Regreso
Una tarde con los toros del Batán de Madrid... casi dos décadas después
La emblemática Venta de la Casa de Campo vuelve a acoger y exhibir las reses de las grandes ferias madrileñas
Viajemos al pasado por un instante: Rodríguez Zapatero llevaba unos meses de presidente del Gobierno; Juan Pablo II aún encabezaba la Iglesia católica; Estados Unidos ponía precio a la cabeza de Sadam Huseín; la última entrega de «El señor de los anillos» era el éxito cinematográfico del año... y la Venta del Batán exponía toros al público por última vez. Fue en el año 2004. Familias enteras y aficionados en general acudían en masa durante los días previos a las grandes corridas para contemplar las reses. Eran los meses de mayo y junio, el tiempo acompañaba y las colas de coches eran kilométricas. El euro ya estaba implantado... pero no mucho. No eran pocos los que todavía se apegaban a las pesetas: el precio, pocos años antes, estaba fijado en trescientas.
Sin embargo, en 2005 se acabó la fiesta. Y no solo para el Batán. Dos palabras pusieron al mundo taurino en guardia: «lengua azul». Este era el inquietante nombre que recibió una enfermedad vírica inofensiva para el ser humano, pero no para los los rumiantes. La normativa solo permitía su traslado si el destino final de los animales era el matadero. Y la Venta del Batán no lo era. Es más: de forma explícita se prohibieron las exhibiciones. La enfermedad pasó, pero la Venta no se recuperó. Nunca antes en sus más de 70 años de historia –fue inaugurada el 11 de mayo de 1950–, había permanecido tanto tiempo sin inquilinos.
Espaldarazo institucional
Fueron muchas las voces del mundo taurino que se alzaron pidiendo su regreso. Sin embargo, hubo que esperar a finales del año pasado para que se produjera la reapertura. En diciembre de 2021, Martínez-Almeida y Díaz Ayuso, alcalde y presidenta, celebraron la vuelta de la Escuela Regional de Tauromaquia José Cubero «Yiyo», ubicada en el complejo de Batán, y que llevaba tres años sin recibir nuevos alumnos debido a que la anterior alcaldesa, Manuela Carmena, no había renovado su contrato. Y desde el pasado 27 de septiembre, previo anuncio de la Consejería de Presidencia, Justicia e Interior, con Enrique López al frente, este espacio de la Casa de Campo recuperaba su función como lugar de exhibición.
Testigo excepcional de todos estos vaivenes ha sido Lidia Menés. Hija del banderillero y antiguo guardés de la Venta, Iluminado Menés, «Lumi», y hermana del torero Daniel Menés, Lidia es actualmente la guardesa y la conserje de la escuela taurina. En una de las numerosas placas que pueden encontrarse en el lugar, destaca una fechada en enero del año pasado, en la que Ayuntamiento y Comunidad agradecen a Iluminado «una vida entera dedicada a la venta del Batán y a la Escuela de Tauromaquia». En el futuro, lo justo sería que el agradecimiento se extendiera a Lidia, que desde hace siete años tomó la «alternativa» a su padre como principal responsable. No nació en el Batán, como si le ocurrió a su hermano Daniel –allá por 1996, su madre se puso de parto sin tiempo para acudir al hospital–, pero desde «chiquitaja», en la casa familiar situada junto a la Venta donde se ha criado, se ha preparado para un momento como el que ha vivido estos últimos días: los toros, de vuelta al Batán. «Hasta que no viera cómo salía el último de los toros de los camiones, no me lo iba a creer. Se me pusieron los pelos de punta», dice.
