Moscú
100.000 euros por la mujer de González
Lorena Gallego y su amigo Iván fueron timados por tres sicarios, dos rusos y un búlgaro, que cobraron 30.000 euros pese a no cometer el asesinato
Madrugada del 14 de septiembre de 2013. Terminal 4 del aeropuerto de Barajas. Unas cuarenta personas sin techo duermen abrazando sus escasas pertenencias para que no se las roben. Otros, despiertos, beben latas de cerveza o vino en tetrabrick. Cada uno en un banco, el suyo. Hay uno que llama la atención. Es delgado, alto, absolutamente calvo. Va bien vestido y está afeitado. Se le conoce por «el limpio». En realidad, se llama Juan. Duerme, siempre que puede, cerca de la comisaría de la terminal, para evitar problemas. Los pasos de dos personas que se acercan a él le ponen en alerta. Son dos búlgaros. Conoce a uno. Se relaja. Es un buen tipo, de los que tomaron malas decisiones y luego la vida no les ha concedido una nueva oportunidad ni tregua. A Juan le cae bien. Han compartido pitillos unas cuantas veces: recto, bueno, de los que no se mete en líos. El otro le suena de vista, dice que se llama Pugmen. Le abordan y en susurros le proponen un negocio. El menos conocido no habla español, pero lleva la voz cantante. El otro traduce. Es sólo un primer contacto. Le piden que vaya a casa de una persona (Paco González), enseñe una foto y consiga una dirección. Sólo preguntar, nada ilegal. A Juan no le huele bien el tema y lo rechaza, pero le insisten. A lo largo de los siguientes días Juan se entera de una compleja trama cuyo final le aterra: hay dos personas que quieren matar a la mujer del conocido periodista deportivo Paco González. Han pagado por su asesinato, pero los que tenían que quitarla de en medio han huido con el dinero. Alarmado, corre a la Terminal 1 del aeropuerto de Barajas y se lo cuenta a la Policía.
Todos los datos que ha conseguido compilar a través de conversaciones con los dos búlgaros se resumen de forma cronológica en el siguiente plan criminal: dos españoles, hombre y mujer (Iván y Lorena, detenidos por la tentativa de homicidio de la mujer de Paco González) contactan con el camello de Iván: «Necesitamos un sicario para darle el pasaporte a una mujer. Dame un nombre». Éste les recomienda a dos rusos y a un búlgaro, Pugmen. Se celebran tres reuniones. La primera, en el Parque del Canal, en Madrid. Iván acude solo. Pide precio por el asesinato. Le dicen que 100.000 euros: 30.000 por adelantado y el resto cuando se haya concluido el trabajo. La segunda se celebra en la puerta principal del parque de El Retiro. Iván y Lorena acuden con 12.000 euros y encargan el crimen. Ella ya ha estado vigilando la casa de Paco González y comparte los datos con los supuestos sicarios: horarios del jardinero, asistenta, entradas y salidas del famoso periodista, de su mujer... Todo detallado. Quedan en verse una tercera vez, pero antes de despedirse Iván y Lorena anuncian que no van a soltar un duro más si no ven movimiento: fotos, preparativos, etc. El tercer encuentro ocurre en la Cafetería Santander. Los dos rusos y el búlgaro llevan una foto de la casa de Paco González: «Necesitamos el segundo pago. Tenemos a un sicario en Moscú. En cuanto tengamos el dinero, le llamamos. Viene a Madrid, asesina limpiamente y el mismo día regresa a Rusia. Es un profesional, la Policía no podrá pillarlo. Como en las películas». Iván, que ha acudido solo, les entrega 18.000 euros. Además, entreabre con disimulo una bolsa de «Mc Donald's» y les enseña los otros 70.000. «Cuando acabéis el trabajo, será vuestro», les promete. Cuando se va de la cafetería, un compinche de los rusos le sigue. Tiene el encargo de no perderlo y localizar su vivienda para poder extorsionarlo más veces, pero lo pierde.
