Desplazadas

De sufrir la guerra en Ucrania a refugiarse en La Moraleja

Iryna y su familia han encontrado un nuevo hogar con Lara y Borja. Este empresario ya ha traído, junto a otros voluntarios a 42 refugiados

Los restauradores Lara Alonso Cid y Borja Anabiarte acogen a tres ucranianas en su casa de la Moraleja.
Los restauradores Lara Alonso Cid y Borja Anabiarte acogen a tres ucranianas en su casa de la Moraleja.Enrique CidonchaLa Razón

Se llaman Iryna, Yelyzaveta y Malika. Tienen 50, 27 y 7 años respectivamente, y son de un pueblo cercano a Odesa, la tercera ciudad más grande de Ucrania, que fue atacada por primera vez este lunes con barcos de guerra rusos. Allí se mantiene el marido de Yelyzaveta, que, pese a tener la opción de marcharse —puesto que es natural de Azerbaiyán—, decidió quedarse como voluntario en un hotel de La perla del Mar Negro, donde ayuda a las personas mayores, que conforman uno de los grupos que mayoritariamente han optado por no irse del país.

“Cuando nos fuimos, las cosas estaban más calmadas. Pero hace poco bombardearon una zona cercana y, tanto las paredes como los cristales del lugar en el que está mi familia temblaron... Ahora tenemos miedo, pero no pueden irse. Además, todas las tiendas están vacías y faltan, especialmente, leche, cereales y medicamentos, porque muchas de las fábricas han dejado ya de funcionar”, nos cuenta Yelyzaveta, una profesora que habla con su marido cada día por teléfono, en entrevista con LA RAZÓN.

Tanto ella como su madre (Iryna) y su hija (Malika) viven en Madrid desde el pasado miércoles nueve de marzo, cuando fueron acogidas por una gran familia en La Moraleja liderada por Borja Anabitarte y Lara Alonso del Cid, fundadores del grupo de restauración Mentidero (El Mentidero De la Villa, La Borda del Mentidero, La Mentira...).

Emocionada, Yelyzaveta recuerda el momento en el que conoció a la familia con la que se alojaría, pues las tres refugiadas llegaron conociendo únicamente que tenían seis niños y un perro. “No sabíamos lo que nos esperaba, fue muy emocionante para todos, nos abrazamos y no paramos de llorar”, añade Yelyzaveta, que asegura tener “la vida que siempre había soñado, con una casa llena de niños”.

Los restauradores Lara Alonso Cid y Borja Anabiarte acogen a tres ucranianas en su casa de la Moraleja.
Los restauradores Lara Alonso Cid y Borja Anabiarte acogen a tres ucranianas en su casa de la Moraleja.Enrique CidonchaLa Razón

Por su parte, Lara recuerda que colmó a sus huéspedes con ramos de flores, chocolate y perfumes; un recibimiento muy dulce que nada tuvo que ver con el tortuoso camino que Iryna, Yelyzaveta y Malika emprendieron hasta llegar a la capital: pasaron por Rumanía, por un accidentado vuelo que terminó en Budapest, Suiza, Alicante, Valencia, —donde tenían unos amigos, pero no sitio para quedarse— y, por fin, Madrid.

La empresaria incide en que para los propios desplazados lo más cómodo y menos violento es ir en tren. Este medio de transporte es gratuito para los ucranianos en muchos lugares, y algo más amable que las furgonetas y convoyes con gente a la que hasta ese momento, no conocían, y que normalmente no hablan el mismo idioma.

“Lo mejor es aportar dinero a una ONG y que esta traiga a los refugiados en aviones o trenes. Algunas personas llevan días andando, intentando huir, sin nada, desesperados... y al llegar a Polonia les dicen que tienen que estar a lo mejor otros seis días de coche después de lo que han sufrido, cuando ya están al límite. Psicológicamente es una expeiencia muy fuerte e inhumana”.

