Policía

Los menores, en el punto de mira de las bandas

Los parques de Tetuán, el granero donde los líderes de los Dominican Dont’t Play y los Trinitarios captan a los adolescentes para engrosar sus filas

Las bandas captan a los dominicanos adolescentes para extender su red de trapicheo de drogas
Las bandas captan a los dominicanos adolescentes para extender su red de trapicheo de drogaslarazon

«Tengo claro que las próximas semanas la Policía me va a identificar más veces de lo habitual», se lamenta Willy, dominicano afincado en Tetuán desde hace 11 años que, sin embargo, no ha caído en las redes de las bandas de sus compatriotas. «Como les conozco, he preferido mantenerme al margen», asegura, y lamenta ver a los más jóvenes captados por los Dominican Don’t Play o los Trinitarios, las dos bandas que se reparten el distrito. «Cuando llegan aquí los chavales cambian, sus padres no se pueden ocupar de ellos y se descuidan, vagan solos por las calles y acaban en las bandas», explica.

Basta un vistazo a los alrededores de la plaza del Canal de Isabel II en Estrecho para fijarse en chavales latinos, adolescentes, que se agrupan en los rincones o pasean mirando nerviosos a los lados. «Se pasan el día en la calle, escuchando rap dominicano que sólo habla de drogas y violencia. Son carne de cañón», considera Óscar, un vecino español del barrio que tiene muchos amigos entre los dominicanos y demás nacionalidades. Desde su punto de vista, las bandas se aprovechan de los chavales para trapicheos menores y lanzarlos a los rivales. «Después del muerto en Sol y de lo de Jerónima Llorente muchos se van a echar atrás», cree Óscar, que ha visto cómo muchos de estos adolescentes dejan las bandas cuando crecen, consiguen un trabajo y se casan.

Sin embargo, no dejan de llegar jóvenes dominicanos a las calles de Tetuán y son rápidamente captados por las bandas. Así lo asegura Alan, que pasea por la plaza con dos amigos, uno argentino y otro español, que no dan crédito cuando explica que sus «paisanos» le llaman para «liarle». Pero no explica en qué consisten esos líos, mira alrededor, nervioso. En el entorno hay otros grupos de chavales, pero no mixtos, sino sólo de dominicanos, que miran hacia todos lados y vigilan quién habla con quién.

A unos pasos de donde hablan Alan y sus amigos, Heidel y Manuel, adolescentes como ellos, no dicen esta boca es mía cuando se les pregunta por las bandas latinas. «Acabamos de llegar, no sabemos nada de todo eso», señalan, con el mismo gesto nervioso que su compatriota. Poco después, se juntan con otros chavales de su edad, hablan un rato y vuelven a repartirse por la plaza y alrededores.

«Hace frío y no han salido muchos, pero siempre están aquí, sin hacer otra cosa», asegura Óscar, que también suele salir por la zona de bares de Jerónima Llorente donde el pasado sábado se produjo una pelea tumultuaria entre dominicanos y agentes de la Policía Nacional y Municipal. Según su relato, allí hubo «malos modos», tanto de los policías de paisano como de los latinos que estaban bebiendo junto al coche de uno de los agentes. Pero desvincula lo ocurrido con la actuación de las bandas ya que, indica, su zona de actuación es el denominado «pequeño Caribe», en el entorno de la calle Almansa, cerca de Cuatro Caminos.

En el centro de atención a inmigrantes que antiguamente estaba enfocado a la población hispanoamericana también apuntan a esta zona como el lugar en el que se concentran los mayores conflictos con las bandas latinas. «Muchos chicos jóvenes acaban con los DDP o los Trinitarios porque no tienen otra cosa que hacer porque aún no tienen la documentación en regla», explican. Aunque allí dan algunos cursos como de cocina, que les permiten encontrar trabajo y salir del ambiente, reconocen que los hijos de las familias trabajadoras, que apenas paran por casa, son «presas fáciles» de las bandas.

De hecho, la familia del joven de 15 años que fue asesinado en Sol –por un encuentro «fortuito» entre los dos grupos de dominicanos, según explicó el jefe de la sección de la Brigada Provincial de Información de la Policía Nacional, Ricardo Galbaldón–, no puede costear si quiera el enterramiento del menor, por lo que será el Ayuntamiento de Madrid quien se haga cargo del coste de la inhumación de sus restos. El consistorio pagará, asimismo, el tratamiento al cadáver que se debe aplicar al haber pasado más de 48 horas después de la muerte y el féretro especial de zinc necesario por las mismas razones. El coste aproximado para las arcas municipales asciende a 4.000 euros.