Trabajo
El "bar escuela"que brinda a los jóvenes una segunda oportunidad
Chicos y chicas en riesgo de exclusión reciben formación como camareros en restaurantes emblemáticos de la capital. Es una más de las iniciativas puestas en marcha por Coca Cola en Madrid para impulsar el talento juvenil
Chicos y chicas en riesgo de exclusión reciben formación como camareros en restaurantes emblemáticos de la capital.
Mikel da instrucciones a Daniela, inmersa en la preparación de una ensalada. Hay «piques» cariñosos entre ellos. Sobre todo por la costumbre de esta joven de 22 años de trabajar a ritmo de «reggaeton». De hecho, en la pequeña pausa que se toma para hablar con nosotros nos enseña, con timidez, un videoclip en YouTube: «La que me conviene», de su paisano Shandy G., donde hace sus pinitos como actriz. Llegó hace siete años de la República Dominicana en compañía de sus padres. Hoy es una más del equipo del restaurante NuBel, amplia y moderna sala situada en plena esquina del Museo Reina Sofía. La música le gusta, sí, pero le tira más la cocina. «La vacante era para camarero, pero yo quería cocina. Es lo que me apasiona», dice. Le encanta hacer postres. Y tirando más del hilo, la «panna cotta». No puede evitar emocionarse cuando recuerda su anterior trabajo; la experiencia no fue positiva. Sin embargo, y a pesar de que una cocina no es una balsa de aceite, no puede ser más feliz. «Aquí, si alguien grita, le regañamos», dice Mikel, su mentor. La joven sonríe: por fin tiene un trabajo y un contrato.
Daniela es una de las jóvenes que han pasado por el campus de la Gastroescuela puesto en marcha por Coca-Cola, dentro de su programa GIRA Jóvenes, que busca formar a chicos y chicas con menos oportunidades y en situación de vulnerabilidad. Una iniciativa en la que colaboran Fundación Raíces y Azotea Grupo, al que pertenecen el restaurante NuBel y otros locales como el Picalagartos o la Azotea del Círculo de Bellas Artes.
Como explica a LA RAZÓN Juan José Litrán, director de relaciones corporativas y de la Fundación Coca-Cola, se trata de una iniciativa que ya habían puesto en marcha en el pasado y que hace unos meses han resucitado con la ayuda de Azotea. «Trabajamos con jóvenes en riesgo de exclusión y sin oportunidades, pero con el mismo talento que puede tener cualquiera. Buscamos que retomen su formación y, después, pasan por un programa de autoconocimiento y desarrollo», afirma Litrán. Estos «másters» incluyen unas prácticas tuteladas en restaurantes de alto nivel. Por ejemplo, Mikel Badiola ha sido el padrino de Daniela. «Es un trabajo complicado: trabajas cuando los demás están relajados, se lo pasan bien o están de fiesta. Pero aquí aprenden a disfrutar y a hacer disfrutar a la gente, a apasionarse por su oficio», dice Mikel.
«Es enriquecedor a todos los niveles. Tanto para los jóvenes que están viniendo como para nosotros desde el punto de vista personal: nos estamos encontrando con una calidad humana y unas circunstancias que se salen de lo normal. Todos traen una historia, una zona de conflicto emocional», explica Jesús Flores, de Azotea Grupo y responsable de NuBel. Disposición, ganas, entusiasmo, querer aprender... Esos serían los requisitos que piden a los participantes. «No puedes relajarte, pero tampoco correr. Puedes transmitir al cliente cierto estrés», añade Flores. El 100% de los jóvenes que ha llegado por la iniciativa de Coca-Cola se ha quedado a trabajar tras pasar su periodo de formación, en las mismas condiciones que cualquier otro trabajador.
José Manuel, de 19 años y vecino de Usera, lleva unos tres meses trabajando en barra y sirviendo comida en la terraza. Antes no se imaginaba trabajando en hostelería. «Veía a camareros que estaban agobiados y pensaba que esto no era lo mío. Cuando empecé en NuBel, pensaba que el trabajo iba a ser más duro. Y al principio me costó: llevar bandejas, servir vino... pero el compañerismo y los jefes lo han hecho todo más fácil».
Sin embargo, este programa tiene otra reivindicación en su puesta en marcha: dignificar un sector, el de la hostelería, que arrastra muchas críticas. De ahí que este aprendizaje, como dice Juan José Litrán, también implique una formación más «elevada. «En ocasiones, la hostelería ha buscado soluciones rápidas para resolver grandes problemas. Y si alimentas ese modelo, se da un círculo nada virtuoso. Desde un punto de vista del negocio, el sector tiene que adquirir nivel», dice Litrán.
«Durante muchísimos años, la hostelería ha gozado de mala reputación: el lugar donde va gente que no ha querido continuar con sus estudios. Esto afortunadamente ha cambiado. Hay un trato, hay unos horarios como los de cualquier otro gremio. No se somete a la gente a jornadas de 10, 11, 12 horas. No llevamos el eslogan de “es un trabajo muy esclavo”. La esclavitud ya se abolió. Desde Azotea les inculcamos una disciplina, una palabra que no está relacionada con la tiranía. Por ejemplo, la importancia de ser puntual», asegura Flores.
Y es que, si una carrera universitaria precisa de una serie de años de formación, «la hostelería se está convirtiendo en un gremio con muchas especialidades: no es un camarero que te pone un refresco, unos cubos de hielo y una rajita de limón. En NuBel, por ejemplo, hay metres, jefes de rango, ayudantes, departamento de cocina... No es solo camareros o cocineros», concluye Flores.
Un vínculo con el compromiso social
Como explica Juan José Litrán, Coca-Cola cuenta con un «vínculo» con Madrid en lo que respecta al empoderamiento de los jóvenes. Un ejemplo de ello son el Concurso de Jóvenes Talentos de Relato Corto o los premios Buero de Teatro Joven. Un certamen este último por el que, desde 2003, ya han pasado 78.000 jóvenes de entre 14 y 21 años y más de 3.800 montajes teatrales. Cada verano, cientos de chicos y chicas procedentes de toda España conviven en un campus donde reciben clases de interpretación, a la espera de que les llegue el día de la representación. Pueden ser obras clásicas, modernas u originales. En español, catalán, euskera... De hecho, se han premiado obras en mallorquín. «Madrid se convierte en el gran centro del teatro», afirma Litrán. Y es que estos actores y actrices en ciernes cuentan con la oportunidad de sumar cerca de un millón de espectadores durante los días que abarca el festival. «Algunos acaban dedicándose a la actuación, y otros desarrollan habilidades sociales y un gusto e interés por la cultura que antes no sabían que tenían. No buscamos tanto tealentos teatrales como la formación integral de los jóvenes», añade.
En esta última edición, celebrada en julio, el primer premio lo obtuvo el IES Doña Blanca de Molina con «Concierto para Viola (en do menor), obra que, a través de varias piezas de música clásica, representa las distintas fases por los que atraviesan las mujeres víctima de violencia de género. El segundo premio recayó en «Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny», pieza de Bertolt Brecht representada por el INS Celestí Bellera de Granollers (Barcelona). El tercer premio fue para «1º D», escenificada por el IES Poeta Claudio Rodríguez de Zamora: a través de los ojos de una niña, se van sucediendo escenas de la vida diaria de un instituto y de vivencias familiares.
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