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El subidón adictivo de las compras

La adicción no distingue clases sociales. Los que padecen este trastorno compran en la Milla de Oro o en las tiendas multiprecios. La recompensa emocional es la misma
La adicción no distingue clases sociales. Los que padecen este trastorno compran en la Milla de Oro o en las tiendas multiprecios. La recompensa emocional es la mismalarazon

Se les ve cargados de bolsas, camuflados entre la miríada de gente que estos días inunda las zonas comerciales de ciudades y pueblos. Son, aparentemente, como el resto, pero en su interior libran una constante batalla entre la necesidad y el deseo. Hablamos de los compradores compulsivos, casi un siete por ciento de los que habitan países desarrollados, personas incapaces de controlar el impulso de adquirir cosas que, en muchos casos, acabarán en el fondo del cajón u olvidadas en el armario.

Las rebajas que han comenzado estos días en todo el país no se lo ponen fácil. «Es una época en la que están más expuestos a la presión social, a los reclamos publicitarios, a las llamadas del 'compre, compre', así que la tentación es mayor en estas fechas».

Andrés Roig, jefe de la Unidad de Psiquiatría en el Hospital Casa de Salud, explica la diferencia entre la locura temporal transitoria de los que se dejan llevar por el consumismo y aquéllos que realmente padecen una enfermedad. «Se trata de un trastorno del control de los impulsos en el que los pacientes confunden la necesidad con el deseo. Estas personas experimentan un desasosiego e inquietud que solo se alivia con el hecho de comprar, aunque sean, en muchas ocasiones, objetos innecesarios».

Las consecuencias de estos impulsos irrefrenables van más allá de las económicas - «muchos llegan a endeudarse una y otra vez»- pues suelen derivar en un sentimiento de culpa que difícilmente desaparece y en problemas personales y familiares de todo tipo. Ello, sin embargo, no impide que el ritual se repita.

Y lo hacen mediante el sistema tradicional. Un paseo hasta la tienda es para ellos mucho más gratificante que una adquisición a través de internet. «Reclaman una satisfacción inmediata. Quieren tener el artículo ya, en el justo momento del subidón, así que las compras «on line» no les sirven, porque no les gusta esperar a que el producto les llegue a casa».

Roig duda acerca de la prevalencia femenina en este tipo de trastornos, pues, si bien es cierto que se conocen más casos entre mujeres adictas a las compras, los hombres también lo padecen. Entonces, ¿por qué la imagen que se da de esta enfermedad es la de una señora con problemas de control sobre la tarjeta de crédito? «Pues porque en el caso de los hombres se suele interpretar como un coleccionismo, una especia de 'hobby'. Socialmente su adicción es más imperceptible». Este hecho y el de que ellos suelen mostrar menos sus sentimientos, retrasan la visita al especialista. «Por eso cuando llegan los hombres a las consultas, tiene realmente un problema más profundo».

El trastorno, no obstante, no distingue clases sociales y se ceba tanto en la pudiente como en la obrera. «Sólo cambia el precio de lo que se adquiere». Dará igual que se compre en la Milla de Oro o en el comercio multiprecios del barrio, la motivación, el impulso y la culpa son las mismas.

Menos incidencia se da entre los jóvenes, ya que, tal y como explica el psiquiatra, poseen menos autonomía económica. «También se da, pero las familias les suelen poner un tope y eso les frena un poco».

Roig explica cómo hemos pasado de una sociedad donde el control del gasto era absoluto y no se compraba nada si no había dinero, a otra en la que nos vemos invadidos por el consumismo, en la que los bancos te dan facilidades para gastar y endeudarte y en la que los establecimientos están diseñados para que compres, por lo que no es de extrañar que gran parte de nuestras compras sean compulsivas. «Nos movemos a golpe de deseo. El 'tú lo vales', 'tú te lo mereces'... Nos alientan hacia el narcisismo». Y sucumbimos como Narciso en el lago de las rebajas.