Coronavirus

A metro y medio (dentro y fuera)

Quedarse en casa ya no es una opción y las posibilidades para pasar un buen rato bajo techo se multiplican gracias al ingenio

Crean la “Red Murcianica” para ofrecer cuidados y apoyo entre murcianos
Crean la “Red Murcianica” para ofrecer cuidados y apoyo entre murcianoslarazonJesús G. Feria

Amanece un día más en el Madrid en tiempos de cuarentena, que diría el genio García Márquez. Para algunos es el segundo día de reclusión, para otros, el tercero. Más de uno ya empezamos a perder un poco la noción del tiempo a fuerza de ver siempre el mismo paisaje: paredes blancas y ese cachito de cielo que asoma tímido por la ventana. Ya comenzamos a poner en valor gestos tan cotidianos como tomar unas cañas con amigos o abrazar a esos seres queridos que ahora están lejos. No sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos, e igual ahora que nos falta logramos recuperar la magia de esas pequeñas cosas que nunca pensamos añorar. Los psicólogos nos dicen que es importante mantener una rutina para que nuestro cuerpo no olvide del todo el ritmo habitual en la era precoronavirus, pero nadie esconde la difi cultad de planificar cada minuto del día entre el salón, la cocina y la habitación. Quizás es por falta de motivación. El consuelo que nos queda es aquello de que «estamos todos igual».

Y que un día más en casa es un día menos para la normalidad perdida. La comparecencia del sábado de Pedro Sánchez, esa que tanto se hizo de rogar, ha debido de ser una de las retransmisiones televisivas más vistas de los últimos tiempos, y no solo porque se reprodujera de manera simultánea en casi todas las cadenas. Toda España estaba pendiente del presidente del Gobierno para averiguar de qué va eso del estado de alarma, el término (con permiso del omnipresente Covid-19) del que más se ha hablado en los últimos días y que más dudas ha generado. Muchos interrogantes siguen abiertos. Esto ya no es solo cosa de la capital, donde tanto desde el Ayuntamiento como desde la Comunidad nos habían ido preparando en los últimos días para lo que se nos viene encima. Mientras tanto, el resto de regiones nos miraban con cierta distancia con unas cifras que no asustaban tanto. Gracias a eso, el aislamiento ha sido un poco más progresivo. Eso sí, aunque Madrid sigue siendo la región más castigada por el virus, ya no está en la primera línea de batalla: ahora todas las autonomías reman al mismo compás, aunque algunos como Torra se hayan empeñado en cantar la nota discordante. De Clara Ponsatí mejor ni hablar. Lo que antes era una recomendación que, por fortuna, una gran mayoría había adoptado como una obligación, ahora es un deber: solo se puede salir de casa lo imprescindible. Y lo imprescindible está recogido en ocho supuestos. Ninguno de ellos es montar en bici o salir a correr, aunque alguno piense lo contrario. Al aire libre también hay peligro de contagio y es un extremo que debemos evitar.

Desde las ventanas se recriminaba a esos pocos insolidarios su actitud. También hubo abucheos: «Vete a tu casa», gritaban. Entre tanto, algunos turistas se empeñaban en que la crisis sanitaria que está atravesando España no empañase sus vacaciones. Para su desgracia, ahí estaban los efectivos policiales para recordarles que aquí nadie puede ir por libre. Los que se salten el confinamiento se pueden enfrentar a multas que ascienden hasta los 600.000 euros. En Madrid, ayer se interpusieron 199 denuncias y se detuvo a una persona. Los distritos más conflictivos fueron Centro y Puente de Vallecas.

Las excepciones

Una de las excepciones es ir al supermercado o cualquier pequeño comercio que dispense servicios básicos. Allí se ha incrementado la presencia de vigilantes de seguridad, no por miedo a que se produzcan robos, sino para proteger la salud de los empleados. Tanto es así que los responsables han reducido el aforo de los locales a la mínima expresión y muchos ya solo dejan entrar a una sola persona por familia. Los pocos que coinciden dentro deben estar separados los unos de los otros por, al menos, un metro y medio de distancia. Los dependientes se suman también a la lista de héroes sin capa de los últimos días. Para poder continuar con su labor, estos se protegen con guantes de látex, (casi ninguno con mascarilla) una barrera más contra el virus. «Si las cajeras no enfermamos será un milagro», dice una, que ayer afrontó su séptimo día consecutivo trabajando consciente de que le quedan, al menos, otros siete más. Todos esperan que el ansia por acumular comida vaya cesando conforme pasan los días y que las ventas se produzcan de una forma más escalonada. Por fortuna, Mercamadrid sigue preparado para garantizar el abastecimiento, y de ello dan muestra los vídeos de conductores de camión que tratan de tranquilizar a la población: «Preocupaos solo cuando faltemos nosotros», dicen. Entre tanto, los recluidos esperamos a que den las ocho de la tarde para repetir ese aplauso multitudinario que todo el país dedicó a los profesionales que componen el sistema sanitario la noche del sábado. Nos puso a todos los pelos de punta e incluso arrancó alguna lágrima. Las ganas por reproducirlo una y otra vez hasta que esta situación parezca solo un mal sueño se incrementan con cada vídeo en el que médicos, enfermeros o auxiliares muestran su emoción por el reconocimiento unánime de toda la sociedad. Pero también va por los farmacéuticos, los efectivos de emergencias o los quiosqueros que tampoco pueden quedarse en casa.

Así, el día en los hogares madrileños se pasa entre experimentos en la cocina, muchas horas de Netflix y sobredosis de programas informativos. También entre juegos de mesa y buenas novelas, risas con los más pequeños y también protestas de los que quieren pisar ya la calle. El ingenio se dispara y se ve en las redes sociales: en ellas se mezclan mensajes que informan de los datos actualizados al minuto con otros que tratan de tomarse la cuarentena con humor. Entre estos últimos están los que salen a la calle con un peluche enganchado en una correa por eso de que está permitido pasear a las mascotas y los que montan su propio gimnasio en casa e incluso realizan largos en una piscina ficticia que adquiere la forma de un monopatín. Los más originales improvisan bingos entre los vecinos, siempre de terraza a terraza. Otros montan coreografías en los balcones o salen a la ventana en busca de rayos de sol. Madrid, y España, se está empezando a acostumbrar a vivir a un metro y medio de distancia.