Italia

Maltratada, obligada a prostituirse y a abortar cuatro veces

La Razón
La RazónLa Razón

Tuvo la valentía de denunciar a pesar del riesgo que corría. María (nombre ficticio porque es testigo protegido) llevaba muchos años sufriendo el ejercicio de la prostitución en sus carnes pero le echó coraje y acudió a la comisaría de Tetuán a denunciar a su proxeneta. Lo hizo la semana pasada y allí explicó todo tipo de barbaries que se remontaban a hace casi una década en su Rumanía natal. Su desgraciada historia es, una vez más, la misma de siempre: la promesa de una vida mejor y un trabajo seguro en España que derivan en una deuda contraída y unos abusos físicos y sexuales que perduran en el tiempo, denigrando hasta la asfixia la dignidad de un ser humano. A María le propusieron un trabajo en nuestro país y ella, dada la situación que estaba soportando en su país natal, en el que apenas podía subsistir con la ayuda de su familia, decidió aceptar. Pero el viaje hizo escala en Italia, donde tuvo que ejercer por primera vez la prostitución en la calle.

La mujer explicó a los agentes que el trato acordado consistía en repartirse las ganancias al 50 por ciento con su «jefe» y a la postre, su chulo. El individuo se llama Nicu Dimitru Calasari, un rumano de 39 años sin escrúpulos y que en la actualidad vive en un hostal de la zona de Fuencarral con su familia. Sin embargo, la deuda que ella supuestamente había contraído con el proxeneta la dejó sin recibir un euro, pasando a depender totalmente de la voluntad y las apetencias del individuo, que había viajado con ella y, posteriormente, con su familia. Porque, aunque proxeneta, el hombre tenía mujer e hijos que consentían (al menos su esposa) el trato hacia María y a los que en ningún momento, al parecer, ocultó la naturaleza de su relación con María.

Después de tres años soportando la situación, el ahora detenido decidió que ya era el momento de trasladarse a España, el supuesto destino final del viaje y donde pensaban asentarse y vivir de cualquier cosa menos de un trabajo digno o legal.

Nicu Dimitru contaba en nuestro país con compatriotas que le habían comentado lo bien que se podía vivir de vender cobre a chatarreros y otros receptores obtenido del cable del alumbrado público y de las líneas ferroviarias. Así, María se enteró de que su siguiente misión sería jugársela cogiendo cable de cobre y posteriormente, pelarlo para dejar la materia prima lista para vender. El viaje fue en autocar y él llevaba su documentación, lo que la dejaba siempre en una situación de completa dependencia de su «amo». Sin embargo, y aunque la idea de robar cable de cobre no era lo que más ilusión le hacía, cualquier cosa era mejor que vender su cuerpo a cambio de un dinero que ni siquiera ella disfrutaba. Llegaron a Madrid, al distrito de Fuencarral-El Pardo, donde se alojaron en una casa baja alejada del núcleo urbano. Hace ya seis años de esto, pero María no vio el cable de cobre ni de lejos.

Nicu Dimitru sólo había planeado para ella una perpetuidad en la esclavitud más denigrante. El horario de trabajo de María era de dos de la tarde a once de la noche, aproximadamente, según el día y la temporada. Además, ejercía en el mismo distrito, bastante cerca de su domicilio, situado en una casa baja de la calle Manuel Villarta, frente a un descampado. Allí, los vecinos la apodaron como «La Coja» pero desconocían qué hacía allí; simplemente era una más de los rumanos que vivían en aquella casa en la que siempre había peleas y escándalos. Aquella casa de los horrores fue derruida hace unos cinco años, según explicaron ayer los vecinos, porque les acabaron echando y, al tratarse de una vivienda de construcción ilegal, el Ayuntamiento de Madrid terminó por mandar las excavadoras.

Se acabaron trasladando a un hostal cercano y María seguía obligada a ejercer. No todos los días conseguía clientes. Los que lograba, por indicaciones de su chulo, debía mantenerlos contentos practicando sexo sin ningún tipo de protección; un comportamiento que acabó en embarazo en cuatro ocasiones. Nicu Dimitru la obligó a abortar sin, ni siquiera, dejarla descansar durante este proceso, con el consiguiente riesgo para la salud que ellos suponía al seguir manteniendo relaciones. Las intervenciones médicas se practicaban en Rumanía, según fuentes policiales.

Pero la prostitución y la obligación de abortar no fueron los únicos maltratos que sufrió María. En la comisaría de Tetuán aseguró que había llegado a sufrir palizas y malos tratos de forma sistemática por no hacer buena recaudación o no conservar a una clientela fija. La situación de María se volvió insostenible. Nicu Dimitru no le dejaba estar sólo en ningún momento por el temor de que acudiera a denunciarla. La víctima no sabe leer ni escribir y tampoco sabía muy bien dónde acudir. Un día logró escapar y decidió ser valiente y contarlo todo a la Policía. Él fue detenido la semana pasada a la salida del hostal y acusado de un delito contra la trata de seres humanos. La «operación Pedrada» ha sido desarrollada por el Grupo VI de la Brigada Provincial de Extranjería y Fronteras.