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Videojuegos

Arcade Rebirth: volver a jugar como en los noventa, pero en Vallecas

Una asociación sin ánimo de lucro abre un espacio en Madrid donde los videojuegos arcade de los 90 vuelven a cobrar vida.

En el popular barrio madrileño de Vallecas, cinco amigos han puesto en marcha un proyecto tan atípico como entrañable: Arcade Rebirth, un refugio para quienes alguna vez se dejaron los pulgares —y unas cuantas monedas— en las recreativas de barrio. Este espacio, gestionado por una asociación sin ánimo de lucro, quiere devolver a la actualidad la experiencia de los videojuegos de los años noventa, en un entorno cuidado, nostálgico y abierto a todos los públicos.

Basta con cruzar la puerta para volver a escuchar el clic de los botones, el estruendo de las máquinas de baile o el sonido inconfundible de una partida de Street Fighter II. Las luces intermitentes, la música electrónica y los joysticks bien usados crean una atmósfera que remite directamente a una época sin internet ni pantallas táctiles. Lo que hay aquí no es un museo: es un espacio vivo, donde se juega de verdad.

La idea surgió entre un grupo de amigos con perfiles técnicos —desde desarrolladores a expertos en ciberseguridad— que habían crecido en los recreativos de los noventa. “Crecimos con estas máquinas. Las veíamos en bares, en salones… y de repente desaparecieron. Montar esto fue nuestra forma de parar ese olvido y compartirlo con quienes nunca lo vivieron”, explica Santiago Cerro López, presidente de la asociación.

En Arcade Rebirth también hay fichas, pero es lo que menos importa. El modelo es completamente diferente al de los antiguos salones comerciales. Al tratarse de una asociación, se puede acceder mediante distintas modalidades: pases diarios (15 €), de fin de semana (20 €) o como socio simpatizante, pagando una cuota mensual que permite entrar durante 30 días y jugar sin restricciones. Además, los socios tienen la posibilidad de reservar el local entre semana, fuera del horario general (de jueves a domingo), simplemente escribiendo a través de las vías de contacto de la asociación.

Lejos de la lógica del beneficio, los fundadores buscan mantener vivo un legado cultural. “No se trata de un negocio”, aclara Cerro. “Intentamos crear un espacio donde todos podamos sentirnos incluidos, donde no haya ningún mal rollo, donde la gente realmente pueda estar a gusto y desconectar del mundo”.

El catálogo de máquinas está dividido entre arcades clásicas y juegos de ritmo más modernos. Algunas están en los laterales de la sala; otras, como la mítica Pump It Up, ocupan el centro del espacio. “Muchas de las máquinas las trajimos de Japón o de colecciones privadas en Europa. Algunas ya eran nuestras. Es un proyecto caro, sí, pero vale la pena cuando ves la cara de la gente al jugar por primera vez o al reencontrarse con su juego favorito”, añade Cerro.

Desde su apertura el pasado abril, Arcade Rebirth ha celebrado eventos, fiestas con DJ y sesiones de “freeplay” en las que las máquinas funcionan sin coste adicional para los asistentes. El objetivo, dicen, es que este lugar se convierta en punto de encuentro intergeneracional, donde los adultos revivan su infancia y los más jóvenes descubran cómo se jugaba antes del WiFi.

“Realmente no tenemos un público definido”, dice Cerro. “Es un poco a quien le guste realmente el mundo de las arcades, bien sean las de ritmo o las clásicas. Aquí viene gente de todas las edades, y eso es lo bonito”. La comunidad va creciendo a base de boca a boca y de visitantes que repiten.

En un contexto donde el consumo digital tiende a la inmediatez y al aislamiento, Arcade Rebirth propone algo radicalmente distinto: jugar en compañía, con el cuerpo y con las manos, compartiendo espacio y tiempo. Una vuelta a lo físico, a lo tangible, a la emoción de perder —o ganar— sin pantallas intermedias.

Quienes quieran conocer más, reservar una visita o hacerse socios, pueden hacerlo a través de su página oficial: www.arcaderebirth.com. Porque quizás, en pleno siglo XXI, el futuro del videojuego también pasa por volver al pasado.