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Graciel Stenio, de Aluche a bailar break con Rihanna y los Juegos Olímpicos

El bailarín aprendió break dance de forma autodidacta, y ahora está en plena disputa para competir por el oro en París en 2024

Graciel Stenio, bailarín de Brake Dance que participará en los Juegos Olímpicos.
Graciel Stenio, bailarín de Brake Dance que participará en los Juegos Olímpicos.David JarLa Razón

Graciel Stenio, «Grazy», es una de esas personas que viven su pasión como algo integrado en su vida. Y no solo porque no haga falta ni pedirle que pose haciendo una pirueta y que ponga la cabeza en el suelo sin pestañear. Es ese tipo de personas que le da a lo que hace un significado más allá, aplicable a cualquier vida. Es de Madrid, pero sus orígenes, tal como él mismo señala, son de fuera. De Mozambique, concretamente, ya que su padre procede de este país africano. Él, sin embargo, se define como un chaval de barrio, de Aluche en concreto, que empezó a bailar hace 20 años, a la salida del instituto, por pura pasión.

«Todos los chavales, en aquel momento, buscábamos algo que hacer». Y al final, acabó dedicándose a aquello que llegó a su vida por casualidad. Empezó a los 13 años con el capoeira, y con el break, la disciplina que finalmente se convertiría en el motor de su vida, a los 15. «De capoeira sí que tuve un maestro, Jail Santos, pero el break lo aprendí de forma autodidacta», explica. De hecho, en aquel momento «las cosas eran diferentes». La gente no entendía qué era aquello que hacían esos jóvenes durante horas y días enteros. «No había ni tutoriales en YouTube, ni profesores... Se aprendía en la calle y solo», relata. A raíz de ahí se ha convertido en su profesión, la cual le «ha llevado a 44 países, a bailar junto a Rihanna, a salir en películas, a trabajar en el Circo del Sol y a estar en un equipo de alta competición de break en España que está luchando por tener una plaza en los Juegos Olímpicos de París el año que viene».

Pasar de aprender una disciplina en la calle a competir y ser reconocido a nivel internacional, dice, «lo paga el desbalance». «Éramos chavales totalmente desvalanceados por nuestro contexto, así que cogimos el baile con tantas ganas, con tanta obsesión, que acabó convirtiéndose casi que en el centro de nuestra vida», asegura. Y recuerda que, cuando salía del colegio «a las cuatro de la tarde empezábamos a practicar y volvíamos a casa a las doce de la noche o la una de la mañana». «Éramos, literalmente, chavales de la calle, pero en lugar de hacer cualquier otra cosa íbamos a bailar», añade, convencido de que es algo que puede sorprender a muchos. «Me cuesta creer que mucha gente pase tantas horas, durante tantos años, intentando copiar algo que ha visto en un vídeo solamente por pasión. Pero el break, para nosotros, era mucho más que copiar movimientos». Les daba mucho más. «A mí al menos, lo que me sigue dando es una forma de estar en paz. Es como terapia. Hay gente que medita, que pasea, que lee... y hay gente, como yo, que bailamos». Pero no ha sido el único que ha hecho de esto su medio de vida. «Uno de mis compañeros de entonces baila ahora en una de las compañías más importantes del mundo de contemporáneo. Somos muchos los que vivimos de ello».

También, dice, es una persona inquieta, así que no deja de embarcarse en proyectos. Hace cinco años abrió una empresa de eventos con su pareja, NTAMO Performance, y hace algo menos de un año salió su libro, «Manos sucias», que es una recolección de los apuntes que ha ido generando durante todo este camino. «Además de bailar, escribir me ha ayudado mucho a salir de la timidez, porque lo soy aunque no lo parezca. Creo que las personas tímidas somos más introvertidas, en el sentido de que observamos más que hablamos, y eso me llevó a escribir», explica. A raíz de la pandemia, pudo sentarse a juntar todo aquello que sus vivencias le habían llevado a escribir. «Lo definiría como psicología de la danza, del deporte, pero también de la vida, sobre todo para enfrentarse al miedo», asegura. «Muchas veces hay que seguir el camino del corazón, a pesar de los momentos duros, porque hay etapas en las que te va muy bien y otras en las que vas en caída libre. Ahí es donde llegan las dudas y la tentación de buscarse un trabajo normal y seguro, pero sacrificando lo que eres y lo que quieres». Pero Graciel siempre quiere más. «Antes pensaba que cuando consiguiera cosas como ganar un RedBull o bailar en el Circo del Sol podría relajarme, pero, una vez conseguido todo eso, si algo he entendido es que uno nunca puede parar. La vida es como ir en un monociclo. Mientras pedaleas, vas bien, pero si te paras, te caes».

Rumbo a París

Este año es decisivo dentro del circuito de competiciones en la carrera por llegar a París para los Juegos Olímpicos. En la modalidad para la que se presenta Graciel Stenio tan solo hay 16 plazas, repartidas entre los ganadores de cada continente, la del campeón del mundo, y otra para el país residente. El resto, denominadas OQS, también deben disputarse. «Ahora mismo estoy en una situación escalable», dice. Para el europeo, que es en mayo, está a tan solo dos posiciones. «Si gano la competición que se celebrará en Brasil, voy directamente a los Juegos», añade, y para los OQS «tampoco voy nada mal, porque estoy a cinco o seis plazas».