Opinión
Una vieja Nochevieja: tan anticuada como decir «digamelón» al descolgar el teléfono
En Twich las campanadas las dieron, con Ibai, Anne Igartiburu y Ramón García. Que podíamos estar entrando en 2023, en 2027 o en 1995. Lo mismo daba
En un alarde de coherencia con su propia esencia, la Nochevieja de 2022 ha sido viejunísima. Como un cóctel de gambas o un aguacate relleno. Anticuada como decir «digamelón» al descolgar el teléfono. Como las hombreras y los pantalones pirata. Como llevar un busca en el bolsillo. A lo mejor siempre lo ha sido, no me atrevo a defender con suficiente convicción aquí y ahora la idea de que, en algún momento, fuese transgresora. Pero este año me ha parecido especialmente rancia. Culpo de ello a Ibai Llanos: dar las campanadas con 27 años y en Twich (lo digo como si supiera de lo que hablo, haciéndome la joven, pero no tengo mucha idea de lo que es Twich en realidad ni ganas tengo de saberlo) debería ser el novamás de la modernidad. Algo rompedor e innovador, posmoderno, revolucionario. No sé. ¿Diferente?
Cualquier cosa me hubiese venido bien, la verdad. Sobre todo si tenemos en cuenta que Ana Obregón y los Morancos daban las campanadas en TVE y Cristina Pedroche (con pinta de haber salido apresurada del baño y que se le hubiese enganchado el papel higiénico en el tetamen) con Alberto Chicote hacía lo propio en Antena 3. No es que el listón estuviese muy alto, como ven, para resultar rebeldón y chispeante, a pocas ganas que se le pusiera. Pues no. En Twich las campanadas las dieron, con Ibai, Anne Igartiburu y Ramón García. Que podíamos estar entrando en 2023, en 2027 o en 1995. Lo mismo daba.
Por un momento, Twich se puso en blanco y negro (tirando a sepia), las voces sonaban nasales y atildadas y una estaba segura de que darían paso a un especial de Martes y Trece y que, con un poco de suerte, se le saldría una teta a Sabrina. Y eso habría hecho de la Nochevieja de 2022 algo transgresor, rebeldón y chispeante.
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