuelos recuerdan todo lo malo que han hecho y la gente se olvida del gran amor por sus semejantes que tienen dentro. Es injusto, pero es que las sátiras políticas son demasiado buenas para que pase de otra forma.

El género satírico vive una nueva vida en las librerías. En una época en que todo lo que se oye es recortes, crisis, cortinas de humo, corrupción, conflicto de intereses, desafección política, está claro que es mejor reír que llorar. Hay sátiras clásicas que fascinan hoy como cuando fueron escritas, como «Rebelión en la granja» o «Un mundo feliz», pero reír, lo que se dice reír, no hacen. Luego están otras como «Los viajes de Gulliver» o «Cándido», que sí provocan sonrisas y esa incómoda sensación de vergüenza ajena, pero carcajadas tampoco. Ahora, lo que toca es reír con la pierna suelta. Los tiempos lo exigen.

Uno de los últimos ejemplos, venido desde México, es «Si viviéramos en un lugar normal» (Anagrama), de Juan Pablo Villalobos, que nos transporta al caótico y salvaje México de los 80 y cómo el insulto era la única forma de no cargar las bayonetas contra los gobernantes y su corrupción.

Desde Portugal, la editorial Acantilado recupera el clásico «El conde Abranhos», de Eça de Queirós, que tira a matar de risa contra las mezquindades y bellaquerías del político. De Inglaterra, la lista es infinita, empezando por «¡Menudo reparto!» (Anagrama), de Jonathan Coe, que va de la deria contra la era Thatcher al descontrol de principios de los 90 de Major. Entre los clásicos está «Jonathan Wild», (Cátedra) de Henry Fielding o «Izad las banderas», (RBA) del gran Evelyn Waugh o «Alicia en Westminter», (Alpha Decay) de Saki.

Desde Estados Unidos hay divertimentos extremos como «Nuestra pandilla», (Mondadori), en que Philip Roth ataca la era Nixon o las geniales aproximaciones al género de John Steinbeck con «El breve reinado de Pipino IV» (Navona) o la locura de Mark Twain con «El soliloquio del rey Leopoldo», contra el célebre monarca belga. Aunque la mejor y más continuada en el tiempo es «Pogo» la viñeta del dibujante Walt Kelly, que a través de las andanzas de unos animales antropomorfos mezcló absurdo, «slapstick» y crítica política y social a un tiempo.