Crítica de libros
Respeto a la universidad
España es un país de tópicos indelebles, sometido a la soberanía de la pereza mental y de los reduccionismos más inmoderados que imaginarse pueda. Es extraño que no exista un axioma para cada asunto terrenal: no importa el campo de conocimiento y de gestión del que se esté hablando puesto que el español siempre conoce la verdad absoluta sobre la materia tratada. Las cosas son como él dice y no hay matices ni consideraciones más reposadas que valgan. Y lo curioso es que semejante «categorización de superficie» que nuclea cualquier conversación espontánea alcanza igualmente a la miríada de tertulias que «conducen» la conciencia del español medio en su desenvolvimiento proceloso entre los vaivenes de la actualidad informativa.
Un ejemplo: para gran parte de la población, la universidad española se ha convertido prácticamente en uno de esos «gastos innecesarios» sobre los que urge entrar «a matar» con tal de poner freno a la vida «licenciosa» y relajada de los miles de profesores que trabajan en ella. Las tendencias fuertes de opinión que han primado en España durante los últimos años han puesto especial énfasis en resaltar la transformación de los espacios universitarios en territorios de mediocridad, «okupados» por desoficiados de la vida. Y, claro está, el desprestigio generalizado que ha ocasionado tal maniobra de destrucción social de una marca institucional se advierte, en toda su crudeza, en estos tiempos de feroz crisis, en los que las antiguas fobias están siendo llevadas a su paroxismo. El relativismo radical que está calando en el tuétano de la sociedad española es tal, que estamos llegando a un punto de frivolidad, injusticia y pobredumbre ética sin precedentes en la historia más y menos reciente. Parece como si, llegados a un cierto punto de cínica irracionalidad, la enseñanza y la investigación universitarias resultasen perfectamente extirpables del cuerpo de una nación que, justamente, si algún retraso estructural ha evidenciado a lo largo de las últimas décadas, ha sido la tibia apuesta por la investigación realizada. La realidad resulta tan contumaz y tan poco dada a huidas populistas, que, al modo de un continuum de fondo, se empeña en marcar la dirección exacta de un futuro sostenible: más y mejor universidad. No es difícil entender que, después del vendaval, lo que quedará en pie de cada país será aquello menos expuesto a las especulaciones del momento económico: el conocimiento. Y, o nos hacemos fuertes ahí, o acabaremos desapareciendo sin remisión.
*Consejero de Cultura y Turismo
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