Opinión

Madrid/Barcelona: la persecución al español es una imposición xenófoba

Ayer Madrid estaba muy catalán. Y a mí, qué quieren que les diga, me gusta que Gran Vía termine en Urquinaona, que cuando arde Universidad se levante Dos de Mayo

Una parte considerable del Madrid intelectual estaba ayer, en cuerpo o en alma, en o con Cataluña. Porque se defendía en Barcelona, a la sombra del Arco de Triunfo, bajo un sol implacable, que el español no desaparezca de sus aulas y sus críos puedan estudiar en la lengua cooficial. Y aunque pudiera parecer a simple vista baladí o que solo les incumbe a ellos, eso no es así: los catalanes son españoles y tienen derecho a que sus hijos conozcan y puedan utilizar nuestra lengua común. Y eso no implica, como quieren vendernos los separatistas, que se discrimine el catalán, que se deje de proteger. Ni mucho menos.

Y es necesario que todos seamos conscientes de que el problema tiene una dimensión nacional y no solo regional. Porque de lo que estamos hablando en realidad, y disculpen que me no me ande con eufemismos, es de la imposición xenófoba de una lengua para condenar a otra a la desaparición y forzar la brecha que separe. Y no lo invento yo, lo dicen abiertamente. La parte que se me escapa es aquella en la que nuestra izquierda compra este discurso, evidenciando el divorcio ente el ideal y el método, llevando a cabo ese acto performativo en el que ser de izquierdas es meramente considerarse de izquierdas pero sin necesidad de serlo. Puritito «packaging». Lazo grande y bonito papel de celofán. Ayer Madrid estaba muy catalán. Y a mí, qué quieren que les diga, me gusta que Gran Vía termine en Urquinaona, que cuando arde Universidad se levante Dos de Mayo y que si, en Ciutadella, dice Ana Losada que no nos callarán, se aplaudan en Callao sus palabras. Porque esto nos incumbe a todos y no es un problema de los catalanes, sino de los españoles.