Educación
El colegio de Madrid que enseña desde el juego y la emoción en clase
En Griñón, el centro educativo de La Salle apuesta por el Nuevo Contexto de Aprendizaje, donde rompen con las aulas y los sistemas de evaluación tradicionales
Los alumnos de 1º de ESO siguen un dictado en el que aprenden a diferenciar la «Y» de la «Ll». Son las 11 de la mañana y están absolutamente volcados y es que, cuando la profesora dice palabras «lluvia» se suben a sus sillas y cuando dice «ya», se sientan en el suelo. Es una manera de aprender jugando y, aunque sorprenda, esta es una de las clases más convencionales de esta aula de Griñón.
En este y todos los centros educativos de La Salle han comenzado a implantar un nuevo modelo que termina con horarios tradicionales, asignaturas separadas y evaluación en un papel de examen. Ya ha comenzado, pero estará completamente implantado en el curso 2025-26. Han decidido crear materiales didácticos propios y apostar por el Nuevo Contexto de Aprendizaje (NCA).
Pedro Garrido, director del colegio –concertado de Infantil, Primaria, ESO y Ciclos Formativos y privado en Bachillerato–, puntualiza que no todos los chicos aprenden de la misma manera: «Hay chavales que son más memorísticos y hay otros que son más kinestésicos. Esto es un ejercicio muy bueno para tener la atención puesta». Puntualiza que se enfocan en que el protagonista sea el alumno, no un profesor que se suba a una tarima, y cita a Francisco Mora, docente, doctor en Medicina y Neurociencia, y catedrático de Fisiología: «Sin emoción no hay aprendizaje».
Ellos lo han vivido a través del cariño de los familiares de los alumnos. La relación es muy cercana; los padres tienen al menos tres reuniones con los docentes, reciben los mapas conceptuales donde les indican lo que sus hijos van a aprender y pueden contactar con el centro a través de la plataforma. La misma relación la aplican con los niños: «En diciembre les preguntamos qué tal se estaban adaptando por si había que ajustar algo».
El NCA está aplicado en cada uno de los establecimientos de educación de La Salle, aunque no en todas las etapas. Su organización se basa en los principios pedagógicos: interioridad, construcción del pensamiento, conducta y actividad autorregulada, dimensión social y mente, cuerpo y movimiento, que abarca actividades como la de lengua.
«Lo que queremos con cada uno de esos principios es crecer en la dimensión humana. Luego están los ámbitos didácticos, es decir, cómo organizamos la clase, los horarios, los espacios», prosigue Garrido. A cualquier edad comparten una acogida al principio del día, como un momento de motivación, y un cierre, para hacer balance de lo aprendido.
El resto depende. En infantil cuentan con proyectos para elaborar destrezas desde la emoción; entornos de nivel, donde se acercan a la comunicación, la lógica, la religión, etcétera; e internivel, donde disfrutan con el juego y se reúnen los alumnos de tres cursos de infantil, aunque con la pandemia han tenido que pararlo.
En los pasillos están los restos de unas actividades de los más pequeños: unos cuadros vacíos porque el vigilante del museo, Dante, escuchó que la Mona Lisa le contaba cómo habían robado todas las creaciones de su museo. María Jesús Celeiro, coordinadora general de infantil y primaria, cuenta que el objetivo es que los pequeños de 5 años empiecen a crear sus propias obras, para ayudar y llenar el pasillo de colores.
«A partir de las experiencias y de los intereses de los niños sacamos todos los contenidos que van a ir aprendiendo», resalta la docente. Incluyen todo el vocabulario y comienzan el aprendizaje de cuatro semanas. «Metemos todos los conocimientos de razonamiento lógico, lectura y escritura en infantil».
Enseñar lo que aprenden para saber más
En otra de las plantas, en el corredor de primaria, están sentados unos niños de 4º de Primaria. Se ubican frente a un mapa que miran atentos. La profesora les pregunta sobre la temática que trabajan, «El viaje»; pero no se centra en el turismo, sino en buscar un futuro mejor. Habla de esas personas que se van de sus hogares para huir de las tragedias.
En esta etapa suprimen las asignaturas como tal: matemáticas, lengua, o ciencias sociales pasan a ser mezcla que se trabaja por áreas. Aparecen los, los seminarios –las clases más tradicionales como esta de geografía– y los talleres, lo que perdura en secundaria. Los proyectos se efectúan duran dos o tres semanas.
El director emplea una comparación muy sencilla: «Si fuera el carnet de coche, el seminario serían las clases teóricas del coche, el proyecto sería meterse y conducir y el taller sería cómo ser un buen conductor, cívico, marcar la diferencia». Todos estos términos desembocan en una formación que se adapta a los contenidos legales, llegan al mismo destino tratando de hacer el recorrido más ameno.
La tecnología es otro de los pilares: cuentan con un Chromebook, que es como un híbrido entre tableta y ordenador; materiales creados por ellos, que combinan los soportes audiovisuales y otros formatos. La institución, que tiene más de 300 años de historia y 120 centros en España y Portugal y unos 80.000 alumnos, se adapta a la actualidad. Según Garrido, la idea es también que haya un salto de etapa sin ton ni son, que los jóvenes lleguen a la universidad con destreza y no con pavor por un cambio radical.
Los profesores también han invertido una media de 50 horas por educador para aprender a enseñar. Aun así, el avance ha sido progresivo. Los adolescentes han trabajado temas como «Estrellas», uno de los títulos que tuvo como protagonista a Stephen Hawking. Desde todas las materias miran al universo y desarrollan una idea final. Está colocada en la planta baja; paneles negros con estrellas que antes estuvieron colgados en las clases.
Aparte del aprendizaje del sistema solar, los alumnos de la ESO hicieron unos títeres a mano. Emplearon calcetines y otros materiales para explicarles a sus compañeros de infantil el origen del universo. Garrido subraya que esto marca: «Solamente el hecho de explicárselo a un niño de infantil hace que su conocimiento sea muy significativo, para poder saber que tengo que trasladar esos alumnos».
Se trata de saber trasmitir lo que aprenden, y de que el centro sea un lugar lo más agradable posible. «Un niño porque cumpla 12 años y pase de curso no deja de ser un niño. Siguen jugando», asegura el director con una sonrisa.
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