El Decano del Colegio de Psicólogos cree que las crisis nos llevan a dar respuestas extraordinarias a situaciones complejas, como las que hemos vivido, pero también pueden tener efectos devastadores, como en el caso de la salud mental.
En lo que llevamos de curso los profesores han detectado un crecimiento exponencial de conductas suicidas. ¿Por qué cree que está pasando esto?
La pandemia y, especialmente, el confinamiento (no hemos de olvidar lo que vivimos durante prácticamente cuatro meses) han supuesto para gran parte de la población una experiencia, sin duda, traumática. Y dramática para muchas personas. Incertidumbre, nerviosismo, ansiedad, miedos, desajustes emocionales, sufrimiento, enfermedad y duelo han convivido de manera cotidiana con el día a día cada uno de nosotros. Y, en no pocas ocasiones, en el de nuestros niños, niñas y adolescentes. La infancia y la adolescencia son etapas vulnerables, en las que su cerebro sigue evolucionando y no ha terminado su periodo de madurez. Y todo lo vivido ha dejado su sello en forma de mayor o menor sufrimiento. Pero todo lo que tiene que ver con los problemas de salud mental y ajuste emocional en estas etapas de la vida viene de atrás.
También se ha detectado el doble de casos de autolesiones de alumnos en institutos...
Los datos que se refieren a la ideación, intencionalidad suicida y conductas autolesivas nos muestran claramente la realidad del incremento de casos. No obstante, ahora detectamos casos que ya estaban presentes con anterioridad.
¿Por qué la pandemia ha golpeado más fuerte la salud mental de niños y adolescentes?
La infancia y la adolescencia son etapas vulnerables. La comprensión del mundo y la interpretación de lo que nos ocurre y vivimos está limitada por la experiencia. Y su experiencia, claro, está limitada. Y su capacidad para captar las consecuencias de lo que viven está sin duda, aún, lastrada. Todo lo vivido ha dejado su sello. Y los daños pueden ser muy relevantes. La Organización Mundial de la Salud anunciaba en septiembre de 2020 la necesidad de abordar de manera urgente y decidida el reto de la salud mental en la adolescencia. Las influencias negativas (Experiencias adversas en la infancia) y los determinantes sociales de la salud pueden marcar, desafortunadamente, una forma negativa de crecer y de atribuir sentido, realidad, tendencia y trayectoria a la vida. Y pueden orientar la mirada hacia la sensación de que no hay salida, la indefensión y hacia los preludios del desaliento y la desesperanza.
¿Cómo se deberían combatir estas situaciones de trastornos mentales, autolesiones y suicidios?
La salud mental se juega en muchos espacios. No solo en los servicios especializados de salud mental. Es imprescindible actuar. Precisamos de un marco que integre de forma adecuada la reflexión y toma en consideración y medidas sobre los procesos que ponemos en marcha en nuestra sociedad. Tales como: nuestro modo de vida, cultura, valores, ritmos y prioridades; los modelos educativos en el contexto familiar; el papel de las familias en la generación de comunidades educativas participativas;
el papel de los centros educativos (y la incorporación orgánica en las plantillas de los centros de la especialidad de Psicología educativa); la intervención en el marco de los servicios sociales (y la presencia de la Psicología en los modelos de atención social primaria); el desarrollo de programas y la acción de los Ayuntamientos en la promoción del bienestar de la infancia, adolescencia y juventud...Se trata de actuar de manera combinada. Los diferentes sistemas al servicio de las personas y la continuidad de los cuidados. No hay otro camino.
¿Hay forma de prevenir estas conductas?
Claro. En los centros educativos es imprescindible la elaboración de planes de detección y prevención de desajustes y trastornos emocionales del alumnado. Pero el reto es de todos.
¿Qué consejos daría a los padres que ven a sus hijos conductas suicidas?
Siempre acudir a la red de Atención Primaria, como primera medida; este facultativo valorará la necesidad y pertinencia de derivación a los servicios especializados de salud mental; y, por supuesto, coordinar las acciones con el centro educativo. Desarrollar acciones con estas premisas garantizan la
adopción de las medidas imprescindibles en estos primeros pasos tras la detección del problema.
¿Salemos fortalecidos de situaciones dramáticas como las que hemos vivido o vamos hacia una sociedad de personas más vulnerables?
Las relaciones entre salud mental y centros educativos son inexcusables. La salud mental de la infancia y de la adolescencia y la necesidad de la prevención de los desajustes y trastornos emocionales en esas etapas de la vida no son cosas de hoy, precisamente. Vienen de lejos. No hace falta sino revisar las numerosas alertas que profesionales, investigadores y sociedades científicas venían detallando un «futuro» sumamente inquietante. Pero no encontremos un momento como este en mucho tiempo para ahondar de manera responsable en las necesidades de promover el bienestar en las personas y prevenir, detectar e intervenir de modo preciso y proporcionado los desajustes emocionales y los trastornos psicológicos de la población.