Literatura
Matilde Asensi: «Los ‘catónicos anónimos’ me hicieron volver con el Catón»
«EL REGRESO DEL CATÓN». ¿Qué pueden tener en común la Ruta de la Seda, las alcantarillas de Estambul, Marco Polo, Mongolia y Tierra Santa?
¿Qué pueden tener en común la Ruta de la Seda, las alcantarillas de Estambul, Marco Polo, Mongolia y Tierra Santa?
–Mucho ha llovido desde aquel año 2001 cuando «El último Catón» cautivó a millones de lectores, una historia que para usted estaba cerrada, ¿Por qué retomar el hilo de algo que teóricamente estaba terminado?
–Por culpa de los lectores básicamente. Ellos son los culpables de ese libro (señala a un ejemplar de «El regreso del Catón» que descansa encima de la mesa). Yo me responsabilizo del contenido, pero la idea de volver con el Catón no es mía. De hecho, me quedé perpleja cuando la gente pedía más, había «creado catónicos anónimos», literalmente, era una cosa impresionante.
–No sería fácil retomar algo después de tantos años, ¿cómo se planteó esta nueva aventura?
Llegó un momento en el que algo imposible para mí, se volvió posible. Yo era consciente del peligro que tienen las segundas partes, pero me encontraba en 2012, cuando teóricamente ni quebramos ni nos rescataron, el país estaba hundido, las editoriales cerrando y los libreros echando gente. Desde casa veía como si se estuviese hundiendo el mundo, mi mundo, el mundo de la editorial. Ahí fue cuando dije «bueno, si me sale bien puedo proporcionar algo de felicidad a la gente». Quería hacer feliz al resto, y la forma de hacerlo era con este libro, así me lo planteé.
–La religión y la Iglesia esconden una infinidad de enigmas y misterios sin resolver, pero de entre todos los temas que podía abordar en su historia, ¿por qué se decantó por el de los supuestos restos de Jesús?
–En «El último Catón» buscan las reliquias de la Vera Cruz, entonces tenía que ser un tema religioso que es lo que pega a Ottavia y Kaspar. Tengo la manía de escribir todas las ideas en una libreta, pienso que las ideas son como los sueños, si no los apuntas los pierdes. Así que en 2012, rebuscando entre esas notas, encontré esta idea, e investigué porque el tema era chulo, pero quería un libro con el mismo nivel. Entonces, recuperé mi historia, mis personales, y recuperé la voz de Ottavia. Ahí me di cuenta que había recuperado un personaje que me encanta. Este fue el primer paso, luego vino la documentación y finalmente me puse a escribir porque tenía lo imprescindible, el relato.
–Los lectores pueden evidenciar por cuál de sus personajes siente predilección, pero ¿es Ottavia su álter ego?
–Me gustan todos los personajes, Ottavia, Kaspar y Farag en especial, son un trío que me gusta mucho, la verdad. Pero tengo que admitir que al utilizar la voz de Ottavia es el personaje más cercano a mí. De hecho, incluso en este libro me he permitido trasladar a ella todas las locuras y tonterías que yo digo habitualmente en mi vida cotidiana. Pensaba que hacía falta hacer reír al público y por eso me lo permití en «El regreso del Catón». Y he de decir que no, Ottavia no soy yo, lleva mi ADN, es como mi hija y tiene mi sentido del humor, pero ella es de una manera y yo de otra.
–Muchas veces le han preguntado por el hecho de que Ottavia Salinas colgase los hábitos por amor, algo que desde la Iglesia podría verse con muy malos ojos. ¿Cree que su personaje casa más con el actual Pontífice?
–Podría decirse que sí. Es cierto que ha habido una revolución en el Vaticano, bueno, la está habiendo en este momento. De hecho, cuando yo escribí «El último Catón» me centré demasiado en la figura de Juan Pablo II. Lo que él hizo fue gastar el dinero de la Iglesia para crear la Banca Vaticana porque necesitaba el dinero para hacer caer el comunismo en los países del este. En cambio, en la situación actual, Francisco es un Papa mucho más cercano al evangelio y humilde que quiere acabar con esa situación de grandes catedrales y lujos. Él ha vuelto al evangelio puro y duro, ese en el que se centra este nuevo libro, exactamente, en lo que dice Jesús.
– ¿Podría concretar a que se refiere con eso de «lo que dice Jesús»?
–Creo que es necesario saber la diferencia entre fe y doctrina. Jesús no era un prohibidor, no prohibió nada, solo divulgaba la palabra del amor. Hasta que llegó Pablo de Tarso que se apoderó del cristianismo, se autoproclamó apóstol y creó la doctrina. Desde esta perspectiva, para mí la fe en Dios es algo personal, y por otro lado está la doctrina de la Iglesia, que es el pegote añadido sobre lo otro y que inició Pablo con los primeros escritos y los cuatro evangelios canónicos que se escribieron bajo su tutela.
–El trasfondo de «El último Catón» es el poder. Pero mucho se habla de que el poder, sea cual sea, corrompe, ¿lo cree realmente así?
–Lo creo, creo que el poder corrompe, ya sea político, religioso o de cualquier otra índole. A estas alturas de mi vida, y tengo 53 años, no solo estoy segura de que el poder corrompe, tengo claro que va a seguir pasando siempre y que ha estado pasando a lo largo de la historia.
–Siguiendo en esta línea, ¿qué opinión le confiere a usted el poder político?
–Para mí, los políticos son un lujo carísimo que no nos podemos permitir. Además, no nos han traído nada bueno, son los únicos que no han padecido los recortes, ellos siguen igual, viviendo a cuerpo de rey. A los políticos no les importamos, por eso, soy de la opinión que mientras no reduzcamos al mínimo imprescindible a los políticos de las democracias y hagamos unas democracias reales, y no falsas como las que tenemos aquí con listas cerradas, no va a cambiar nada.
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