Juegos de azar
En los colegios cercados por el juego: «Mis amigos viven de las apuestas»
Muchos menores lo ven como una diversión y no como un vicio. Mientras, los padres ignoran que sus hijos se están jugando el dinero a la hora del recreo
La mitad de las casas de apuestas de Madrid se encuentra a menos de 250 metros de centros escolares: apenas tres minutos de paseo. Carabanchel es uno de los distritos más afectados por este fenómeno. De hecho, uno de sus institutos tiene a su alrededor, en un radio de un kilómetro, cerca de 20 salones. Una charla con los estudiantes revela que algunos de ellos presumen de tener beneficios económicos. Una diversión que para muchos padres supone una verdadera intranquilidad.
Con el objetivo de identificar cómo afecta esta problemática a los adolescentes, LA RAZÓN pasó una mañana en la zona. La mayoría de las salas empieza su jornada a las 10:00. Los letreros indican su restricción a «menores de 18 años»; sin embargo, los encargados no siempre solicitan el DNI cuando una persona de aspecto juvenil quiere entrar.
Estos establecimientos no destacan por estar llenos por la mañana, pero siempre hay alguien jugando a las máquinas en compañía de un café o una bebida. Con el transcurso de las horas, después de medio día comienza el movimiento y se observa a un grueso de jóvenes y ancianos.
«Por aquí hay sitios muy buenos para pasar el rato», sostiene uno de los estudiantes de curso superior del instituto. «Alguna vez cuando salimos de clases vamos, pero creo que no es un problema porque no somos viciosos», añadió. Si bien para este joven los juegos y las apuestas no son un tema de preocupación, otros de sus compañeros sostienen que para algunos sí lo es: «Hay amigos que viven de esto y tener locales cerca les viene bien».
Del mismo modo, los estudiantes cuentan que dentro del instituto no suelen comentar nada relacionado con la ludopatía. Ni tampoco incentivan a no frecuentar los locales. «Cada uno es responsable de lo que hace porque en el instituto se limitan a darnos clases», afirma otro estudiante.
«Muchos chavales usan identificaciones falsas con las que entran a las discotecas y a los salones. Incluso yo solía tener una», comenta una vecina que vive al lado de uno de los salones más grandes y que ve a diario cómo los menores entran en estos locales.
Para algunos padres y madres, esta situación es sinónimo de preocupación. Y también de «castigo» si llegan a enterarse de que sus hijos asisten a estos establecimientos. «Yo no he educado a un vicioso», afirma una madre de familia cuando iba a recoger a sus hijos del instituto. «No permitiría que un hijo mío malgaste su tiempo ahí», agregó. Mientras, otros padres confían en el buen juicio de sus menores así como en los profesores que los educan. Una de las maestras del instituto cree que, si bien sus alumnos más mayores pueden ser los más propensos a frecuentar los salones, descarta que los menores lo hagan, ya que tienen más control de entrada y salida de la secundaria «Los chicos mayores seguro que van, pero ellos ya escapan de nuestro cuidado», afirma.
A partir de las 14:30, los alumnos salen de clase. Cada uno toma diferentes direcciones para llegar a casa. La mayoría se acerca a la estación de Metro más cercana, pero entre la multitud, hay quienes deciden probar suerte con unas cuantas monedas.
Los afectados piden mayor separación
El decreto aprobado el pasado mayo por la Comunidad de Madrid establece una distancia mínima de 100 metros entre los locales de juego y los centros escolares. Actualmente, hay más de sesenta en la capital que no cumplen esta separación. Sin embargo, el Ejecutivo regional concedió a las salas una moratoria de 10 años, acabada la cual tendrán que echar el cierre. Esta semana la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid (FRAVM) calificó esta medida de «excesivamente tímida» por parte de la Comunidad de Madrid, y solicitarán tanto al Gobierno regional como al Ayuntamiento que se intensifiquen las inspecciones para impedir la entrada de menores a estas salas.
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