Opinión
Un año de vida parlamentaria en la Asamblea de Madrid
En la Cámara madrileña todos los procedimientos están claros
En junio de 2023 se inició la XIII legislatura de la Asamblea de Madrid. En estos doce meses se ha realizado una gran labor por los diputados autonómicos madrileños que no es bien conocida por el público. En este primer año se han aprobado en la Asamblea de Madrid diez leyes, una cifra realmente muy destacada. Por lo que se refiere al control al Gobierno, los grupos parlamentarios han presentado 26.000 iniciativas en un año (preguntas orales, escritas, peticiones de información, comparecencias, proposiciones no de ley, etc.). Nuevamente nos encontramos ante un volumen realmente elevado que pone de manifiesto el interés y esfuerzo de nuestros diputados. Si seguimos este ritmo, al final de la legislatura se alcanzaría la cifra de más de 104.000 iniciativas. En la última legislatura que duró 4 años, la legislatura 2015-2019, se registraron 42.259. La diferencia es enorme. A la vista de lo anterior, en la Asamblea de Madrid los diputados se esfuerzan en controlar la acción del ejecutivo, y el Gobierno en justificar su labor y contestarles, y lo hacen de una manera más intensa de lo que existe en otros parlamentos autonómicos: aquí hay más plenos, más preguntas a la presidenta del gobierno, a los consejeros, más sesiones de comisión, etc.
Otro asunto importante que tiene que impregnar toda la actividad parlamentaria es la neutralidad de los miembros de la mesa de la Asamblea. El presidente, los vicepresidentes y los secretarios deben aplicar el reglamento de esta institución al margen de consideraciones políticas cuando califican iniciativas parlamentarias en las reuniones que se celebran cada viernes, en las tareas de dirección de los servicios de la cámara y a la hora de presidir el plenario. En aras de esta neutralidad aquí existe un factor determinante, disponemos de un Reglamento que ha sido aprobado por unanimidad de los grupos parlamentarios y que deja muy claros los derechos y deberes de los diputados, los tiempos de las intervenciones en los plenos y las comisiones y la tramitación de las diferentes iniciativas parlamentarias. Algunos diputados que han pasado de la Asamblea de Madrid al Congreso de los diputados señalan la diferencia entre una institución y otra. En la Asamblea los procedimientos están claros y son conocidos por todos los interlocutores. Los márgenes a la discrecionalidad política son escasos. Desde luego, una situación totalmente opuesta a la que reina en la Cámara Baja española una de cuyas primeras medidas fue modificar unilateralmente el reglamento para cumplir el compromiso del presidente del gobierno con los independentistas en orden al uso de las lenguas cooficiales.
En otro orden de cosas, en el plenario hay 135 diputados y, por tanto, si las sesiones carecieran de orden y concierto no se lograrían los objetivos que todos deseamos para el parlamento autonómico. Lo que se conseguiría es algo muy pernicioso, la Asamblea sería noticia más por las trifulcas que allí han podido suceder que por la labor legislativa y de control al gobierno que se lleva a cabo, o por las intervenciones brillantes de los diputados. Repasando lo que ha sucedido este año hay que decir que iniciamos la actividad parlamentaria con plenos muy broncos. Es cierto que contribuía a ello la elevada crispación de la situación política de España. En un primer momento, eran continuas las alusiones, más bien descalificaciones, de unos diputados a otros. La consecuencia es que las sesiones se interrumpían continuamente y había una continua sensación de bronca y griterío. Por ese motivo, desde la presidencia se restringió la utilización de las intervenciones por alusiones, dentro del margen que el reglamento permite. Simultáneamente, se intentó adoptar una posición dialogante, con educación, tranquilidad y cierto sentido del humor a la hora de dirigir el plenario evitando provocar una mayor crispación. Creo que gracias a todos ha mejorado la situación.
El año pasado celebramos el 40 aniversario de la Asamblea de Madrid. Por eso es el momento de poner en valor la gran labor que se ha realizado durante estos años por tantos diputados, funcionarios y autoridades que han intervenido y comparecido en el plenario y sus comisiones.
La Asamblea de Madrid tuvo claro desde sus inicios que su cometido fundamental estaba en mejorar la vida de los madrileños, no había otros motivos que justificaran su existencia y por eso el legislativo autonómico, y también los ejecutivos, se han centrado en mejorar los servicios públicos que han recibido por transferencia de la Administración del Estado.
Es un hecho cierto que el Estado Autonómico nació por la voluntad de satisfacer los deseos de autogobierno de las Comunidades históricas. La realidad 40 años después es que donde mejor ha funcionado el sistema autonómico ha sido en aquellos territorios sin tradición autonómica y ajenos al nacionalismo. En estos territorios no se ha perdido el tiempo y malgastado las energías en asuntos identitarios, ni en mirarse el ombligo del terruño, y eso ha redundado en ejecutivos y parlamentos más eficaces solo preocupados en mejorar el nivel de vida de sus regiones. Desde luego, Madrid ha sido el paradigma de este proceso. Nació como comunidad autónoma en solitario y no querida como compañera de viaje por nadie, 40 años después ha logrado una identidad envidiable porque se caracteriza por un espíritu emprendedor, acogedor y solidario que ha logrado colocarse a la cabeza de los niveles de prosperidad, riqueza y libertad en nuestro país.
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