Ayuntamiento de Madrid

El adoquín centenario que se niega a desaparecer

Data de principios del siglo XX y fue hallado durante los trabajos de ensanchamiento de las aceras. Una propuesta ciudadana pide respetarlo

El antiguo adoquinado ya «sobrevivió» a la década de los sesenta, tras la «operación asfalto»/ Cipriano Pastrano
El antiguo adoquinado ya «sobrevivió» a la década de los sesenta, tras la «operación asfalto»/ Cipriano Pastranolarazon

Data de principios del siglo XX y fue hallado durante los trabajos de ensanchamiento de las aceras. Una propuesta ciudadana pide respetarlo

El pasado abril, las aceras en Gran Vía comenzaron a ganar grosor. El objetivo: dar mayor protagonismo al peatón y a la bicicleta, amén de mejorar la calidad ambiental. Divididos en tres tramos, los trabajos de remodelación de la avenida madrileña se iniciaron en la calle Alcalá y finalizarán en Plaza de España. El plazo, finales de año. Concretamente, se comenzó por la acera de los números pares. Los operarios comenzaron a ordenar los desvíos de tráfico indispensables, de noche, para evitar congestiones. Los carriles se mantenían: dos por sentido, reservando uno al autobús. Sin embargo, a la altura de Callao, al poco de comenzar a levantar el pavimento, los obreros se toparon con un hallazgo que, aunque lógico por razones históricas, nadie esperaba: un adoquinado con más de cien años de antigüedad.

Hablar de estos adoquines es hablar de su historia y de la Historia. Era el 4 de abril de 1910. Su Majestad, Alfonso XIII, se encontraba en el número 47 de la calle de Alcalá, acompañado de las autoridades eclesiásticas y militares, así como del Gobierno. Con un golpe de piqueta, el monarca daba comienzo a las obras de demolición de las fincas enclavadas en la zona que comprendía el proyecto de reforma de la calle Preciados y el enlace de la plaza de Callao con la de Alcalá: la Gran Vía. ¿Los motivos? Similares a los de ahora: el tráfico, muy incipiente entonces, pero que ya causaba problemas a los madrileños. Era un proyecto muy ambicioso, cuyos primeros esbozos databan casi de mediados del siglo XIX: una avenida de 1.316 metros en sus tres tramos, con diferentes anchuras, lo que exigió demoler más de 300 inmuebles, suprimir 14 calles y modificar otras 34. En 1917 se acabó de terminar el primer tramo, hasta la Red de San Luis; en 1922, el segundo hasta la plaza Callao y el tercero, en 1930, hasta Plaza de España. A esa segunda fase, todavía en la década de los años diez, corresponden los adoquines ahora hallados. No en vano, durante los trabajos de entonces, los obreros se deshicieron de unos 27.000 m² de empedrado y adoquinado previo.

La Guerra Civil también dejó cicatrices en la emblemática avenida. Sobre todo en su tercer tramo, hasta Plaza de España, reducido poco menos que a un solar. Con Franco en el poder, se convirtió ya en la «Gran Vía de José Antonio»: tenía que ser el escaparate perfecto para las paradas militares y las grandes recepciones: desde Richard Nixon hasta los astronautas Aldrin, Armstrong y Collins, recién llegados de la Luna. Así nació la que se conoció como «Operación asfalto», a mediados de los sesenta. El adoquinado se despedía así de los madrileños por un espacio de 50 años, hasta su redescubrimiento el pasado mes de abril. El diario «Arriba» informaba así del asfaltado del último tercio de la Gran Vía: «Comenzó a las doce de la noche en punto del miércoles, a las veinticuatro del día 19 de julio de 1967 (...) Un espectáculo para las muchas gentes que a esa hora había en la calle y un alarde de técnica y de eficacia. En cinco horas, 500 metros longitudinales, 10.000 metros cuadrados, se terminó la tarea y ese tramo (...) comprendido entre las plazas de España y de Callao, quedó como una pista de baile. Dos horas menos que el plazo fijado por el Ayuntamiento (...) Se emplearon 1.500 toneladas de aglomerado asfáltico, por un valor superior al millón y medio de pesetas».

Nueve millones, pero de euros, costará la actual reforma de Gran Vía. Algunos vecinos ya piden respetar la calzada recién descubierta. De hecho, es una de las peticiones registradas en la web del Consistorio, decide.madrid.es: «Recuperar todo o parte del pavimento adoquinado de la Gran Vía que está apareciendo bajo la capa de asfalto actual». La petición subraya que «otras ciudades han sabido conservar estos pavimentos en su centro histórico», por lo que, «con las obras de la Gran Via, Madrid tiene ahora una oportunidad de recuperarlo». Así, la propuesta señala que «las zonas deterioradas por obras, zanjas etc... se podrían restaurar con material de alguno de los tramos en los que no se vaya a dejar visto».

Todo indica que el hallazgo no va hacer cambiar de opinión al Ayuntamiento: el nuevo asfaltado seguirá su curso. Se situarán unas aceras que «crecerán» tres metros, incrementándose el espacio peatonal en cerca de 7.000 metros cuadrados; se plantarán cerca de 250 árboles y se ganarán espacios ajardinados; se colocarán 70 nuevas papeleras y otros tantos aparca-bics... todo ello sobre un adoquinado centenario que, tras décadas de «silencio», quizá no vuelva a dar señales de vida... hasta la próxima remodelación.