Día de la Mujer

El arte, la mejor expresión para celebrar el 8 de marzo

La artista Marina Vargas presenta sus obras como un instrumento de sanación. Un camino evolutivo con el que poder mirarse al espejo

Intra-Venus
Intra-VenusLR

«Ser artista no es una opción sino una necesidad». Así de clara se expresa Marina Vargas sobre su profesión. «Con tan solo 10 años me atropelló un coche y me partí el fémur. Me pusieron un aparato que me llevó a estar casi un año con la pierna estirada en el hospital, y en casa otro. Quedé imposibilitada». Esta fue la (des)dicha casualidad que llevó a que Marina Vargas sintiese la llamada del arte como vocación. Sin ser muy consciente de lo que estaba dibujando en un trabajo para el colegió, proyectó la escena navideña del portal de Belén, pero cuyos protagonistas sufrían de alguna mutilación. «La profesora se lo enseñó a mi madre, preocupada. Ahí descubrí que a través de la imagen podía expresarme, también que el dibujo era la mejor manera que en aquel momento tenía de desplazarme. No paré de dibujar».

Máscaras de Marina Vargas
Máscaras de Marina Vargas LR

Ahora se dedica a lo que define como herramienta de transformación social, de cuestionamiento interno, de aprendizaje constante y de reflexión continua. Al fin y al cabo, qué es el arte sino la posibilidad de llevarnos a caminos que ni siquiera nos hemos planteado. Vargas reconoce que su trabajo es el resultado de su vocación, pero sobre todo de «un 100% de apuesta constante».

Hoy (y todos), Día de la Mujer, Vargas celebra su exposición en la galería Fernando Pradilla: «Anonymous was a woman», una visita guiada que reflexiona, a través de máscaras anónimas, relatos de mujeres que han sido víctimas de abusos de poder y violencia. «Haremos un encuentro entre los asistentes para charlar de lo que invisibiliza en la cultura a la mujer y de la violencia que todavía sufren. Es algo que persiste». Y añade: «La violencia puede ser muy clara y transparente, pero también la hay muy subliminal y difícil de demostrar con pruebas para denunciar».

Intra-Venus la trabajó en plena pandemia, diagnosticada de cáncer. La impactante escultura de mármol nació de un escaneado en el hospital de un momento vital de la artista. «Esta obra me llevó a asumir todas mis transformaciones físicas y a crear un espejo en el que mirarme». Pero esta obra también se convirtió una ventana al mundo en la que, además de exponer su talento, mostró su vulnerabilidad y reflexionó sobre sus vivencias. Además, ocurrió algo muy bonito, y es que «en la medida que hacía mi obra, otras mujeres que sufrían la misma enfermedad se comunicaban conmigo». Tanto es así que el resultado fue la creación de una asociación de creadoras con cáncer de distintas generaciones y con diversos planos creativos: escritoras, artistas visuales o cantantes.Aquí vemos cómo el arte va más allá, sirviéndose de red de cuidado, apoyo, visibilidad y espacio. «Somos agentes activos. Decidimos sobre nuestros cuerpos, tratamientos y nuevas formas de vida».

Marina Vargas es la única mujer española que, tras un concurso, ha sido seleccionada para exponer su escultura en el Museo de Washington (expuesta actualmente).

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La artista se define como «activista, feminista y muy comprometida». Le gusta posicionarse y defender sus ideas. Confiesa darle peso a la palabra del artista y a su mensaje. «Exponer la obra significa hacerlo yo misma». Se trata de un compromiso y un principio que Vargas siente de una forma muy personal y expresa a través de sus pinturas.

Sin embargo, también habla de las consecuencias que esto supone porque «vivimos en una sociedad en la que, cada vez más, cuesta posicionarse». Considera que la exposición pública supone el cierto temor a ser conocida y a la posibilidad de ser juzgada. «Creo que es fundamental que una artista tenga una buena obra, pero también que no tenga ningún miedo a expresarse. En caso contrario, la obra se convierte en un objeto muerto», apunta en contra de los comodines en blanco y marionetas. «La obra y la artista tienen que ir de la mano. Lo personal es político».

En su caso, su trabajo supuso la redención y la sanación después de un proceso muy duro»: Recuerda cuando le quitaron los ganglios del brazo izquierdo, no podía moverlo y se le cayó el pelo. En este sentido, levantó el brazo y registró todo el tratamiento pendiente; y como símbolo, alzó una bandera herida. «De la vulnerabilidad viene la fuerza», señala Marina Vargas. Porque mostrar la flaqueza sin victimización también es una tarea del feminismo. Y ahora que tanto está de moda la palabra empoderamiento, ¿hay algo que atribuya más poder que esto?