Viajar varios días en un coche con gente que no habla tu idioma puede ser muy fuerte e inhumano

Lara se encarga, además, de recopilar ropa para los refugiados que llegan, de satisfacer sus necesidades y de ayudar a encontrar familias que los acojan. «Recomiendo a todas las personas que puedan que se impliquen y ayuden, porque todo te lo devuelven y ayuda a ver las cosas de otra manera. Me ha cambiado la vida, no sabes lo que es dar y recibir este amor, ojalá no se fueran nunca, son mi vida ahora», reflexiona.

En este proceso, eso sí, hay algo que entorpece la integración y el progeso de las personas desplazadas, y es la tramitación del NIE, imprescindible para desarrollar una labor profesional. “He encontrado trabajo para Iryna, que es peluquera, y para Yelyzaveta, pero queda bastante para la cita con la que conseguirán sus papeles de asilo, por lo que de momento se quedarán en casa”, explica. Mientras tanto, la risueña Malika seguirá recibiendo clases telemáticas de su escuela ucraniana.

Refugiados desde Varsovia

A la vez que Iryna, Yelyzaveta y Malika se instalaban en su nuevo hogar, Borja regresaba a España desde Varsovia. A la capital de Polonia fue, tras pasar por Lérida, con el fin llevar medicinas del Hospital Enfermera Isabel Zendal y otros productos de primera necesidad y para traer, junto a otros voluntarios, a 42 refugiados a los que dejaron en la iglesia de Vallecas, con sus diferentes destinos ya adjudicados.

Desde su experiencia, Borja, al igual que su mujer, recomienda ayudar donando a asociaciones y, en caso de decidir ir a algún lugar fronterizo para traer refugiados, llevarlo a cabo organizándolo bien, “usando más la cabeza que el corazón” y estando al tanto con los trámites burocráticos, pues problemas como la trata de blancas han llevado a extremar la seguridad.

En su caso, sintió el “latigazo” de ayudar a los refugiados tras ver “lo feas que se estaban poniendo las cosas” en las noticias que evitaba ver desde que comenzó la pandemia, por su contenido traumático. “Es un viaje terriblemente complicado, hay tensión y riesgo. Hay que esperar la mejor oportunidad, no se trata de ir a la aventura, sino de marcharse con todo bien atado”. De su breve estancia en Varsovia, destaca lo organizado que estaba todo.

“En algún hotel en el que paramos por el camino, encontramos familias que nos pedían que les sacáramos de allí. Fue duro decirles que no, pero ya teníamos refugiados adjudicados para traer a España. En Varsovia, a 60 km de la frontera con Ucrania, se hacían test de antígenos, te presentaban a los refugiados (algo esencial por las diferencias de idiomas)... estuvimos solo seis horas allí, lo indicado para descargar las medicinas y los productos de primera necesidad, organizar a los refugiados, con sus papeles y sus hijos, porque es algo que está muy controlado, y regresar, esta parte fue la más fácil”, expuso Borja sobre su travesía, en la que contó con algunos familiares y la asociación Juntos por Ucrania.

¿Cuál es la mejor manera de ayudar?
“Por desgracia, creo que esto va a durar mucho. Para la gente que quiera ayudar, lo más efectivo es donar dinero y que las distintas asociaciones se encarguen de traer a los refugiados vía autobús, vía tren o vía avión. Sin embargo, ese ímpetu que yo tuve lo tendrán muchas personas que, por ejemplo, se limitan a donar 500 euros, no sienten realmente que estén ayudando y busquen algo más. Esa gente tiene muchas posibilidades aquí en España, hay lugares a los que se puede ir a colaborar cediendo ropa o con su mano de obra, que a veces es lo que más falta hace. Y los que aún así quieren ir a algún lugar fronterizo, que lo hagan. Pero que lo hagan con cabeza y no solo con corazón, como lo hice yo”, apunta el empresario y fundador de Mentidero Borja Anabitarte, quien viajó a Varsovia junto a otros voluntarios para llevar provisiones y traer hasta Madrid a 42 refugiados ucranianos.