Boadilla del Monte
Ni rastro de Piedad dos años después
La familia de la mujer desaparecida en Boadilla se volvió a concentrar ayer para pedir que no se olvide el caso
Las Navidades son fechas complicadas para las familias que sufren la desaparición de un ser querido, pero a María Antonia Revuelta le coincide, además, con el aniversario de la desaparición de su hija. «Iba muy guapa, salía con sus compañeros del Mercadona de cena navideña y Dios sabe por qué acabó volviendo con quien no debía. No la volví a ver». La madre de María Piedad García sólo quiere un desenlace. Viva o muerta, necesita saber qué fue de su hija. Javier Sánchez Toledo, con quien Piedad había roto su relación recientemente, pero con quien le unía un bebé de nueve meses, también era empleado en la cadena de supermercados –ella era cajera y reponedora; él, jefe de mantenimiento– y esa noche coincidieron en el evento. Ya han pasado dos años de aquella madrugada, en la que unas cámaras de seguridad captaron el Renault de Javier saliendo de Boadilla diez minutos antes de que el móvil de Piedad enviara un mensaje a su amiga en el que decía «ya estoy en casa». El mismo móvil envió horas más tarde otro SMS a su madre en el que decía que iba a desayunar en Madrid. Quizás María Piedad ya no se encontraba con vida, pero Javier continuó con su rutina. Tuvo un accidente con el mismo coche al día siguiente y su coche se lo llevó la grúa. La Guardia Civil encontró allí las botas de la chica. Tras las insistentes llamadas de la familia de Piedad a Javier advirtiéndole de que iban a denunciar su desaparición, los móviles dejaron de emitir señal. Dos días después, el supuesto asesino de la joven de 30 años fue descubierto por unos ciclistas en un paraje de San lorenzo de El Escorial: estaba colgado de un poste de la red eléctrica. La Guardia Civil se quedaba sin el único sospechoso de la desaparición de Piedad. Nadie a quien interrogar, ninguna nota, ningún mensaje. Los agentes han peinado varias decenas de veces campos, pozos y vertederos con unidades caninas, de subsuelo, subacuáticas, helicópteros... y ni rastro de ella. Unas gotas de sangre a orillas del río Guadarrama, cerca de la M-513, halladas cuando se iba a cumplir el primer aniversario de su desaparición, dio algo de esperanza a los investigadores, pero no se encontró nada más. Ayer, familiares y vecinos, junto al alcalde de la localidad, Antonio González Terol, conmeroraron la efeméride en la plaza de la Cruz para que su caso no se olvide. Lo más duro, los niños de 10 y dos años, que cuida la madre de la joven, que sigue esperando su regreso.
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