Patrimonio

La curiosa historia de las Torres Colón

Nacieron de la remodelación de una plaza y el Ayuntamiento quiso hacer de este enclave la imagen del modernismo urbano del siglo XX.

A la izquierda, las Torres Colón en su estado actual, con «enchufe» incluido. A la derecha, el proyecto que se ha planteado para su remodelación
A la izquierda, las Torres Colón en su estado actual, con «enchufe» incluido. A la derecha, el proyecto que se ha planteado para su remodelaciónlarazon

Cuarenta y tres años después de ser inauguradas las Torres gemelas de Colón vuelven a ser actualidad. Serán renovadas, con el objetivo de que se conviertan en el icono de la ciudad del siglo XXI. La idea de su construcción data de los años sesenta y, precisamente, se quería que fueran el referente de la nueva imagen urbanística y arquitectónica del Madrid del siglo XX, aunque en su origen, y en las primeras décadas de su existencia, estuvieron marcadas por las críticas de los expertos y la buena valoración que de ellas hicieron los madrileños.

En 1964, la Casa de la Moneda se trasladó de la plaza de Colón a la calle Jorge Juan. Tras el derribo del viejo edificio, quedó un amplio solar, al que el Ayuntamiento le dio un nuevo uso, creando el espacio de los Jardines del Descubrimiento. Pero el concejo quería aprovechar esta operación para llevar a cabo un proyecto de modernización del enclave, una especie de ensayo de lo que debería ser el modelo urbanístico y arquitectónico de la ciudad. Promovido ya el Centro Colón y el Museo de Cera, se puso el ojo municipal en el vértice de la calle Génova y el Paseo de las Castellana, un espacio ocupado por un palacete, el de Luis de Silva y Fernández de Córdoba, construido en 1881 por Lorenzo Álvarez Capra. Consciente del gran valor que había adquirido el suelo en esta zona y con el ánimo de sacarle la mayor rentabilidad posible, el Ayuntamiento, presidido por el alcalde Arias Navarro, expropió el viejo palacete y encargó un proyecto de edificación en los 1.710 m2 del solar resultante. Finalmente, otorgó la licencia de obras al estudio del arquitecto Antonio Lamela y de los ingenieros Leonardo Fernández Troyano, Javier Monterola y Carlos Fernández Casado.

La condición municipal era que la edificabilidad había de ser una unidad arquitectónica de marcada verticalidad, con el objetivo de compensar los costes de la expropiación. Para no provocar un impacto visual con la edificación de una gran torre, se propuso desdoblar el volumen en dos edificios, de 29 plantas cada uno, con viviendas de hasta 400 m2 de superficie, apartamentos en régimen de aparta-hotel, oficina o locales comerciales y un amplio garaje para más de 150 vehículos.

El Ayuntamiento otorgó la licencia de obras en 1964, pero éstas no comenzaron hasta tres años después. No tardaron en aparecer los primeros problemas. En 1970 ya se habían construido las dos columnas huecas estructurales, pero el Consistorio interrumpió las obras por «motivos técnicos», aunque la realidad era que la altura excedía nueve metros sobre lo permitido, con el ánimo, como es lógico, de obtener mayor rentabilidad. El alcalde, Arias Navarro, amenazó con una orden de derribo por infracción urbanística grave.

Tres años estuvieron paralizadas las obras, el tiempo que tardaron los tribunales en fallar sobre el recurso presentado por el Estudio Lamela, al que terminaron dando la razón, y los trabajos se reanudaron en 1973. El Ayuntamiento tuvo que abonar a la propiedad una fuerte indemnización por el retraso de las obras, en las que ya se habían invertido más de 100 millones de pesetas. Pero, para no pagar una cifra desorbitada, se llegó a un acuerdo: cambiar la calificación urbanística de «residencial» a «terciario». De esta forma, permitir el encarecimiento del suelo, que en aquella época era superior para las oficinas que para las viviendas.

Adquiridas por Ruiz Mateos

Las Torres de Colón finalizaron en 1976 y fueron adquiridas por el empresario José María Ruiz Mateos para instalar su imperio inmobiliario. Fueron bautizadas como Torres de Jerez y, popularmente, de Rumasa. En 1983, tras la expropiación de esta empresa por parte del gobierno socialista de Felipe González, el mismo gobierno las sacaría a subasta tres años después, y fueron adquiridas por el grupo Herón. En 1995 fueron acompradas por Mutua Madrileña por 54 millones de euros (entonces 8.845 millones de pesetas).Varias empresas tienen sus sedes en estas torres. En el año 2016 se produjo una nueva recalificación: el Ayuntamiento autorizó su uso como residencial y hotelero.

Cuando se inició el proyecto, en 1967, los más críticos lo tacharon de «emblema del desarrollismo urbanístico-arquitectónico de la capital de España» y de «símbolo de la construcción especulativa de los sesenta y setenta». Para algunos expertos, ésta era la culminación del proceso de destrucción del modelo de urbanismo con el que se trazó el paseo de la Castellana en el siglo XIX. La voracidad de la piqueta había permitido la desaparición de la inmensa mayoría de palacios y palacetes que configuraban este eje modernista y clasista de la ciudad, sobre todo a raíz de la consolidación del barrio de Salamanca, como nuevo reclamo para la burguesía y la aristocracia. Para otros sectores era todo lo contrario: el emblema de una ciudad que quería modernizar su espacio urbano con criterios diferentes.

Y otras curiosidades: inicialmente se pensó construir un helipuerto en lo alto de las torres, pero fue desestimado. Ambos edificios tuvieron que ser retranqueados unos metros, para que no invadieran parte de la plaza de Colón. Al principio, el Ayuntamiento se planteó derribar no sólo el palacete, sino un edificio colindante, sede después de Crédit Agricole, para regularizar la plaza, pero finalmente no se hizo.