Las pulsaciones se aceleran, cada vez más. Juraría que el latir nervioso de su corazón se presiente a través de su piel, como los primeros temblores de un terremoto haciendo vibrar la vajilla en un tintineo que anuncia lo inminente: la sacudida en tres pasos de toda esa energía acumulada durante años. Antes, agita los brazos con fuerza y golpea con las palmas de las manos abiertas sus piernas. Respira. Los últimos segundos en la cuenta atrás corren. Intenta poner la mente en blanco antes de coger impulso para despegar, pero no puede evitar pensar durante un suspiro en lo largo, duro, intenso y reconfortante que ha sido el camino hasta llegar a esta última marca en el suelo antes de decir adiós a la alta competición.
Con la emoción convertida en un nudo de recuerdos en la garganta y un torbellino de sueños cumplidos en la memoria, Patricia Sarrapio caerá en la arena una vez más, contundente, poniendo un punto y aparte a su trayectoria, pero no un final. «Lo ideal para mí sería retirarme en Tokio exprimiendo al máximo la experiencia, más después de todo lo que nos ha tocado vivir este año; me encantaría compartirlo con mi familia, pero, si no puede ser, lo celebraré con mi entrenador», desvela la atleta sobre unos planes de futuro que se ha visto obligada a aplazar.
Hasta la fecha, solo las guerras mundiales habían conseguido suspender unos Juegos Olímpicos y, en cierto modo, en esta tercera ocasión vuelve a ser una batalla que se libra en todo el planeta la que ha alargado la espera de la 32ª Olimpiada. «Entré en shock cuando anunciaron la cancelación de Tokio 2020; no hay muchas personas que con mi edad sigan rindiendo como yo lo estaba haciendo y sabía que estos serían mis últimos Juegos, ¡es que tenía ya otros proyectos en mente para después de mi retirada!», confiesa Patricia Sarrapio sobre el momento en el que la Covid-19 irrumpió en su vida para ponerla patas arriba.
Con 37 años, la campeona de triple salto tuvo que valorar si abandonar su ilusión de colgar las zapatillas en la capital de Japón o dilatar durante 12 meses más su preparación física ante un reto como este: «Puede que no lo consiga, pero he preferido agarrarme a mi sueño que quedarme con la sensación amarga de no haberlo intentado», afirma la deportista, que pasó el confinamiento en una casa con espacio suficiente como para no dejar de entrenar pese a las circunstancias.
Y así, Patricia Sarrapio puede seguir mirando hacia Tokio 2021 con los mismos ojos que antes de la pandemia, esos con los que se mira al lugar elegido para cerrar el capítulo más importante de una historia de amor que empezó con una casualidad: «Mi hermana gemela era la que hacía triple salto y yo vallas, pero, por error, intercambiaron nuestros nombres en una prueba, así que salté por primera vez, ¡y conseguí el récord de España!», confiesa la madrileña de padre y hermano también atletas. Desde entonces, ha perdido la cuenta de sus logros: «¿Son 11 campeonatos nacionales? Soy muy despistada para esto», bromea la que debutó con la Selección en 2002 y como olímpica en los Juegos de Londres de 2012.
Tras 30 años de muchos saltos, Patricia Sarrapio no quiere obviar lo importante que ha sido en este balance de éxitos el haber encontrado el equilibrio en su otra profesión: «Los mejores resultados de toda mi carrera deportiva los estoy consiguiendo ahora, cuando compagino los entrenamientos con mi trabajo como maestra de Primaria, y creo que tiene que ver, porque, aunque es mucho más cansado, la docencia me complementa, como una pieza más de este puzle que es mi vida y que he sabido encajar», asegura la que imparte Matemáticas, Ciencias Naturales y Educación Física en el Colegio Estudio en la capital. Y continúa: «Las clases me dan una estabilidad emocional que es muy importante para ganar, como también lo es la ilusión contagiada de los niños y niñas, siempre tan soñadores y fantásticos».
En Tokio no escuchará los vítores de su familia ni podrá correr a sus brazos, pero se levantará del suelo como un resorte y gritará al cielo que ha podido con ello. Desde casa, frente al televisor o el ordenador, siendo ya casi jóvenes de instituto, sus alumnos y alumnas recibirán el «gracias» en forma de escalofrío y, señalándola en la pantalla, dirán con orgullo: «Esa es mi profesora, una ganadora».