Homenaje

El “making of” del legionario que ya desfila por la Castellana

La obra fue creada por el escultor Salvador Amaya, que desveló para LA RAZÓN sus principales inspiraciones para crearla

Tres legionarios, durante la inauguración de la estatua, el pasado 8 de noviembre
Tres legionarios, durante la inauguración de la estatua, el pasado 8 de noviembreFernando SánchezEuropa Press

Una altura de 2,78 metros, 3,52 si contamos su pedestal. El material, bronce. En su base, las leyendas grabadas con referencias al escudo del Cuerpo, su centenario y su credo. En resumen: un legionario anónimo ya desfila por la Castellana. El Ayuntamiento de la capital, con José Luis Martínez-Almeida al frente, inauguró ayer una estatua que nace con motivo del centenario de la creación de la Legión. Una iniciativa impulsada por la Fundación Museo del Ejército, que se encargó de financiar el monumento y su instalación mediante una campaña de micromecenazgo.

Su creador es el madrileño Salvador Amaya. A lo largo de las dos últimas décadas, ciudades madrileñas, españolas y del otro lado del Atlántico se han beneficiado del talento del escultor a la hora de recrear el mundo castrense. Así, en nuestra plaza del Conde del Valle de Súchil se encuentra el «Monumento a los héroes de Baler». Un homenaje a los conocidos como «últimos de Filipinas», asediados por las tropas asiáticas entre julio de 1898 y junio de 1899 en una iglesia del pueblo de Baler. Antes, Amaya hizo lo propio con uno de los héroes españoles más reivindicados: el marino vasco Blas de Lezo, conocido como «El mediohombre». Tuerto, manco y cojo, consiguió impedir, gracias a su habilidad como estratega, la toma de Cartagena de Indias por parte de los navíos ingleses. Desde 2014, está presente en los Jardines del Descubrimiento de la plaza de Colón.

Estatua de la legión de Salvador Amaya
Estatua de la legión de Salvador AmayaSalvador Amaya.

“Desde pequeño quise ser militar. Avatares del destino me llevaron a la profesión artística, pero creo que desde la escultura también puedo colaborar aunque sea creando símbolos que recuerden grandes gestas y representando los valores de disciplina, entrega y sacrificio que encarna el ejército”, recordaba Amaya hace algo más de un año a LA RAZÓN, al poco de finalizar la escultura, entonces de arcilla.

Para el monumento a la Legión, el escultor tuvo como modelo un boceto de Augusto Ferrer Dalmau. Un pintor que, como él, es una voz autorizada dentro del arte de inspiración castrense. “Augusto es un gran conocedor de la milicia. Cada composición que imagina tiene un porqué. En este caso, a la hora de diseñar la idea, tuvo en cuenta que la figura se convertiría en estatua. Por eso, no podía representar un legionario en actitud demasiado dramática, sino como un símbolo de todos los valores y virtudes del legionario”, explicaba Amaya.

Y así es. Hoy, la efigie arroja una mueca de valentía, pero no agresiva, agarrando el fusil con ambas manos y con la bayoneta calada. “En un principio lo importante era la serenidad ante la muerte y la profesionalidad. Representarle en actitud de prevenga nos pareció lo más acertado”, añadía Amaya.

Fueron varios meses de trabajo en los cuales, mientras moldeaba la arcilla en su estudio, “no existían horas, ni días ni semanas. No tengo otro pensamiento más que conseguir quedar satisfecho con el trabajo realizado”. Después, una vez que el barro quedó modelado, debía decidirse si la reproducción tenía que hacerse en bronce, piedra o madera. «En el caso del monumento público, prefiero el bronce por su resistencia a la intemperie», subrayaba el escultor.

Una vez ya expuesta al público, ¿qué le gustaría que viesen los viandantes cuando miren a los ojos a su legionario? «Me gustaría que miraran de tú a tú a quien no teme a la muerte y a quien pone por delante la bandera de su patria por encima de su vida. Me gustaría haber podido transmitir la entereza del hombre que cuida de los suyos y no deja a nadie atrás. Me gustaría que se recordara que nuestro espíritu es capaz de albergar valentía, honor, esfuerzo, amor y sacrificio. Que el ejército está ahí, no de forma testimonial, sino que su labor va dirigida a proteger nuestra forma de vida», concluía Amaya la conversación con LA RAZÓN