Diplomacia

Ricardo Ruiz de la Serna disertó sobre «Las relaciones de Serbia con España a la luz de la I Guerra Mundial»

De izda. a drcha.: el embajador de Serbia Danko Prokic; y el Subdirector de Estudios Históricos del IHCM Jose Ignacio Martinez de Lagos Beitia, presentando al conferenciante Ricardo Ruiz de la Serna.
De izda. a drcha.: el embajador de Serbia Danko Prokic; y el Subdirector de Estudios Históricos del IHCM Jose Ignacio Martinez de Lagos Beitia, presentando al conferenciante Ricardo Ruiz de la Serna.larazon

Con motivo de conmemorar el Centenario del establecimiento de las relaciones diplomáticas entre España y Serbia, (1916-2016), la Embajada de Serbia en España y el Instituto de Historia y Cultura Militar de España, (IHCM), organizaron el pasado 15 de noviembre en la sede de dicho Instituto, una magistral conferencia titulada «Las relaciones entre Serbia y España durante la I Guerra Mundial» que corrió a cargo del profesor universitario del CEU y analista político don Ricardo Ruiz de la Serna. Antes de dar inicio a la conferencia intervinieron en esta ocasión el Embajador de Serbia Danko Prokic y el Subdirector de Estudios Históricos del IHCM Jose Ignacio Martinez de Lagos Beitia, quienes ambos hablaron sobre el establecimiento de las relaciones diplomáticas entre España y Serbia.

El profesor Ricardo Ruiz de la Serna, inició la conferencia haciendo una comparación geográfica de Serbia y España manifestando que en el siglo XIII, San Sava, archimandrita del monasterio de Studenica, escribió: «Al principio, estábamos confundidos. El Oriente pensaba que éramos occidente mientras el Occidente nos consideraba oriente. Pero yo te digo, Ireneo, que estamos abocados por el Destino a ser Oriente en Occidente y Occidente en Oriente». Algo de esto tiene también España, que, desde el Occidente de Europa, mira a tres continentes.

Prosiguió comentando que desde que Serbia alcanzase la autonomía del Imperio Otomano primero (1804-1815) y la independencia después (1835-1867), Serbia y España tuvieron cierta relación. El rey Milan I Obrenovic recibió el collar de la Orden de Carlos III en 1882 y, desde aquel año, los dos países mantenían relaciones comerciales en virtud de un tratado internacional. Asimismo desde 1910, había un representante de España en Belgrado y en 1911, se envió a un encargado de asuntos militares.

Desde el ámbito cultural, los Siglos de Oro y la obra de Cervantes han interesado a los intelectuales serbios desde el siglo XVIII. Interés personificado en el polifacético intelectual Vuk Karadzic.

También comentó que cuando se produjo el atentado mortal contra Francisco Fernando, en el Puente Latino de Sarajevo, Europa respiraba gran tensión por la carrera armamentista que los grandes imperios habían iniciado a finales del siglo XIX y los Balcanes era uno de los escenarios. El viejo imperio de los Zares pugnaba por mantener su posición en el concierto de las naciones. El Imperio alemán y el imperio de los Habsburgo temían una recuperación rusa y recelaban de la joven Serbia y su alianza con Moscú. Serbia lideraba la aspiración de los eslavos del sur –los yugoslavos- a un Estado propio que se sacudiese el yugo de la dominación que sentía extranjera. Los checos, los eslovacos, los polacos o los croatas vivían, a su vez, sus propios debates entre el nacionalismo y el centralismo imperial.

Prosiguió recordando los momentos políticos delicados de aquella época: Bosnia era, pues, uno de los puntos de fricción de varios conflictos políticos nacionales e internacionales. Allí, los serbobosnios (ortodoxos), los croatas de Bosnia (católicos) y los bosnios musulmanes vivían el conflicto entre el Imperio, que se había anexionado el territorio, y la nueva Serbia nacida de la lucha contra los turcos.

