Comunidad de Madrid
De brazos cruzados
A los políticos ya no se les juzga por lo que son, sino por lo que parecen que son en una foto. La presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, ha estado al pie del cañón desde que estalló la pandemia, incluso tomando medidas en la Comunidad de Madrid, antes de que las tomara el Gobierno de Pedro Sánchez. La presidenta regional ha estado, desde el comienzo, en el primer plano de la pantalla instalada en su despacho, para informar a los madrileños; en primera línea de la lucha sanitaria contra el coronavirus; en la construcción del hospital de IFEMA, que ha sido la iniciativa más importante y eficaz que se ha tomado en toda España en tiempo de crisis sanitaria; ha estado contagiada, enferma, trabajando desde su casa, sin saltarse la cuarentena para asistir a un Consejo de Gobierno, o ir al supermercado a cara descubierta. Hemos visto su rostro en imágenes de televisión y en fotografías de prensa. Gestos distintos según el estado emocional del momento, rictus diferentes antes, durante y después de llevar el virus en su cuerpo. Y ahora, con todo lo que de importancia y gravedad está cayendo, se la crucifica por una foto publicada, en la que se la ve con rostro conmovido, dolorido, con los brazos cruzados sobre el pecho.
Y es que, esa legión de tediosos que abunda en la fauna de la política, la sociedad, la prensa del hígado y la del corazón, ha distraído su tiempo baldío, interpretando que en esa foto, Díaz Ayuso ha posado de forma intencionada, con el ánimo de ser identificada, con una virgen, o una santa, propias de estampas de simbología católica. Ella, la “crucificada”, ha dicho que no se sentía muy cómoda cuando la estaban haciendo ese reportaje fotográfico; que no buscaba transmitir nada con esa imagen. Pero, si otros dicen que la postura estaba estudiada y llena de intención, pues no hay nada más que decir. Estamos en primavera y en este tiempo brotan como capullos en flor, los analistas de gestos, muecas, posturas, miradas, palabras o silencios, y hacen de ello, interpretaciones de lo más atrevidas.
Cuando los chismosos no tienen que hacer, con la lengua matan el tedio. También es cierto que algunos llevan cruzados de brazos, con las manos sobre el pecho, desde que abandonaron el escaño, que no el sueldo, por “vacaciones obligadas” y bien remuneradas.
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