Niños y abuelos
Nos encontramos allí en una hora que tiene poco de taurina: las 15:30 de la tarde. No será hasta una hora después cuando los curiosos empiecen a asomarse por los corrales que conforman la finca. Hay que tener en cuenta que nos citamos allí un miércoles. El fin de semana anterior había sido «la locura». Acudieron alrededor de 200 personas en el horario habilitado de 10:00 a 19:00. Desde niños y jóvenes que «no habían visto un toro en su vida» hasta abuelos que «venían aquí de jóvenes». Las ganaderías representadas han sido las de Adolfo Martín y Fuente Ymbro. Son los toros pertenecientes a esta última los que nos reciben durante la visita. Tranquilos, hasta mansos se podría decir si no fuera porque ayer se enfrentaron a Miguel Ángel Perera. Porque esa es otra: el cartel de la Feria de Otoño ha sorprendido a los aficionados. Muy gratamente. Las Ventas sigue siendo una plaza exigente y muy respetada, cuando no temida. En esta ocasión, se han citado nombres como los de Morante de la Puebla, Alejandro Talavante, Roca Rey... a los que hay que sumar el de Ángel Téllez, triunfador del último San Isidro. Para el 12 de octubre ya se ha colgado el cartel de «no hay billetes».
Ya han pasado más de diez días desde la reapertura, pero todo el recinto luce aún el aspecto renovado que solo ofrecen muchas manos de pintura. Desde la misma fachada, presidida por la efigie de San Isidro Labrador, hasta el último de los corrales, donde se reparten los toros. En un corral aparte, a escasos metros de las reses, se encuentran los cabestros, cuya tonalidad blanca les delata. Ellos son los encargados de «enchiquerar» a los toros, de guiarlos para que puedan conducirse sin problemas tanto en su entrada como en su salida de la Venta. Porque el respeto al animal es máximo, tanto en lo que se refiere a su alimentación y hábitos como a los riesgos que entraña su cercanía. Han pasado una semana en la finca y todo ha transcurrido de forma orgánica, como si no hubieran transcurrido casi dos décadas desde la última vez. «La primera regla es dejarlos tranquilos», dice Lidia. Al fin y al cabo, las reses allí congregadas pertenecen a la misma familia.
Las placas se amontonan en la parte trasera de la instalación: son las de los toros premiados en las Ferias de San Isidro. La primera data del año de la inauguración de la Venta, 1950: el afortunado fue el número 22, de nombre Fuentes. Lidiado el 21 de mayo, pertenecía a la ganadería de Felipe Bartolomé. Sin embargo, las placas se detienen en el año 2014. Entonces, el premio al toro más bravo correspondió a Zahonero, de 610 kilos, de la ganadería de Miura, y lidiado por el diestro Javier Castaño. Los huecos reservados para el 2015 en adelante están vacíos. Hay que recordar que estas placas eran concedidas por la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid. Con la llegada de Manuela Carmena y Ahora Madrid al Consistorio, ese privilegio se acabó. Por lo menos, hasta el día de hoy.
Poco a poco, los niños empiezan a llegar. Y lo hacen más que puntuales. EL más pequeño, un chaval rubio de apenas seis años. De lunes a sábado, de 17:00 a 20:00, tienen clase. La Escuela taurina ha vuelto con éxito, sobrepasando el centenar de alumnos. No todo varones, por cierto: también se encuentran seis chicas. «Desde Cristina Sánchez, se ha notado un bajón en el toreo femenino», dice Lidia. Y bien lo sabe, porque Cristina fue su maestra.
Por supuesto, la Escuela tiene su parte teórica. No todo está en internet: aún conservan varias cintas VHS de corridas imposibles de encontrar en otro formato. Pero, cómo no, está la parte práctica. Una enorme nave da la bienvenida a los alumnos. Es la antigua Escuela de Tauromaquia Marcial Lalanda. La «escuela de las escuelas», fundada hace casi medio siglo. De allí salieron José Miguel Arroyo «Joselito», Julián López «El Juli» o Miguel Abellán, actual director del Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid.
Entre infinidad de «carretones» taurinos, los chavales entrenan los últimos movimientos antes de que empiece la clase. Lidia dice que, entre otras muchas cosas, los chicos destacan por el respeto y compañerismo que reina entre ellos, venciendo cualquier barrera que pueda surgir por la diferencia de edades.
Mientras se preparan, un enorme cartel preside el interior de la nave. Es, de hecho, lo primero que ven nada más cruzar la puerta: «Llegar a ser figura en el toreo es casi un milagro». En ese «casi», muchos depositan buena parte de sus esperanzas.
Las reses volverán para San Isidro
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