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Imanol Arias, sobre ‘Muerte de un viajante’: “La gran literatura es la base del teatro”
El actor protagoniza la obra en el Teatro Infanta Isabel hasta el 25 de septiembre
En Muerte de un viajante, clásico de Arthur Miller publicado hace 70 años, el único objetivo de Willy Loman es darle una vida mejor a su familia, a la que trata de inculcarle la ambición por triunfar y progresar en la escala social. Las cosas le salen mal y termina hastiado tras una vida sin descanso que no le da tregua. Se trata de un personaje en el que podrían verse reflejados muchos y muchas pese a la longevidad del libreto original, ahora adaptado por Natalio Grueso en una obra dirigida por Rubén Szumacher. Sin embargo, el encargado de darle vida tomando el testigo de actores como José Sacristán es Imanol Arias.
El intérprete relata a LA RAZÓN que este trabajo se prepara como una ópera o una carrera de fondo, tanto que al principio, mucho antes de superar las 160 funciones, el protagonista se le resistió al ser «un personaje poco exhibicionista, pero muy concentrado». Del espectáculo no destacan artificios ni ornamentaciones, sino una puesta en escena austera y, sobre todo, su literatura, que para el actor es «la base del teatro».
Desde su estreno en 1948, este drama cuenta con la tradición de ensayarse justo antes de presentarse al público, aunque en esta ocasión se hace solo con algunas escenas. Para el de Riaño (León), podría asemejarse a la trágica serie Por trece razones (2017) por la manera en la que impacta desde la emoción a diferencia de ficciones como Stranger Things (2016), que lo hacen en la imaginación. Estas producciones pertenecen a la era de las plataformas, algo a lo que ha tenido que adaptarse el teatro, y el reto se presenta al intentar acogerse a los nuevos tiempos sin desvirtuar la esencia, según reflexiona Arias, pues ya nadie está dispuesto a pasar más de dos horas en el teatro y no es tan importante lo que se ve sobre las tablas, sino el poso que deja.
Define Muerte de un viajante como «un regalo para el espectador que pasa por el oído, sin recovecos»; y presume de no haberse cansado de formar parte de la obra. La propuesta sobrecoge al espectador hasta el punto de que a veces «cierra los ojos y se limita a escuchar» y fue pionera en crear los flashbacks en el teatro, algo poco común en el género de la tragedia, hasta su estreno. Se vertebra por un personaje que evoca a Edipo, Hamlet u Otelo y su argumento pasa también por la preocupación ante la obsolescencia de los objetos y la obsesión del humano por ser poseedor de las cosas.
Retrata una época en la que, al igual que en la actualidad, cabía la posibilidad de que «los hijos pudieran vivir peor que sus padres», una cuestión que preocupa al actor en el presente. Durante la temporada anterior, subió al escenario junto a su hijo, Jon Arias. «Ha sido una experiencia estupenda y, sabiendo que era temporal, me ayudó mucho cuando tuve problemas al principio, ha sido muy hermoso desarrollar la relación de estos dos personajes», recuerda.
Pero trabajar en familia no es nuevo para él: Daniel Arias, su hijo menor, también participó en Cuéntame (2001), la producción más emblemática en la trayectoria del actor. «Le he dedicado más de la mitad de mi carrera, cualquier cosa que diga sobre la serie estará mal dicha, porque no hay referentes. Darle la importancia que tiene, con todos los premios del mundo, suena pomposo. Tiene una importancia muy grande en la televisión que hace que cueste mucho renunciar a otras cosas, ese ha sido el precio a pagar», reconoce.
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La mítica serie se desarrolla en el barrio ficticio de San Genaro, que se ubica en Madrid. El actor se trasladó a la ciudad en 1975 y si algo le traslada hasta esa fecha son las zonas peatonales de la capital, aunque los barrios castizos sean hoy mucho más turísticos y complejos, reine una «economía de sostén, con sueldos muy bajos» y el aire esté más contaminado. Recuerda también que en los albores de su carrera el mundo era más sencillo y fácil para los actores noveles.
Con todo, afirma que le encanta «patear» el bullicio del centro, que se caracteriza por su juventud y energía, lo que no quita que valore los días de julio en los que hay más tranquilidad. Y pasando a la gastronomía de la ciudad, no duda al recomendar Roostiq, El fogón de Trifón (por su bodega y sus callos) y Pescaderías Coruñesas.
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