Recordó que: El 29 de julio de 1914, el Imperio Austrohúngaro declaró la guerra al Reino de Serbia. Fue invadida y –contra todo pronóstico- rechazó la primera ofensiva austriaca. El 7 de octubre de 1915 los ejércitos imperiales de Austria y Alemania lanzaron su primer ataque sobre Belgrado. Ante tal panorama el mayor Gavrilovic, augurando la desigual lucha, en una valerosa arenga a sus tropas clamaba... «Ya no necesitáis preocuparos por vuestras vidas: ya no existen. Así que ¡adelante!, ¡hacia la gloria! ¡Por el rey y por la patria! ¡Viva el rey! ¡Viva Belgrado!»

Tras dos intentos fallidos por ocupar Serbia durante 1914, en una tercera ofensiva en 1915, los imperios Austrohúngaro, alemán y el reino de Bulgaria ocuparon Belgrado.

Hostigados por el norte y por el este por estos tres ejércitos, se resolvió salvar el ejército serbio que equivalía también a salvar al Reino de Serbia, y por Albania escaparon de la ocupación. El frio, el hambre y los asaltantes albaneses flagelaban permanentemente su camino. 200.000 personas fallecieron y gracias a barcos de los aliados, 115.000 sobrevivieron alcanzando la costa de la isla griega de Corfú. La valentía del pueblo serbio y de su ejército en este épico éxodo desde Albania a Grecia pasó a la historia como el Gólgota de Albania.

Agustí Calve «Gaziel» escribió la crónica «De París a Monazir». Describe los vigías que esperan un auxilio que no llega: «Nada, ¡todavía nada!», el terror de los «comitadjis» –las bandas búlgaras que asolaban el territorio que recorre Gaziel- y la desesperación de saber que los aliados de Serbia no van a rescatarlos.

Hizo también un análisis profundo sobre el valor y la labor humanitaria de España: El gobierno español se declaró neutral aunque la opinión pública tomaba partido por uno u otro bando. El Conde de Romanones en; «Neutralidades que matan», observó que detrás de esa decisión se encontraba la debilidad. Sin embargo, la neutralidad en el área económica, fue beneficiosa para España porque suministraba materiales a ambos contendientes materiales, Lacomba dice; «la neutralidad fue una época dorada para la economía española, permitiéndole un esplendor que, a la larga, no supo aprovecharse».

La neutralidad, además, proporcionó un protagonismo distinto a España porque debía ejercer la labor de intermediario y Serbia necesitaba amigos neutrales que pudieran interceder por los presos serbios y por los miles de civiles que el imperio de los Habsburgo había deportado a los campos de concentración. La ocupación de Serbia fue dura; hubo ejecuciones sumarias y arrestos masivos.

El rey Alfonso XIII (1886-1941) ejerció una importante labor humanitaria. En 1914 desde el Palacio Real puso en marcha la oficina pro-cautivos, sufragada por el patrimonio del Rey (dos millones de pesetas). Las cartas auxilio, mediación, socorro, ayuda y gestiones emprendidas mejoraron las condiciones de vida de miles de presos de ambos bandos. Gracias a estas gestiones 1500 niños deportados pudieron regresar a Serbia.

Un caso especialmente llamativo fue la mediación por los Prisioneros de Banja Luka; ciudad bosnia donde la mayoría de los serbios fueron detenidos sospechosos de simpatías pro-serbias. En su mayoría eran intelectuales, sacerdotes y escritores y el Día de la Pascua ortodoxa fueron acusados de alta traición. Dieciséis fueron sentenciados a muerte y ochentaisiete a cumplir prisión. El rey Alfonso XIII intermedió y mediante una carta del emperador Carlos en 1917 se le comunicó el perdón a los condenados. Hoy hay una calle en la capital de Republika Srspka en Banja Luka,

Para entonces, Serbia había logrado recomponerse y el ejército que había languidecido en Corfú combatía de nuevo en el continente y sostenía el esfuerzo de guerra en el frente de Salónica. Quedaba mucho por combatir, pero las relaciones diplomáticas trabadas por España y Serbia en medio de esta guerra que desangró Europa sobrevivirían los avatares del siglo XX y llegarían hasta nuestros días. Ahora se cumplen cien años del inicio de esta fraterna amistad que tuvo una lucha heroica del ejército serbio en la Gran Guerra, del sufrimiento del pueblo serbio y de la ayuda del Reino de España a Serbia.