Valencia
La Principal: templo de felicidad para gastrónomos con itinerancia gourmet
En el Día de Andalucía el gusto milita como el más agraciado de los sentidos con éxito asegurado
En el Día de Andalucía el gusto milita como el más agraciado de los sentidos con éxito asegurado
Hay jornadas donde el gusto milita como el más agraciado de los sentidos y la memoria del paladar nos envía señales gustativas que debemos descifrar. Una sobremesa para celebrar el Día de Andalucía con augurios y expectación, organizada por la sociedad gastronómica El Colpet, en el restaurante La Principal se convierte en la excusa perfecta para ser ilustrada.
Aunque muchos restaurantes tienen un emblema culinario, una particularidad en la que se apoya toda su acción, otros se atreven con cualquier reto y se convierten, previa reserva obligada, en un mapa de sabores sin fin. Y este es el caso de La Principal (C/ Polo y Peyrolon, 5) convertido en templo de felicidad para gastrónomos donde cualquier cocina es acogida y enfrascada con la máxima calidad.
La casualidad del calendario deportivo gobierna la vida gastrónoma. Comer bien no tiene que estar reñido con el espíritu deportivo en un terreno de juego como La Principal donde se mezclan aficionados béticos que rinden culto al arroz y los clientes habituales en las horas previas al partido. El fútbol como condimento convierte los comedores en un armónico mestizaje. Lo que la gastronomía ha unido que no lo separe el gol.
El menú especial propuesto revolotea el alma culinaria andaluza. La emblemática tortita de camarón, fina, dorada y crujiente textura, llega a la mesa de manera perfecta donde alcanza niveles de delicatesen.
El genuino mollete de Antequera con cochinillo, pan con historia y origen centenario, de textura esponjosa, miga delicada y corteza blanda, aplanado con el volumen justo se convierte en la base ideal para acoger el jugoso y tierno cochinillo deshilachado.
Regreso a las esencias. El (in)esperado carnoso y sabroso, espeto de sardina con un asadillo de pimiento equilibrado ensarta nuestros paladares por el sabor, la textura y el generoso salado que nos traslada al verano.
Las razones que esgrime el cocinero albaceteño, Josue Urgel González, son bastantes persuasivas. La itinerancia gourmet y la geografía de sabores, como duplicidad razonada, se alternan en pos del éxito.
La llegada del salmorejo sacude la mesa con su cromatismo exultante. Se tejen toda clase de conjeturas y fantasías al probar la particular versión del salmorejo cordobés que registra una agitación sin precedentes. El acabado y presentación del plato llaman la atención. Una vez satisfecha la curiosidad, la ensalada malagueña de patata morada, naranja y bacalao colabora en el afianzamiento de la comida y nos dispone para los próximos platos.
Nuestros paladares se aproximan al Estrecho de Gibraltar para probar la apreciada urta con gazpachuelo malagueño y tartar de crudites de verdura. El conseguido gazpachuelo como tercer ingrediente desborda las previsiones y permite la desaparición de lo gustativamente ordinario.
El curso serpenteante del menú especial discurre entre sorprendentes versiones como el flamenquín cordobés con pastel de patata que goza de merecida fama entre los presentes. El suave tocino de cielo con fruta tropical y nube de mandarina provoca una súbita conversión golosa a los comensales que no practican habitualmente el discurso dulce.
En gastronomía siempre han sido bien recibidos los homenajes. El aprecio exige cercanía. Las deudas obligan y se pagan. A la sociedad gastronómica El Colpet debemos experiencias estimulantes, esas que nos desagravian de otras sobremesas cuya fecha no queremos recordar y nos revelan que hecha las sumas y las restas la vida gastrónoma merece ser vivida con intensidad. Entre los purpurados gastrónomos destacó en la más delicada e incómoda de las responsabilidades el organizador de esta jornada, Eduardo Aznar. Sombrerazo.
En La Principal como referente de la restauración de producto, el conocimiento y experiencia de la familia Honrubia caminan en paralelo como almas gemelas, buscan la excelencia cotidiana tanto en el servicio, quién da más, como en el plato. Si a esto sumamos que les gusta implicarse hasta las últimas consecuencias y controlar todos los aspectos, que no son poco ni sencillos, el éxito está asegurado. La visita propina una obvia satisfacción, sin necesidad de acrobacias ni supuestas genuflexiones culinarias. El final de la sobremesa nos traslada a esa cosa elusiva y tan difícil de conseguir que es la felicidad gourmet.
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