Semana Santa
La Soledad, al encuentro del Cristo Yacente
El Cristo de Medinaceli reinó en su gran noche. El de los Alabarderos hizo un recorrido corto.
El Cristo de Medinaceli reinó en su gran noche. El de los Alabarderos hizo un recorrido corto.
La última procesión de la semana santa madrileña, la de Nuestra Señora de la Soledad y del Desamparo y del cristo Yacente, puso ayer el punto y final a una semana en la que la lluvia fue, para desgracia de muchos, la gran protagonista. Sin embargo, ayer la climatología dio tregua y pudo tener lugar el recorrido que tiene su origen en el siglo XVIII y es uno de los más antiguos de la capital española. Miles de fieles acompañaron enfervorecidos la imagen de Nuestra Señora de la Soledad, obra de Juan Pascual de Mena, que salió con algún retraso de la iglesia de la Concepción Real de Calatrava al son de los tambores de las bandas de la Soledad y de la Unión Musical «El Maestro». En torno a las 19:15 tuvo lugar el tradicional «encuentro» con el Cristo Yacente –que salió del real monasterio de la Encarnación– en la Plaza de la Villa. Desde ahí, la procesión se convirtió en una sola poniendo el broche final a los actos más devotos de la semana santa.
Asimismo, durante el viernes santo, una de las pocas procesiones que salió fue la del «Señor de Madrid», también conocido como Jesús de Medinaceli. Su partida, que estaba prevista para las siete de la tarde del Viernes Santo, se retrasó por culpa de las inclemencias meteorológicas. Finalmente, la imagen comenzó su recorrido hacia las diez de la noche y brilló, aunque tarde, en la noche grande de la Semana Santa madrileña.
El momento más espectacular se vivió en la madrugada, cuando la talla del Cristo del siglo XVII se encontró, en las puertas de la basílica, con la de su madre, la Virgen de la Dolorosa, que salió al encuentro de su hijo. El instante fue recibido con una tremenda ovación de aplausos por parte de los fieles, que esperaban ansiosos el momento más emblemático de la procesión más grande y seguida de la capital, con cerca de 800.000 personas devotas según se recoge en datos del Consejo de Cofradías de Madrid.
Por su parte, el Cristo de los Alabarderos también se vio afectado en un primer momento por el tiempo. Sin embargo, hora y media más tarde, a eso de las
20:30, salió escoltado por los 44 anderos y las miles de personas que lo llevaron en volandas hasta su sede canónica, situada en la Catedral Castrense, en un recorrido corto que duró cerca de dos horas. Sobre la imposibilidad de realizar la estación de penitencia completa, uno de los anderos de los alabarderos resaltó que había «cierta decepción» entre sus compañeros, aunque poca. «Las cosas hay que aceptarlas como vienen, según la voluntad de Dios». Y añadió: «al final, la devoción es lo primero. El paso se lleva con Fe y corazón, no para lucirse», concluyó.
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