Los dos rusos nunca tuvieron la intención de matar a nadie, tampoco Pugman. Los tres se habían aliado para estafar a Iván y Lorena. Dinero fácil, pero como no logran localizar el domicilio de ninguno de los dos ni descubren cómo dar con ellos, no pueden seguir estafándoles. Lo que el búlgaro no se esperaba es que los dos rusos se la «pegaran» a él. Ese mismo día huyen a Moscú con los 30.000 euros. Pugmen, el búlgaro, se queda frustrado y con la sensación de que le ha pasado por delante de las narices un plato de deliciosa comida al que no ha podido hincar el diente. Le da vueltas a la cabeza y acaba urdiendo un plan con el que cree que se puede forrar. Supone que la mujer de Paco González debe conocer a las personas que encargan su crimen, porque nadie manda matar a un desconocido. Si averigua dónde viven Iván y Lorena puede visitarles y decirles que o le sueltan los 70.000 euros o se chiva a la Policía de que quieren matar a la mujer del periodista. Entonces se acuerda de que tiene una fotografía con el rostro de Iván. Pugman, que es un tipo previsor, durante la última reunión le había hecho una foto a Iván con el móvil, mientras éste tomaba café. No sabía muy bien para qué, pero ahora le servía. Sólo tenía que encontrar a un tonto con buena cara y apariencia que fuese a casa del periodista deportivo con la foto y le preguntase su dirección. Es cuando Juan, el de la Terminal 4 de Barajas, entra por primera vez en escena. Pugman le ofrece 1.000, 2.000, 3.000 euros y finalmente, al verle tan reacio, un treinta por ciento de lo que sacaran en la extorsión.
Juan le dio largas: «Me lo tengo que pensar», pero sólo piensa en denunciar todo en comisaría. Pasan los días y no hay detenciones. Pugmen sigue acosándolo a diario en el aeropuerto, así que decide ponerse en contacto con Paco González. Le manda varios e-mails: «Necesito hablar con usted. Asunto de extrema urgencia. No es para tomarlo a broma. Me estoy jugando la vida por usted. Mi móvil es...». Paco no responde y Juan le va dando más datos: la dirección de la casa del periodista, una foto de Iván, el que encarga el crimen, y le pregunta: «¿Conoce a este hombre?». Finalmente, recibe una llamada del secretario de Paco González: «Usted debe denunciar todo lo que me cuenta en la Policía», le recomiendan, pero Juan ya había hablado con los agentes de Barajas. Alarmado, el director de «Tiempo de Juego» denuncia los hechos en el cuartel de la Guardia Civil de Las Rozas. Cuenta toda la historia y da los datos personales de Juan. Los investigadores lo interrogan y vuelve a repetir los mismo. Se piden intervenciones telefónicas, datos a las compañías de teléfonos, pero éstas tardan varias semanas en responder a las solicitudes. Pugmen es detenido y, con base en las evidencias, imputado por tentativa de asesinato. Queda en libertad con cargos a la espera de juicio, aunque debe ir a firmar los días uno y quince de cada mes. «Ésta es la historia muy resumida», explicó Juan en «Espejo Público» el pasado viernes.
El sábado quedé con él a tomar un café a media mañana en un garito oscuro, como el día, y poco transitado. «Estoy enfadado. Muchos periodistas no se enteran de nada, dicen que si yo soy un sicario, que si yo me quedé los 30.000 euros y me fui de vacaciones, que si fui detenido... ¡Todo mentiras! Podía haberme lucrado, podía haber mirado para otro lado, pero no lo hice. Soy pobre, pero tengo mi moral y mi ética. Acudí a la Policía, avisé a Paco González. Puse mi vida en peligro para tratar de salvar a su mujer. Ahora, yo vivo escondido, fuera de Madrid, porque tengo miedo. Y encima tengo que aguantar que mientan sobre mí», me dice mientras contiene las lágrimas.
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