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El túnel de Bailén: una zona que podría albergar restos del XVI

Se trata de uno de los puntos incluidos en la paralizada reforma de Plaza de España. Está previsto que se realicen trabajos de acondicionamiento.

En principio, el Ayuntamiento tenía contemplada la prolongación del túnel de Bailén hasta Ferraz. Sin embargo, Patrimonio puso objeciones. Foto: Jesús G. Feria
En principio, el Ayuntamiento tenía contemplada la prolongación del túnel de Bailén hasta Ferraz. Sin embargo, Patrimonio puso objeciones. Foto: Jesús G. Ferialarazon

Se trata de uno de los puntos incluidos en la paralizada reforma de Plaza de España. Está previsto que se realicen trabajos de acondicionamiento.

La reforma de Plaza de España, obras paralizadas por la Comunidad de Madrid hasta que el Ayuntamiento cuente con una supervisión arqueológica pertinente, no sólo implica la remodelación del punto que da nombre al proyecto. El enlace peatonal con el Templo de Debod, los jardines de Sabatini y la Cuesta de San Vicente es quizá el plato principal de un trabajo ambicioso, de dos años de duración, y que heredará el próximo Consistorio. Uno de los puntos a tratar, y que ya fue controvertido, era el de la prolongación del túnel de Bailén hasta Ferraz. Una intervención que ya fue paralizada por la Dirección General de Patrimonio debido a la riqueza arqueológica que podría hallarse en la zona. De hecho, en las últimas informaciones, se habla de «remodelación» o de «acondicionamiento» del túnel.

¿Qué podría hallarse en esa zona? El pasado verano, se realizó un estudio de las afecciones potenciales al patrimonio arqueológico vinculado al proyecto de ejecución de Plaza de España, que fue presentado a la Dirección General de Patrimonio. Para llegar a sus conclusiones, los técnicos estudiaron la planimetría, es decir, superpusieron los planos más antiguos que se conservan de Madrid con más recientes, estudiando la evolución de la trama urbana de la ciudad. «Vimos que la probabilidad de encontrar restos en Plaza de España era muy baja, ya que no se iban a hacer obras bajo rasante. Además, ya en su día se construyó un aparcamiento. Pero la zona de Bailén era de mayor interés, debido a la ampliación del túnel para enlazarlo con el paso exterior de la cuesta de San Vicente. Es un área que ha sufrido varias modificaciones a lo largo de la historia. Además, era la zona inmediatamente exterior al cierre de la ciudad medieval», afirma a LA RAZÓN la arqueóloga Rosa Domínguez, una de las firmantes del estudio. De hecho, recuerda la polémica que suscitó, durante la década de los noventa, la construcción de un párking subterráneo en la Plaza de Oriente, debido a los vestigios medievales que podían hallarse allí. Ahora, afortunadamente, «la sensibilidad es mayor».

Los investigadores partieron del primer gran mapa –al menos que se conozca– de Madrid: el elaborado por el cartógrafo portugués Pedro Teixeira, que trabajó a las órdenes de Felipe IV. «Gracias a él, sabíamos lo que había a mediados del siglo XVII», explica Domínguez. El mapa señala un «Camino del río» que en el futuro sería la Cuesta de San Vicente. Y también las intersecciones, de las cuales una de ellas pasaría a ser en el siglo XVIII la calle Bailén, abierta dentro del proyecto de construcción del Palacio Real, culminado por Carlos III y su arquitecto Francesco Sabatini.

En este mapa, realizado por el cartógrafo portugués Pedro Texeira en 1654, se distingue un «Camino del río» que, con el paso de los siglos, se convertiría en la Cuesta de San Vicente.

¿Y qué es lo que había antes? Como se ve en el mapa, se hace referencia a dos edificaciones: el Monasterio de la Encarnación y el Colegio de Doña María de Aragón, así como sus respectivas huertas. Del primero se conserva la iglesia, pero no el convento; del segundo, sustituido a día de hoy por el Senado, no se cuenta con ningún resto. Con la ampliación del Palacio Real, todo aquello desapareció. Además, Domínguez también apunta a la existencia en ese área de antiguas casas palaciegas.

¿Podrían aflorar en unos trabajos en los túneles de la zona? «Posibilidades hay. Si se produce un nivel de excavación muy profundo, eso nos permitiría identificar restos. Sabemos que son espacios que ya en el siglo XVI estaban ocupados», dice la investigadora. De hecho, los investigadores accedieron a los sondeos geotérmicos que demuestran «que, a determinadas profundidades, se encuentran estructuras». Pero insiste: las obras deben llegar «a esa cota de profundidad» para que los arqueólogos presentes durante los trabajos puedan hallar vestigios.

Valoración errónea

La arqueóloga Alicia Torija, secretaria de la Asociación Madrileña de Trabajadores y Trabajadoras en Arqueología (Amtta), integrada en la asociación Madrid, Ciudadanía y Patrimonio, recuerda una anécdota histórica que sirve para ilustrar el potencial arqueológico de la zona. «Ventura Rodríguez era el arquitecto del reino, mientras que Sabatini era el del Ayuntamiento, lo cual ya implicaba una rivalidad entre ambos. Y Rodríguez le criticaba asegurando que estaba destruyendo restos arqueológicos mientras desarrollaba sus trabajos», explica.

En opinión de Torija, la polémica suscitada por la falta de control arqueológico en Plaza de España denota un problema: «Es algo muy básico que muchos ciudadanos no conocen y, lo que es más peligroso, muchos políticos tampoco. La arqueología no implica obligatoriamente algo perteneciente a un pasado muy remoto o algo que se encuentra a mucha profundidad. El pasado es ayer. Unos adoquines de los años veinte se estudian con metodología arqueológica», asegura. Así, el hecho de que se justifique unas obras alegando que van a ser «a nivel superficial» o «no sobrepasando los 90 centímetros», redundan en «una idea decimonónica más propia del siglo XIX».

¿Pueden hallarse ahora restos romanos? «No hay datos que digan que en determinado punto hay una villa, pero tampoco que jamás estuvieron», apunta Torija. De hecho, recuerda el caso de Villaverde y Carabanchel, únicos puntos de la capital en los que se han encontrado vestigios de villas pertenecientes a la época del Imperio. «Si la Comunidad de Madrid establece áreas protegidas por presunción de restos, es que, en un 95%, esos restos existen», concluye.