Valencia
Una Marina Real sin corona
La dársena de Valencia sigue infrautilizada y olvidada por las administraciones, inmersas en una guerra de competencias
La dársena de Valencia sigue infrautilizada y olvidada por las administraciones, inmersas en una guerra de competencias.
Valencia andaba despistada; miope para ver oportunidades que aprovechaban otras ciudades bañadas por aguas benévolas y algo vaga para darse la vuelta y mirar al mar que la hizo rica hace siglos. Valencia era muy de provincias hasta que alguien le quiso quitar complejos y hacerla capital del Mediterráneo, «ponerla en el mapa» y en las revistas de papel cuché. Ella se vio bella y se sintió querida; el foco de atención.
Sus playas, libres ya de jeringuillas y de garitos de la Ruta del Bacalao, se sembraron de locales con platos de paella a trece euros y gin- tonics de diseño. En el pantalán de su dársena atracaban yates de seis ceros y Prada ya no era solo una marca de lujo, sino un barco con posibilidades de ganar la Copa América y la organizadora de la fiesta con más «glamour» que ha visto esta ciudad.
Pero la capital se levantó de su sueño de una noche de verano con una resaca de más de 400 millones de euros, que era los que les debía al Estado por el crédito que permitió hacer realidad la Marina Real Juan Carlos, escenario de todos aquellas maravillas.
Desde entonces, y ya van seis años, hasta ahora, la zona marítima más turística se ha visto abocada a las idas y venidas de los Gobiernos que la mantienen y que aún siguen sin llegar a un acuerdo para que su futuro tenga el mismo esplendor que su reciente pasado.
Hace unos días, la Generalitat y el Ayuntamiento del tripartito acusaban al Gobierno popular en funciones de «boicotear» la dársena y de «ningunear los intereses» de los valencianos, al tiempo que le exigían la condonación de la deuda para hacer de esta infraestructura una alternativa turística y de innovación «viable».
Discriminación
Se queja Valencia de que el Estado haya pagado tradicionalmente acontecimientos como la Expo de Sevilla o de Zaragoza, los Juegos Olímpicos de Barcelona o la capitalidad cultural de Madrid «y los valencianos tengan que sufragarse la fiesta de la vela. Un tratamiento de absoluta discriminación y ninguneo».
Además, según el alcalde Joan Ribó, la actitud del Ejecutivo central pone en peligro la zona, pues dentro de poco acaban los contratos que de seguridad y mantenimiento que debía aprobar el Consejo Rector, y que siguen en el aire porque los de Cristóbal Montoro se niegan a reunirse.
Por su parte, el Ministerio de Hacienda denunciaba que la culpa del retraso a la hora de tomar decisiones era del Consistorio, pues éste se niega a nombrar al director del Consorcio Valencia 2007 para que asuma la responsabilidad de licitar dichos contratos por tiempo e importe inferiores hasta que entre un nuevo Gobierno.
Hacienda asegura que es el Estado el que está haciendo frente en solitario a los pagos financieros derivados del préstamo ICO suscrito por el Consorcio. Es más, según el Ministerio, Valencia no está dispuesta a hacer frente a la deuda que le corresponde de acuerdo con las cuotas del Consorcio (20 por ciento de deuda total), lo que a su juicio, paraliza cualquier solución. Así que el acuerdo entre ambas partes, se esfuma.
Y mientras las acusaciones se suceden, la dársena, como una vieja dama venida a menos, trata de maquillar el óxido de sus balaustradas y ocultar el desconche de la madera de sus pantalanes ajados por el paso del tiempo.
✕
Accede a tu cuenta para comentar