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Madrid

Derribo inminente del Vicente Calderón: Fin a 51 años de historia

La operación urbanística permitirá la construcción de viviendas, zonas verdes y equipamientos. El viejo estadio se construyó sin licencia municipal y la grada principal se levantó sobre suelo público.

Uno de sus arquitectos fue Miguel Ángel García Lomas que siete años después de la inauguración fue nombrado alcalde de Madrid / Reuters
Uno de sus arquitectos fue Miguel Ángel García Lomas que siete años después de la inauguración fue nombrado alcalde de Madrid / Reuterslarazon

La operación urbanística permitirá la construcción de viviendas, zonas verdes y equipamientos. El viejo estadio se construyó sin licencia municipal y la grada principal se levantó sobre suelo público.

En los próximos días comenzará el derribo del estadio Vicente Calderón, inicialmente bautizado como «Manzanares» y en el que su propietario, el Atlético de Madrid, ha jugado hasta la temporada 2017-2018. Se derriban 51 años de historia y también de polémica urbanística, pues el estadio se construyó sin licencia municipal; además, la tribuna principal, se levantó sobre suelo público, en terrenos de la proyectada M-30. Uno de sus arquitectos fue Miguel Angel García Lomas, que siete años después de la inauguración del campo, sería nombrado alcalde de Madrid.

Sobre los terrenos que se van a liberar, tras la demolición del estadio, se pondrá en marcha la denominada operación Mahou-Calderón, una superficie de 193.804 metros cuadrados, destinados a uso residencial, con vivienda de protección pública, terciario y zonas verdes.

En la década de los años cincuenta el viejo estadio Metropolitano se había quedado obsoleto e insuficiente para dar cabida a la gran masa social que el Atlético de Madrid había generado en los últimos años. La junta directiva llegó a la conclusión de que la entidad tenía que construir un nuevo recinto, moderno, con mayor capacidad, incluso que se convirtiera en el primer estadio de fútbol de España donde todos los espectadores estarían sentados. Había voluntad, pero no recursos económicos suficientes para abordar el gasto de compra de terrenos y construcción de un nuevo estadio. Sólo habría viabilidad financiera si se consiguiera convencer al Ayuntamiento de que recalificara los terrenos del Metropolitano y pasaran de ser de uso deportivo, a urbanizables, con lo que se obtendría un espléndido beneficio económico de la venta de los mismos, y así afrontar el nuevo proyecto.

El Ayuntamiento recalificó el suelo y el club se lo vendió a la inmobiliaria Vista Hermosa. Así las cosas, en 1956, la entidad solicita un crédito bancario de 100 millones de pesetas para afrontar el pago de la compra de los terrenos para construir el nuevo estadio, ubicados en la zona sur de la capital, junto al cauce del río Manzanares.

A partir de esa operación, comienzan una serie de problemas, de irregularidades urbanísticas que ponen en peligro la ejecución del proyecto. El primer contratiempo fue que hubo que modificar las lindes de la parcela, para liberar una zona de terreno y así crear el paseo de los Melancólicos. Segundo obstáculo: la necesidad de cimentar más cerca del cauce del río encareció enormemente los gastos y la modificación de las lindes hizo que la tribuna principal del estadio se construyera sobre terrenos de la avenida del Manzanares, lo que posteriormente sería la M-30 y que obligó a que la autovía pasara por debajo de esa tribuna.

El hecho de que parte del estadio se levantara sobre suelo público impidió que se pudieran cerrar las esquinas, lo que constituía una clara infracción urbanística que nadie denunció, y que de alguna forma, fue consentida.

Pero el colmo de las irregularidades llega cuando continúa la construcción del estadio sin la preceptiva licencia municipal de obras. Para no entrar en litigios jurídicos, se dio por bueno el permiso emitido por el organismo Canalización del Manzanares, entendiendo que era competente en el asunto. El alcalde, Arias Navarro, negó en reiteradas ocasiones la licencia de obra, aunque los trabajos de construcción seguían avanzando. El presidente atlético, Vicente Calderón, echó un pulso público al primer edil: «Si el Ayuntamiento manda las máquinas para derribar lo que ya hemos construido, me pondré al frente de miles de socios para impedirlo».

