Cataluña
Sanchis: «TV3 debe representar a la mayoría social del país que es la independentista»
LA RAZÓN publica un adelanto de «En el huracán catalán» de la francesa Sandrine Morel que se publica hoy
Durante la entrevista, Sanchis no solo se jacta de haber sido uno de los principales organizadores de la gran manifestación de 2010 contra el Constitucional bajo el lema «Somos una Nación. Nosotros decidimos», sino que, además, añade con orgullo que fue él mismo quien «inventó el eslogan».
Después de pasar horas y horas viendo la televisión pública catalana y comprobando la orientación ideológica de la cadena a través de sus informativos y sus programas de debate, de la selección de los invitados y de los temas, hasta en algo tan anecdótico pero revelador como su costumbre de dar la previsión meteorológica exclusivamente para los «Países Catalanes» (incluido el Rosellón francés), a pesar de que hay miles de ciudadanos de Cataluña que toman diariamente el tren para desplazarse a Madrid, en octubre decido visitar TV3 para hacer un reportaje.
Allí entrevisto durante un buen rato a su director, Vicent Sanchis, un hombre exaltado, siempre con una sonrisa irónica en los labios. Le voy haciendo preguntas y él, a su vez, me las plantea a mí también para tratar de conocer cuál es mi opinión acerca de la independencia catalana. Me somete así a una especie de interrogatorio. El tono de la conversación sube. Él se muestra convencido de que pienso que los catalanes están «adoctrinados». Los dos coincidimos en que, en los últimos treinta años, Cataluña ha trabajado sin descanso para «construir una identidad política». Al final, acaba contestando a mis preguntas. Cree que, si hay críticas contra TV3, en todo caso se debe a que la televisión pública constituye, junto con la policía y la escuela, uno de «los tres pilares básicos de un Estado ». No duda de que su papel es fundamental, y me explica que debe representar a «la mayoría social de este país», que, según asegura sin el más mínimo titubeo, es «independentista ». La sinceridad con la que proclama su posicionamiento ideológico y el de su cadena resulta desconcertante.
Durante la entrevista, Sanchis —vicepresidente de Òmnium Cultural entre 2008 y 2015— no solo se jacta de haber sido uno de los principales organizadores de la gran manifestación de 2010 contra el Tribunal Constitucional bajo el lema «Somos una Nación. Nosotros decidimos», sino que, además, añade con orgullo que fue él mismo quien «inventó el eslogan».
Cuando se le nombró para este cargo en la cadena pública, los empleados protestaron por considerar que su designación era excesivamente política. No es difícil encontrar los comunicados que el Comité de Empresa y el Consejo Profesional de TV3 emitieron con ocasión de aquel nombramiento, en marzo de 2017. En ellos critican su cercanía respecto a «la antigua Convergència Democràtica de Catalunya» y lamentan que el Govern siga contemplando la CCMA como «un instrumento de propaganda a corto plazo». Cuando, a finales de octubre de ese mismo año, el Gobierno español hizo el amago de tomar el control sobre TV3 tras la aplicación del artículo 155 en Cataluña, los empleados alzaron la voz contra el riesgo de injerencia política. Recordaron el vergonzoso uso que el PP ha hecho de Televisión Española, pero olvidaron que ellos mismos pidieron en su momento que se despolitizara la CCMA, dado que, a partir de una reforma de 2012, sus miembros se eligen por mayoría absoluta en el Parlament, mientras que antes se necesitaba el apoyo de los dos tercios de la Cámara, y no se da suficiente valor a criterios profesionales.
Las críticas internas de TV3 parecen tímidas en comparación con las protestas que llevan a cabo sus compañeros de TVE, los cuales, en cuanto consideran que un tema se está censurando o recibe menos atención de la que merece, multiplican sus comunicados. Además, denuncian constantemente el control político al que está sometida esta cadena pública española. Un dirigente sindical del canal autonómico accede a hablar conmigo —con la condición de que mantenga su anonimato— y me explica que, para muchos periodistas independentistas, la «lucha por la libertad» se ha convertido en una «causa superior» que está por encima de cualquier norma deontológica. También me confiesa que TV3 paga «muy bien» a sus empleados y que resulta difícil pegarse un tiro en el pie y arriesgarse a dañar la reputación del canal.
Sin embargo, la calidad de este medio no debería ser una excusa para evitar preguntarse qué partido han tomado determinados periodistas, convertidos en militantes políticos, cuando no en activistas contrarios al Estado español. El 20 de septiembre, durante una emisión en directo, un reportero de TV3 se subió al capó de uno de los coches de la Guardia Civil atacados por la multitud y arengó, como si fuesen héroes, a los manifestantes que bloqueaban la puerta del Departament d’Economia, donde los agentes estaban realizando un registro. Dos días después, una locutora de Catalunya Ràdio pidió a los oyentes, taxistas y camioneros, que informasen de los movimientos de la Guardia Civil y de la Policía Nacional en Cataluña para que esos datos se pudiesen difundir en antena. Como si fuesen enemigos. De un modo más sutil, cuando el presidente francés Emmanuel Macron se pronunció contra la independencia de Cataluña o las empresas anunciaron que iban a trasladar su sede social, aparecía en pantalla el subtítulo «Presión del Gobierno español».
Como si la única explicación posible para cualquier crítica a las decisiones de los dirigentes catalanes fuese la existencia de amenazas o de intereses ocultos. En mi caso, conseguí que se rectificara una información que se había dado en el programa Tarda Oberta el 21 de septiembre: en él se presentó la entrada del blog de una suscriptora —representante de la ANC en Francia— como si se tratara de un artículo de mi periódico. En aquel texto se calificaban las detenciones y los registros del 20-S de posible «golpe de Estado» por parte del Gobierno central en Cataluña. Y yo recibí en mi teléfono un mensaje tras otro de personas que me preguntaban cómo era posible que Le Monde hubiese escrito aquello...
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