Día Mundial del Donante

El ciclo de la sangre: de la donación a salvar vidas

En el Día Mundial del Donante de Sangre recorremos el Centro de Transfusiones de la Comunidad de Madrid para conocer de cerca su trabajo

Centro de transfusión de sangre de la CAM
Centro de transfusión de sangre de la CAMGonzalo Pérez MataLa Razón

A primera hora de la mañana, Raúl llega al Centro de Transfusión de Sangre de la Comunidad de Madrid. Ha venido a donar, y no es la primera vez que lo hace. «Suelo hacerlo dos o tres veces al año», dice a LA RAZÓN. ¿Por qué? «Simplemente porque es algo que puedo hacer para ayudar a quien lo necesita». Esta respuesta de Raúl, a pesar de parecer obvia, lo cierto es que encierra mucha verdad. Cada día, casi un millar de madrileños y madrileñas se acerca a un punto de donación para dar, de forma altruista, una pequeña parte de sí mismos que puede ser crucial para salvar la vida de otros. Hoy, Día Mundial del Donante de Sangre, la celebración es para todos ellos.

Pero, ¿qué pasa después? Comienza todo un proceso que permite que, cada día, el Centro de Transfusiones de la Comunidad de Madrid abastezca a todos los hospitales de la región, que superan los 65 entre públicos y privados. «Muchas veces la gente piensa que la sangre se transfunde de forma tal cual de un paciente a otro, pero no es así», apunta Pilar de la Peña, responsable del departamento de Promoción de este centro, a cuyo laboratorio de fraccionamiento llegan a diario todas las donaciones de sangre que se hacen en la región, independientemente de que se hagan en unidades móviles, en hospitales o en este propio centro. «Aquí lo que hacemos es analizar y dividir la sangre en sus componentes, es decir, en glóbulos rojos, plaquetas y plasma». Explica esto mientras un grupo de técnicas se apresuran a empaquetar las bolsas de sangre que han llegado de las donaciones de ayer por la tarde. «Las bolsas se meten en unos cubiletes que van a ir a una máquina de centrifugado», donde, a través de la aceleración a la que se someten, «la sangre se divide, quedando abajo los glóbulos rojos, en el centro las plaquetas y los leucocitos, y, pegado al eje de giro, se queda el plasma». De aquí pasan a otra máquina, los fraccionadores, en las que estos componentes se separan en bolsas diferentes, ya que cada uno de ellos tiene usos distintos y debe conservarse de forma diferente.

«Cuando ya está todo separado lo que tenemos que hacer es mantener las bolsas en las condiciones que necesitan cada uno de los componentes, ya que uno de ellos requiere un tiempo y unas temperaturas diferentes», continúa de la Peña. Así, los glóbulos rojos se conservan a 4 grados, «la temperatura de la nevera de casa», y tienen una durabilidad de 42 días. Mientras, las plaquetas se mantienen a 22 grados y en unas cámaras que las someten a una agitación continua, en bolsas que además dejan pasar el oxígeno, pero solo duran cinco días. Por último, «el plasma, al no tener células se puede congelar, por lo que dura hasta tres años».

Dónde va la sangre donada

Cuando alguien dona sangre se le extraen unos 450 centímetros cúbicos de la misma. «Al fraccionarla, la bolsa de hematíes se queda aproximadamente con unos 250-300 centímetros cúbicos, mientras que la de plasma contiene algo menos de 200 y lo restante, que es muy poquito, son las plaquetas», explica De la Peña. De hecho, para conseguir la dosis terapéutica necesaria para un paciente adulto se necesita juntar las obtenidas de cinco donantes distintos.

«Los glóbulos rojos se van a utilizar para personas que tengan anemia, en las que haya que reponer esos glóbulos rojos, o que haya pasado por cirugías, accidentes, trasplantes u otros procesos hematológicos». Por su lado, las plaquetas, que son «los ladrillos que construyen la coagulación», se utilizan «para enfermos oncohematológicos, es decir, que tienen una leucemia, linfomas, melomas… Hay también enfermedades hematológicas que afectan a la coagulación, además de que pueden ser necesarias también en cirugías y trasplantes». Por último, la ‘joya de la corona’, el plasma, tiene dos usos: la transfusión, como puede ser una para una cirugía o cuando ha habido grandes pérdidas de líquidos, como unas quemaduras, por ejemplo, pero también para un uso industrial, ya que de él se extraen medicamentos hemoderivados, muy necesarios para personas inmunodeprimidas o con diferentes enfermedades neurológicas». Por otro lado, De la Peña señala que «es importante recordar que, a la vez que se fracciona la sangre, en el laboratorio del Centro esta se analiza, garantizando así la seguridad del paciente».

Por su parte, Diego Cobo, subdirector de Enfermería del Centro, apunta que «hay que desmitificar que haga falta más un grupo sanguíneo que otro», ya que «todos los grupos son necesarios». «Si miramos el stock de hoy, podemos decir que estamos en un nivel adecuado de reservas, pero eso no quiere decir que no hace falta que la gente done, ya que Madrid necesita 900 bolsas al día para poder funcionar». Así, contrariamente a la creencia popular de que el 0 negativo es el universal y vale para todos, Cobo asevera que «aunque se puede poner este grupo a cualquier paciente, lo ideal es que reciba sangre de su propio grupo». Por ejemplo, si una persona tiene un accidente y hay que hacer una transfusión de glóbulos rojos antes de saber cuál es su grupo sanguíneo, se usaría el 0 negativo, pero en cuanto este se averigua se le pone del suyo». La importancia de la donación reside, precisamente, en las estadísticas, ya que un 34% de la población es A positivo, y un 36% que es 0 positivo, mientras que el 0 negativo es solo el 8%. «Por eso es importante tener reservas de todos los grupos». La Jornada Mundial del Donante de Sangre se celebra a las puertas del verano. Una fecha que, sobre todo en Madrid, es periodo de «sequía», porque una gran parte de la población se va de vacaciones. «Que estén bien las reservas hoy no quiere decir que no sigamos necesitando sangre. Si no las llenas, va a llegar un momento en el que se acaba».