Las obras habían comenzado el 3 de agosto de 1959, según el proyecto de los arquitectos Javier Barroso y Miguel Angel García-Lomas. Este último sería nombrado alcalde de Madrid, en 1973, lo que no deja de ser una curiosa coincidencia. Se fija la fecha de la inauguración para el 2 de octubre de 1966, pero dos días antes del celebrado acontecimiento, y para evitar sorpresas, el club presenta una solicitud de legalización de todo lo ejecutado. Llueven las críticas, especialmente la de aquellos que denuncian que no se puede legalizar lo que son irregularidades urbanísticas flagrantes, pero el Ayuntamiento termina dando permiso de apertura. Tiempo después se comentaría, que el alcalde, Arias Navarro, sucumbió a las «recomendaciones» o «instrucciones» de un ex ministro de Franco, el teniente general Antonio Barroso, hermano de uno de los arquitectos, Javier Barroso. El hecho de que el estadio corriera sus lindes más hacia el río, permitió la construcción de bloques de viviendas para militares en el paseo de los Melancólicos.

Operación Mahou-Calderón

Cincuenta años más tarde, el Atlético de Madrid siente la necesidad de construir un nuevo estadio y, para financiarlo, pone en marcha una operación de recalificación urbanística parecida a la que llevó a cabo con el Metropolitano, a fin de obtener recursos económicos, una operación que incluía la cesión al club del estadio de La Peineta, construido como infraestructura deportiva cuando Madrid aspiraba a ser sede olímpica y que terminaría bautizándose como Wanda Metropolitano.

Para hacer posible el proyecto, la zona del viejo Vicente Calderón y los terrenos anejos de las antiguas instalaciones de Mahou, conformaron un plan urbanístico que se topó con serios problemas administrativos, paralizaciones y revisiones para disminuir la edificabilidad y aumentar las zonas verdes y los equipamientos.

A finales del pasado año se dio el visto bueno definitivo al proyecto, a realizar en tres fases, con un periodo de ejecución de 34 meses y un presupuesto de 42 millones de euros.

La cercana demolición del viejo estadio marca la ejecución de la primera fase. Será la Junta de Compensación la encargada del derribo y de financiar toda la operación.

Se destinarán 33.339 metros cuadrados a uso residencial, de los cuales 13.234, serán para construir viviendas de promoción pública, y 14.705, para uso terciario. Los equipamientos ocuparán casi 14.000 metros cuadrados; las zonas verdes, 73.000 y el viario otros tantos.

Todo el proyecto ha exigido la modificación puntual del Plan General de Ordenación Urbana de Madrid, aprobado el 19 de diciembre de 2017. En los próximos días entrarán las máquinas para demoler un icono de la arquitectura deportiva madrileña, esas máquinas a las que Vicente Calderón amenazó con impedir su entrada si el Ayuntamiento de Arias Navarro decretaba el derribo de una infracción urbanística de gran calado en la historia de Madrid.

Más de 3.000 alumnos afectados por la obra

Las distintas asociaciones de madres y padres de alumnos (Ampas) de los colegios e institutos cercanos al Vicente Calderón están preocupados con el inicio de las obras de demolición del estadio. Susana de la Higuera, del IES Gran Capitán, expresó que desde las distintas Ampas entienden que «se tienen que hacer las obras» pero con unas medidas ambientales y de seguridad adecuadas porque «hay que proteger la salud de los niños y de los vecinos» contra el ruido y las partículas en suspensión.

Y es que, las obras del antiguo estadio del Atlético de Madrid afectarán, según calculan las asociaciones, a unos 3.200 alumnos de cuatro centros de la zona. De la Higuera manifestó que los padres de alumnos se sienten «decepcionados y defraudados por el Ayuntamiento» debido a que no cumplió con el «compromiso verbal» acordado entre las distintas partes sobre la demolición del estadio, que comenzará este febrero y se extenderá hasta finales de junio retomándose las obras en septiembre –justo al inicio del nuevo curso académico– perjudicando así a los alumnos «durante todo el curso».

De la Higuera apeló «al diálogo» y «al entendimiento» con el Consistorio pero advirtió de que, si eso no sucede, tomarán medidas para garantizar la salud de los menores. «Las pistas del Gran Capitán están a solo 50 metros de las obras», dijo.